Tuesday, October 29, 2013

LA RECONSTRUCCIÓN DE LA EDUCACIÓN



Por Lincoln Diaz-Balart


La reconstrucción de Cuba, como nación, deberá abarcar necesariamente todos los ámbitos de la sociedad, maltratados todos, deformados, distorsionados, destruidos por la vesania y la ineficacia intrínseca del sistema totalitario imperante en la Isla por tan largo tiempo. Prácticamente todo habrá de ser reconstruido. En el Programa de la Rosa Blanca se concede una gran importancia a la reconstrucción económica, sin la cual ninguna otra será posible. Pero junto a la reconstrucción económica, entrelazada a ella, deberá emprenderse la ingente tarea de levantar al ser humano, al cubano, de sus propias ruinas. Porque es el ser humano quien ha resultado más dañado, más empobrecido en su propia humanidad. Así, desde el primer día del inicio de la reconstrucción de Cuba en libertad y democracia, el sistema de educación deberá ser rehecho desde sus cimientos para contribuir a un verdadero renacimiento de la sociedad cubana en sus valores históricos de cubanidad, libertad, respeto, amor, solidaridad, espíritu de trabajo y modernidad.

Precisamente, la tiranía ha tenido un relativo éxito en fabricar y expandir lo que Rafael Díaz- Balart denominó “leyenda negra” sobre la educación en el período republicano, “a modo de justificación de sus errores y horrores”. Muchos ecos cómplices o ingenuos ha tenido esta leyenda negra. Lo cierto es que la educación pública de la República destruida por los Castro era de gran calidad, y consiguió resultados realmente extraordinarios que la situaban entre las primeras de América, pese a que nuestra andadura independiente aconteciera mucho después que las otras naciones de nuestro entorno. El índice de alfabetización, por ejemplo, era el segundo de América Latina, y los profesores y libros de texto cubanos gozaban de merecido reconocimiento internacional. Por otro lado, según la UNESCO, antes de Castro Cuba dedicaba a la educación pública aproximadamente la cuarta parte del presupuesto nacional, el mayor porcentaje de todas las naciones de América Latina. Paralelamente, coexistía con la educación pública la enseñanza privada, igualmente de excelente calidad. El balance en términos de educación de la primera República es altamente positivo, sobre todo si tenemos en cuenta que muchas de las deficiencias que todavía existían estaban en camino de solución, pues estaban creadas las bases estructurales para ello.

Todo lo anteriormente expuesto y mucho más que pudiera añadirse, desmonta por completo una de las falacias más grandes y mejor vendidas del castrismo.

Sin embargo, lo peor de esta infame leyenda negra no es ella en sí misma. Lo peor es que sirvió de coartada para el desmontaje por parte de la tiranía de aquellos verdaderos logros de la educación en la Cuba republicana y su suplantación por un sistema educacional orientado a la domesticación del ser humano y a la subversión de los mejores valores de nuestra cultura occidental. Y todavía peor, este horrendo engendro convertido, a su vez, en virtud de la propaganda y de los mismos cómplices e ingenuos de siempre, en “leyenda rosa”. La realidad es que hoy la educación en Cuba es un verdadero desastre, con instalaciones en ruina, y lo más grave, una educación completamente ideologizada y politizada, fundamentada en las mentiras de la tiranía, dirigida al adoctrinamiento  cívico y ético de los educandos y distanciada radicalmente de los valores naturales y mejores de nuestra civilización. La de los Castro es una educación para crear ciudadanos obedientes, dependientes, y de doble moral.

El Programa de La Rosa Blanca para la Reconstrucción de Cuba, propone tomar lo mejor de nuestras tradiciones en este campo, lo mejor de lo conseguido en la República, actualizado con los avances alcanzados en los países punteros en este terreno. Y ante todo, una educación que “debe tender a la defensa de los valores de la democracia y la libertad, de la patria y de la familia”. El Programa de La Rosa Blanca establece, sin equívocos, que “El Estado asegurará la educación gratuita, incluyendo la segunda enseñanza y garantizará que ningún cubano con capacidades para ello se quedará sin educación universitaria y superior por falta de recursos económicos”. Asimismo subraya que “igualmente se garantizará el desenvolvimiento de la educación privada dentro de los mismos valores antes señalados y en consonancia con nuestras mejores tradiciones patrióticas, cívicas y éticas”.

