Thursday, September 26, 2013

Pensando en la Nueva República


Por Lincoln Diaz-Balart


El régimen de los Castro porta en sus genes la trampa y la mentira, la brutalidad y el odio. Es su naturaleza. Así ha imperado sobre Cuba durante más de medio siglo. Así se ha agenciado complicidades. Mazazo a mazazo ha ido desmontando el país y viviendo siempre de torpes e interesadas ubres externas. La hoy extinta Unión Soviética fue su gran sustentadora durante decenios. Desplomada esta, cómplices en varios gobiernos y empresas desalmados acudieron a montarle el negocio del turismo y otras ayudas. Pudo así el régimen sobrevivir malamente. Pero el derrumbe continuaba. Vendría a continuación la tubería salvadora del petróleo chavista. Pero al día de hoy la locura venezolana no da para más, y tiene que pensar en cómo sobrevivir ella misma.

El castrismo se revuelve en su fracaso y busca desesperadamente nuevas estrategias que le permitan conseguir lo único que le importa: mantener a toda costa el poder total. Por lo tanto, se activan al máximo los genes de la trampa, la mentira, la brutalidad y el odio. Ese es el fundamento de las “reformas del raulismo”.

La trampa, el engaño, la estafa, para ser eficaces, tienen que tener cierta dosis de credibilidad. Deben cumplir con la máxima de que no hay peor mentira que una media verdad. ¿Han ocurrido cambios en Cuba en los últimos años? Pues se trata de una media verdad. El régimen se ha afanado en dispensar aspirinas y tiritas de mercurio cromo económico y algunas otras cositas, en medio de una gran fanfarria propagandística. Los proclives al auto-engaño se dejan estafar. Pero, es obvio que una parte importante del pueblo cubano, dentro de Cuba y en el exilio, no se deja confundir con el “cambio fraude”. Confrontan al régimen. La tiranía vive sus momentos más difíciles, y lo sabe. Hoy podemos percibir con mayor nitidez las luces de la libertad. Pero al mismo tiempo enfrentamos graves peligros. El ilusorio “cambio” que la tiranía promete y promulga, puede conducir a muchos al espejismo de un cambio real. Y pudiera ocurrir entonces algo peor incluso que lo acontecido a partir del infame Tratado de París que se produjo tras el derrumbe colonial, y que permitió que los poderosos del antiguo régimen continuaran siéndolo, unidos a intereses económicos foráneos, haciéndose prácticamente en exclusiva con la economía nacional; quedando el pueblo y los luchadores independentistas marginados y discriminados. Ahora, lo que pretenden los detentadores de la dictadura militar en la Isla, es “cambiar” para continuar ellos controlando el poder político y económico, compartido, en ciertas áreas, con depredadores externos. El pueblo deberá conformarse, según esos planes, con las migajas que les permita el neo-castrismo neo-esclavista.

Nada que nos lleve a la libertad política será aceptable para los detentadores del régimen. Nada que incluya la sustitución radical de las estructuras represivas de la tiranía y su reemplazo por sólidas instituciones democráticas podrá ser aceptable para ellos. Pero el pueblo cubano no puede aceptar nada que no conduzca a un desarrollo económico al que tenga acceso y participación el pueblo, en igualdad de oportunidades. Por eso, resulta apropiado recordar las propuestas para la reconstrucción de Cuba de La Rosa Blanca para el día después. A saber, recrear el BANDES (Banco de Desarrollo Económico Social) y el BANFAIC (Banco de Fomento Agrícola e Industrial), así como crear el Banco de Fomento de la Pequeña y Mediana Empresa. Es hacia esos organismos que deberán canalizarse partes importantes de los créditos y el financiamiento internacional que, a su vez, deberán llegar a cientos de miles de cubanos descapitalizados para posibilitar el éxito de las buenas iniciativas empresariales de quienes comenzarán en la nueva República descapitalizados. Como se encontraron los mambises al comienzo de la primera República.

Es cierto que, como reza un dicho español “no podemos vender la piel del oso antes de cazarlo”. Primero tenemos que sacar del poder a quienes han destruido el país y desmantelar las estructuras totalitarias. Pero, desde ya, debemos tener clara conciencia de qué país se merecen los cubanos. Una vez más, proponemos el análisis y estudio del Programa de La Rosa Blanca para la reconstrucción de Cuba. Un Programa que no pretende, ni mucho menos, imponer su verdad, pero que es un análisis sereno y profundo y una propuesta a tener en cuenta en el mañana que se acerca.

