Por Normando
Hernández
Los
recuerdos de la cárcel aparecen siempre como si en ella estuvieras. Palpas la
densa oscuridad de las celdas de castigo. Respiras los nauseabundos olores de
las galeras. Te asfixias con el intenso calor del verano y los huesos se tullen
de frio al acostarte en una cama de cemento en pleno invierno. Escuchas los
lamentos de los torturados. Y, sobre todo, no olvidas la sádica mirada del
impune militar y la desesperanza del indefenso reo.
Hace 11
años visité en condición de preso, por primera vez, el corredor de la muerte de
la cárcel Boniato, en Santiago de Cuba y aún lo recuerdo como el primer día. Hace
11 años comencé un periplo por diferentes prisiones de Cuba: periplo que duró
poco más de siete años. También hace 11 años que hice mi primera huelga de
hambre en solidaridad con mis hermanos de causa. Hace 11 años me propuse no
olvidar todo lo vivido, todo lo sufrido. Hace 11 años de la Primavera Negra de
Cuba y aún continúa ahí: petrificada en el tiempo.
Hace 11
años y ya tenemos cuatro mártires: Orlando Zapata Tamayo, Miguel Valdez Tamayo,
Oscar Espinosa Chepe y Antonio Villarreal. Y a pesar de que muchos piensan que
en el 2010 tras los acuerdos de la iglesia católica cubana y los gobiernos de
Cuba y España los presos de conciencia de la Primavera Negra fuimos liberados,
no es así del todo. Primero, los que aceptamos el destierro como condición de
libertad no podemos regresar a nuestro país. Segundo, los que se quedaron
dentro de Cuba pueden ser regresados a la cárcel cuando el régimen lo estime
conveniente y a ninguno se le permite visitar el extranjero.
Hace 11
años sufrimos en carne propia la desidia de un régimen totalitario. Pero
también sufrimos, hace 54 años, la
indiferencia de gran parte del mundo libre a la causa de la libertad y la
democracia para el pueblo cubano. Indiferencia que solo ha favorecido a los
tiranos de Cuba, nunca al pueblo.
A todos
exhorto a que miren dentro de mí sufrida patria. También, exhorto a que observen
con detenimiento lo que está pasando en
Venezuela y se solidaricen con el hermano pueblo venezolano. No podemos
permitir que la indiferencia haga tierra fértil en la causa de la verdadera
libertad y la verdadera democracia para Venezuela. No podemos permitir que
dentro de poco en Venezuela vayan personas a la cárcel por ejercer derechos
inalienables como el de la libertad de expresión y asociación pacífica. No
podemos permitir que la indiferencia se adueñe de Venezuela y comiencen los
pelotones de fusilamiento, las desapariciones, las altas condenas, las separaciones
familiares, la desvalorización moral y espiritual de los venezolanos. No
podemos permitir que la indiferencia logre que Venezuela se convierta en una
Cuba.
Si no
tomamos partido en la causa de Venezuela muchos venezolanos y venezolanas irán
a la cárcel por el solo hecho de pensar. Tomemos conciencia. No seamos
indiferentes para que la Primavera Negra de Cuba de 1959 y la del 2003 no se
repita en más ningún otro país. Mucho menos en Venezuela.
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