Es cierto que las
deserciones entre quienes al menos aparentemente alguna vez fueron acólitos al inclasificable
sistema cubano han sido constantes. Nadie duda que este comportamiento ha
estado aparejado a los orígenes de esta rocambolesca historia. Es más, en los inicios ocurrió en estampida
hasta que el terror lo convirtiera, sin dejar de ser constante, en un fenómeno
a cuentagotas. Pero ahora, tal vez como señal de que los finales suelen parecerse
mucho a los principios, los hechos parecieran advertir que las renuncias y los
cambios de uniforme vuelven a masificarse.
Por estos días ha
sido noticia la petición de asilo político en Bahamas de Ortelio Abrahantes
Bacallao quien muestra un carné que lo identifica como miembro del Departamento
Técnico de Investigaciones del MININT y de diplomas de la Facultad de Leyes y
de una Escuela de Investigaciones perteneciente al MININT. Ha sido entrevistado
por la policía bahamesa y por funcionarios de Naciones Unidas a causa de la
urgencia con que expone que de ser deportado a Cuba su vida peligraría por
causa no solo de su huida, sino por lo sensible de la información que domina, y
hasta se ha incorporado al coro de voces que se incrementa a medida pasa el
tiempo respecto al polémico caso de lo que a todas luces fue la ejecución
extrajudicial de Oswaldo Payá y Harold
Cepero en julio de 2012. La esposa de este supuesto Mayor en la Dirección de
Contrainteligencia (DCI) del MININT, Yadelis Rivera, se ha hecho eco desde el
interior de la isla del terror ante probables ajustes de cuentas de los que
ella o su hijo pudiesen ser víctimas.
Aun desde mi
periférico sitio ejerciendo como pastor bautista, simple “cura de aldea” en la
Cuba profunda, he podido tomar pulso a este supuesto fenómeno de las
deserciones. No han sido pocos los otrora simpatizantes, cooperantes y hasta
informantes que se me acercan para
confesarme que si alguna vez creyeron ya nos le queda ni un ápice de
contubernio con los que desgobiernan la isla, otra miríada, todavía hasta
cierto punto comprometida, al menos me guiña un ojo de complicidad aprovechando
instantes de roces en las calles. Todo parece indicar que el barco que desde
hace tiempo hacía aguas ahora ofrece evidentes señales de inminente
hundimiento. Pero cuidado, no nos dejemos cegar por las ansias de que esta
pesadilla concluya por fin alguna vez.
Una semana antes del
reciente viaje que realizáramos a USA una pequeña delegación de nuestra iglesia
que incluyó la totalidad de mi núcleo familiar a invitación de iglesias
hermanas, el pasado 4 de julio, tocó la puerta de nuestra casa un supuesto
admirador de nuestros pensamientos volcados en este blog y en el de mi esposa “Isla
Interior”. No era un simple lector. Se trataba de uno de los dos agentes de la Seguridad
del Estado que nos fue a detener durante la visita papal en marzo de 2012 a
casa de un colega pastor que visitábamos en la ciudad de Alamar, y donde quedamos
recluidos domiciliariamente. Este agente,
supuestamente llamado Marcos, viajó desde La Habana hasta nuestra casa de la Cuba
profunda en Taguayabón, Villa Clara, según él a escondidas de sus jefes y solo con el deseo
de manifestarnos su aprecio ya que, según sus palabras, tras detenernos en 2012
se sintió motivado a conocer quiénes éramos, impactado por nuestro
comportamiento cívico y especialmente por mis palabras de despedida cuando tras
finalizar la misa del Papa en la Plaza de la Revolución en la Habana fue a
informarnos que nuestro toque de queda concluía, al decirles: “Estaré orando
por ustedes. Ustedes son jóvenes y queremos
que sepan que la causa por la que se nos persigue es por soñar la Patria de Martí:
Con Todos y para el bien de Todos. Y en ese Todos, hasta ustedes están incluidos”.
