Por Normando Hernández
Quiero
dejar bien claro que me siento orgulloso de ser cubano. Como también me siento
orgulloso de llevar la mitad de mi vida oponiéndome al régimen totalitario de
los hermanos Castro. Me siento orgulloso de ser un ex prisionero de conciencia.
Y me siento orgulloso de todos los cubanos que de una forma u otra se han
opuesto dignamente al totalitarismo castrista. Pero no puedo decir lo mismo de
los cubanos acólitos al régimen de Cuba. Por culpa de ellos siento vergüenza
ajena.
En
los últimos 54 años, en cuantos conflictos internos ha existido en nuestra
américa, ha estado la oscura mano del castro-comunismo dejando un rosario de
sufrimiento. No son pocos los ciudadanos de Nicaragua, Chile, El Salvador,
Honduras, Guatemala por tan solo mencionar algunos y ahora Venezuela que miran
a los cubanos con desprecio y los responsabilizan de sus calamidades. Otros son
víctimas de la propaganda política y quieren para ellos el sistema imperante en
Cuba. Siento decirles que los unos y los otros se equivocan.
A
unos y a otros les digo que decir cubano
implica mucho más que un sistema político. Decir cubano es mucho más que una
ideología. Decir cubano es mucho más que intereses espurios de gobernantes
traidores… Decir cubano es hablar de amor. Decir cubano es hablar de los que
fueron al pelotón de fusilamiento gritando “Viva Cristo Rey”. Decir cubano es
hablar de los miles que han cumplido y de los que hoy cumplen prisión política
en Cuba. Decir cubano es hablar de los que han sacrificado y sacrifican a su
familia por implantar un Estado de Derecho en su querida patria. Decir cubano
es hablar de ese ser maravilloso que se ríe de su propia desgracia y siempre
tiende su mano solidaria. Los Castristas y sus acólitos son la anti-cuba. A
todos les aseguro que pienso que nadie quiere para su país un régimen
totalitario que racionaliza y condiciona hasta el aire que respiras.
Hoy siento vergüenza ajena por los cubanos mercenarios, por los cubanos esbirros del castrismo que en Venezuela están golpeando y torturando a los estudiantes que no quieren para su país una Cuba-zuela totalitaria. Hoy siento vergüenza ajena por los cubanos de la anti-cuba. Hoy como cubano extiendo mi diestra solidaria al hermano pueblo de Venezuela.
Hoy les recuerdo a los venezolanos que “Cuentan que un viajero llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba a donde estaba la estatua de Bolívar. Y cuentan que el viajero, solo con los árboles altos y olorosos de la plaza, lloraba frente a la estatua, que parecía que se movía, como un padre cuando se le acerca un hijo. El viajero hizo bien, porque todos los americanos deben querer a Bolívar como a un padre. A Bolívar, y a todos los que pelearon como él porque la América fuese del hombre americano. A todos: al héroe famoso, y al último soldado, que es un héroe desconocido. Hasta hermosos de cuerpo se vuelven los hombres que pelean por ver libre a su patria”*. Quien lo cuenta es el más grande de todos los cubanos: nuestro apóstol José Martí.
Ahora, sobran las palabras. Que Dios Bendiga a todos los venezolanos y a los hermosos de cuerpo que quieren a su patria libre. Amen
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