Monday, September 16, 2013

Palabras Redescubiertas de Rafael Diaz-Balart




 Por Lincoln Diaz-Balart

            Entre los libros de mi padre he encontrado otro que he comenzado a leer, “España inteligible. Razón histórica de las Españas” (Alianza Editorial, S.A., Madrid, 1985), por el filósofo e historiador español, Julián Marías.
            Recuerdo como, en mi último año en la “Escuela Americana de Madrid”, una joven profesora de literatura, inteligente y elegante, llamada Pauline Pinto, trajo a nuestra clase a su amigo Julián Marías para que nos hablara. Disfruté mucho la oportunidad de conocer al conocido filósofo español que había estudiado con José Ortega y Gasset; nunca lo olvidé.
            Al comenzar a leer “España inteligible”, me encontré entre sus páginas un recorte de un artículo de mi padre publicado en “Diario las Américas”, titulado “La Resurrección de Cuba”. No contiene la fecha de su publicación, pero por su contenido creo que probablemente fue en 1995. A continuación, reproduzco “La Resurrección de Cuba”, por Rafael Diaz-Balart:
Ha escrito lucidamente el historiador y filósofo Julián Marías (en “España inteligible. Razón histórica de las Españas”) que “el nacimiento de España a lo largo de la Edad Media fue más bien una resurrección. Y no se olvide -añade- que la resurrección no es siempre, quizás nunca, idéntica a aquello que resucita, sino, rigurosamente, algo nuevo”.
Desde la derrota del Rey Rodrigo en la batalla de Guadalete (año 711) hasta la culminación de la Reconquista por los Reyes Católicos, en 1492, España vivió más de siete siglos bajo la dominación árabe. Pero en el proceso, surgió como verdadera nación -“proyecto sugestivo de Vida en Común” al decir de Ortega y Gasset--, mientras en la época visigoda y en la musulmana había sido un conjunto de reinos sin definitiva homogeneidad ni cohesión.
Afortunadamente no han sido siglos sino décadas -décadas horribles- , las que nuestra patria ha sufrido y aún sufre bajo la férula castrocomunista, pero la ocupación armada que estableció el terror desde 1959 no ha sido aceptada nunca. La importancia, -entre otros factores-­ de las primeras organizaciones militantes como La Rosa Blanca, Alpha 66, la lucha en El
Escambray, etc.es haber dejado evidencia desde el primer momento del repudio a la barbarie. En el caso de La Rosa Blanca, su voz se alzó desde el 28 de enero de 1959 en defensa de todos los que eran asesinados en el paredón, o metidos muertos o medio muertos en zanjas comunes (como en Santiago de Cuba, el 12 de enero de 1959) o torturados y lanzados a las ergástulas contra toda norma civilizada, y nunca hicimos distinción entre batistianos, revolucionarios o cualesquiera otros cubanos, rechazando ciudadanías de Primera o de Segunda. “Ver con indiferencia cometer un crimen es cometerlo”, nos enseñó el Apóstol.
LAS GENERACIONES
            La tesis orteguiana de periodos aproximados de quince años en la formación de generaciones, nos da un punto de referencia valido para enfatizar el rechazo intemporal del pueblo cubano a la destrucción del Estado de Derecho, la civilización y el acervo espiritual, cultural, político, económico y social de la nación  por el rufián enloquecido y endemoniado que se encaramó en el Poder total y está empecinado en mantenerlo hasta que no quede piedra sobre piedra en la isla ni carne sobre los huesos de nuestro pueblo.
Mientras en el destierro las nuevas generaciones que nacen en suelo ajeno mantienen la devoción por la patria, lo mismo hacen las que nacen en la isla encadenada. En 1980, formada ya la primera generación nacida bajo el Reino de la Barbarie, el éxodo masivo del Mariel y la invasión de la embajada del Perú en La Habana, expresaron con rotunda claridad el sentir, el alma y el anhelo de esa generación.
Ahora, tres lustros después, continúan llegando hombres y mujeres de la segunda generación nacida en cadenas, se lanzan al Mar Caribe en balsas frágiles, prefiriendo morir ahogados o devorados por los tiburones antes que continuar bajo el imperio de la Vesania destructiva y criminal del Loco Endemoniado. El alma cubana sigue libre, las cadenas sólo pueden encadenar al cuerpo, pero llegará el día en que se romperán en mil pedazos y el cuerpo de la patria pueda también disfrutar libertad.
LAS TRADICIONES
Lo primero que hizo el déspota enloquecido fue establecer el reino del terror como instrumento para asegurarse el poder total sine die. Comenzó clasificando cubanos para fusilar o encarcelar a unos con la aprobación y la indiferencia de los otros y para confiscar y robar con el mismo método y terminar fusilando, encarcelando, confiscando y encadenando a todos por igual. Para ello, quiso asesinar también las mejores tradiciones maceicas, martianas, cristianas y cubanas de fraternidad por encima de diferencias de partidos políticos, creencias religiosas u orígenes étnicos. No se puede “tirar la toalla” a nadie, ordenaron los rufianes del odio, al tiempo que enlodaban y falsificaban la historia para inventar una Cuba que nunca existió y justificar su destrucción mientras ocultan o disfrazan la Cuba miserable que han creado.
PREVALECERÁ EL AMOR
No es mi propósito extenderme en pormenores de un diagnóstico que conoce todo buen cubano y todo hombre y mujer de buena fe medianamente informado, a lo largo y ancho del planeta.
Lo que sí me interesa es transmitir la convicción y la fe inquebrantable en la Resurrección de Cuba y en su reconstrucción económica y espiritual en el Estado de Derecho que inexorablemente llegará. Para ello es indispensable rescatar la verdadera historia de nuestra patria y el balance positivo de nuestra Primera República en sólo 56 años de vida (1902-1958). Haciéndolo, no estaremos mirando hacia atrás sino auscultando nuestras raíces, mirando hacia dentro, hacia lo hondo del alma cubana, invencible, fraterna e ilusionada. Estaremos contribuyendo a la Resurrección de Cuba, “que no será idéntica a aquello que resucita, sino, rigurosamente, algo nuevo”. Prevalecerá el amor.