El Programa de La Rosa Blanca para la reconstrucción, también en la esfera educacional, sin entrar en detalles que corresponderán a los legisladores de la Cuba tras el cambio precisar en su momento, libre y democráticamente, es una propuesta seria para el futuro de Cuba que viene acercándose.

Monday, October 21, 2013

El Programa de La Rosa Blanca


Sobre la crisis actual de la vivienda. La meta: una vivienda digna en propiedad para cada familia cubana

Por Lincoln Diaz-Balart
@LincolnDBalart

Es importante que meditemos sobre la Cuba que se merecen los cubanos. Se impone que pensemos en los modos y vías para la reconstrucción de la nación tras el fin de la represión y la destrucción castrista, que se acerca. En artículos anteriores nos hemos referido a las propuestas de La Rosa Blanca para la reconstrucción económica de Cuba, una Cuba en libertad y próspera. Hoy comenzamos a analizar algunas consideraciones sobre aspectos, si se quiere, más “sociales” dentro del Programa, tales como la Sanidad Pública, la Educación y la vivienda. Por cierto, estos temas han sido tradicionales pilares de la propaganda del régimen, cuyos alabarderos en todo el mundo insisten en presentar como “logros de la revolución”, cuando en la vida cotidiana de los cubanos la realidad marca a la Sanidad Pública, la Educación y la Vivienda como unos escandalosos desastres.

Comencemos hoy por el problema de la vivienda. Ya sabemos que la tiranía, en su locura populista, robó literalmente sus propiedades a todo aquel que las tuviera. Las propiedades, en manos de cubanos o de extranjeros, desde un central azucarero, cualquier empresa o inmueble, hasta el más humilde “sillón de limpiabotas”, fue “nacionalizado” (un eufemismo de robo o confiscación). En el caso de la vivienda, arbitrariamente se determinó que únicamente se podría poseer en propiedad la vivienda habitual. El Estado sería, a partir de entonces, el constructor absoluto, así como el propietario, dador y controlador absoluto. El resultado sería, no podía ser otro, que la calamitosa situación actual del parque de viviendas en el país. Planes y más planes fracasados, el propio régimen reconoce oficialmente un déficit de un millón de viviendas. A todo lo anterior debe adicionarse el estado ruinoso de las viviendas tras décadas de abandono. Pese a todo, el régimen no ha dejado de propagar el infundio de que de producirse un cambio en Cuba, los antiguos dueños vendrán a retomar sus propiedades y desalojarán a los actuales inquilinos (la mayoría habitando en condiciones de verdadero hacinamiento) despojándoles así de lo único que poseen. Intenta la tiranía insuflar el miedo, un recurso que siempre ha utilizado para mantener el poder. La “mafia de Miami” vendrá a quitarles las casas. Cuidado, que ahí viene el lobo, le dicen a los cubanos, como si se tratara de niños. Por supuesto que no es más que un despreciable ardid. Uno más.

Quienes han mantenido en el exilio, sin tregua, en alto las banderas de la libertad y la dignidad de la nación, no abrigan ningún propósito de revancha. En el tema de la vivienda, el Programa de La Rosa Blanca es diáfano y enfático:

“La Rosa Blanca se opone radicalmente a cualquier tipo de desalojo. Los legítimos dueños que así lo demuestren serán indemnizados y los actuales residentes no podrán ser desalojados de las viviendas que habitan. Se respetará el status que posean, es decir, si tienen título de propiedad o contrato de arrendamiento. Los arrendatarios continuarán abonando la renta hasta que alcancen el monto total de la vivienda y se conviertan en propietarios. Un plan de viviendas sociales deberá implementarse como una prioridad, a los efectos de conseguir una vivienda digna en propiedad para cada familia cubana”.

El Programa de La Rosa Blanca nos permite avizorar una Cuba distinta, nueva y libre. No perfecta, pero sí mejor y siempre perfectible. Creemos que, sujeto al enriquecimiento y a los aportes de otros muchos cubanos, el Programa de La Rosa Blanca puede contribuir de forma importante a la Reconstrucción de Cuba.