Sunday, September 1, 2013

Las dos mitades de una historia y el futuro


Por Lincoln Diaz-Balart


Dentro de poco más de un año, la historia de Cuba, desde su independencia hasta ahora, se podrá dividir en dos mitades: 56 años de República por un lado, y 56 años de tiranía totalitaria por otro. El balance entre una mitad y la otra es en verdad aterrador. Una fotografía fija de cada una de las mitades podría llevar a un observador inadvertido a la conclusión de que se trata de dos países diferentes. Difícilmente puedan encontrarse otros ejemplos de una involución, de un desastre nacional tan minucioso y sostenido como el acaecido en esta segunda mitad de la historia reciente de Cuba.

En 1902, al constituirse Cuba como República, el panorama económico y social del país no podía ser peor, tras cuatro siglos de colonialismo y opresión y finalizada una cruenta y devastadora guerra de liberación. Ciertamente parecía casi imposible levantar la nueva nación en medio de tamaña ruina. Sin embargo, se logró. Sobre todo, por el entusiasmo y la voluntad emprendedora de un pueblo que, al fin libre, se empecinó en conseguir elevados niveles de desarrollo. Así, en efecto, con sus luces y sus sombras, en 56 años Cuba alcanzó niveles de prosperidad y bienestar que la colocaron en sitios punteros en América y el mundo.

La Cuba republicana no era una sociedad perfecta. Ninguna sociedad lo es. Existían, cómo no, múltiples problemas. Aunque podíamos exhibir notables niveles de alfabetización y de adelanto cultural, quedaba mucho por hacer. Sus deficiencias, sin embargo, no explican –y mucho menos justifican- la debacle que sobrevendría en enero de 1959 y que contaría, incomprensiblemente, con tan enorme respaldo inicial.

Las causas más profundas son otras. En mis largas e inolvidables charlas con mi padre, recuerdo haberle preguntado cómo fue posible el súbito derrumbe de la República. Su respuesta resultó en la más certera interpretación que conozco de la Historia de Cuba. En realidad, me dijo, la sociedad civil no era tan robusta como parecía. Y es que estaba lastrada por el racismo y el clasismo. Los poderosos de la etapa colonial, económica y políticamente, continuaron siéndolo en la República. Los mambises quedaron marginados. Y entre los mambíses, los negros y mulatos que habían aportado la masa principal de la tropa y más de 30 generales del Ejército Libertador. Por cierto, en el poco conocido ensayo de Gastón Baquero “El negro en Cuba”, encontramos coincidencias extraordinarias con la tesis de Rafael. El político y el genial poeta concuerdan en el peso gravoso que ha tenido en la historia de Cuba el racismo y el clasismo.

Así, en 1959, una pandilla de ladrones y aventureros se hizo con el país, convirtiendo rápidamente a la República en su finca particular. El punto de arranque para la nueva etapa que se iniciaba cargada de promesas, era, por mucho, superior al que se encontraron los cubanos al comienzo de la República, 56 años antes. Hoy, casi cincuenta y seis años después, el panorama de la sociedad cubana tiranizada por los Castro es desolador. En primer lugar, los cubanos no son ciudadanos, sino literalmente siervos de los amos de la finca. La economía ha sido arrasada. Las infraestructuras de carreteras, de transporte, de abasto de agua limpia y potable, de alcantarillado, son tan precarias hoy como las de principios del siglo XX. El daño material y el antropológico causado durante casi 56 años de tiranía es monumental.

No obstante, debemos ser optimistas. La historia de Cuba nos enseña que se puede renacer de las ruinas. Ya lo hicimos en los 56 años de vida republicana.

Afortunadamente se perciben claras señales de que algo positivo, bien encaminado, está teniendo lugar entre los cubanos, más allá del desastre en que el castrismo ha convertido a la patria. Es imperativo que, además de la prioritaria lucha por deshacernos de la tiranía, meditemos sobre qué patria, qué tipo de sociedad queremos. Muchos han pensado y piensan al respecto. Me parece que sería positivo que nos acercáramos al Programa para la reconstrucción de Cuba de La Rosa Blanca. La fuente de ideas, de propuestas que allí encontraremos es formidable e inspiradora. Y ante todo, la certeza de que sí tenemos futuro. Que está al alcance de la mano. Sólo demanda nuestro compromiso de resistir y perseverar en la tarea. Lo merecen las generaciones de cubanos que vivirán en los próximos 56 años. Lo merece Cuba.