Luego de más de dos
años sin haberle vuelto a ver y sin haberle visto nunca antes, este agente de
la Seguridad del Estado de unos 32 años y cuya militancia actual no nos negó,
aunque si la motivación de su visita, reaparecía para, según él, manifestarnos
su aprecio, especialmente ante la posibilidad de que no regresásemos del viaje
que emprenderíamos el 9 de julio y del cual estaba enterado por mi post: “El
motivo del atraco”.
Parece ser, en
medio de este río revuelto, que el cuerpo de inteligencia del establishment
asume que la aparición de un desertor o casi a punto de serlo ya no es vista
con tanta suspicacia, el mismo panorama polaco a fines del comunismo. Es tan
evidente la tendencia que suelen hasta utilizarlo como carnada. Y digo esto
porque en el caso del tal “Marcos” nadie crea que estoy delatando a un pobre
joven que lo único que hizo fue dejarse llevar por palabras mías de despedida
tras aquella cacería de brujas de la visita del Papa Benedicto XVI por la que
todavía ni el Vaticano se ha pronunciado. Nadie crea que estoy faltando a mi
deber de creer en la conversión siempre posible de cualquier ser humano. Y es
que aunque ya algo sugerí en aquel post enigmático que colgué antes de viajar:
“Aquelarre en el callejón del muerto”; ahora tras nuestro regreso que se
produjo el pasado 6 de agosto contrario a muchos pronósticos incluyendo
posiblemente al del informe de “Marcos”; puedo desmontar buena parte del
operativo del que estaba siendo objeto por parte de la Seguridad del Estado
quien intentaba engañarme aprovechándose de mi buena fe y del consabido flujo
de desertores a la moda.
Gracias a la
solidaridad de un pueblo entero que deserta y en deploro de oscuros personajes
para quienes ya se va haciendo muy tarde para cambiar de bando, cada vez más
aislados, pude conocer detalles como que, además de la reunión en el callejón
del muerto de los autos involucrados con almuerzo en cajitas de cumpleaños incluido,
la casa del desprestigiado informante Candito Albernaz constituyó el puesto de
mando local y hasta posible albergue en el operativo; que Vladimir, veterano
agente desde hace décadas en el MINAZ fue el chofer asignado a “Marcos” y en
cuyo auto, a pesar de insistentes intentos, e ignoro el real objetivo, solo por
obra y gracia de Dios no consiguieron sentarme, y que las constantes rondas de
chivatos locales habituales y tan repudiados popularmente como Jesús Ramos o
Raúl Cabello no fueron para vigilar al extraño visitante casi disfrazado de
turista, no eran otros de sus habituales patrullajes, sino que cumplían la
función de proteger a su Caballo de Troya introducido por fin tras semanas de
entrenamiento y lecturas en la casa del pastor.
El modus operandi
de utilizar probables deserciones lo único que me confirma es que hasta la
inteligencia y la contrainteligencia lo reconocen como escenario actual. Y a
pesar de los esfuerzos y comprobando además que se encuentran entre mis mas
ávidos lectores me siento en el deber de advertirles: pese al teatro de
“Marcos” no conseguirán apagar mi fe en que seguirán llegando auténticos
arrepentidos, que por cada “Marcos” hay nueve reales desertores aunque no se
muestren tan visibles como él, tal vez al estilo del que nos sugiere la
excelente opera prima alemana de Florian Henckel von Donnersmarck “La vida de
los otros”, aganadora del Oscar a la mejor película extranjera de su año, y a
los cuales suelo olfatear de vez en cuando, aun cuando ni siquiera medie un
guiño. Por lo demás, ahora deberán ingeniarla mejor, si acaso fui su presa en
la mirilla con casi un Ramón Mercader elevando el piolet, ahora ya estoy a
sobre aviso, ha aumentado el número de mis cómplices, directamente proporcional
al de sus desertores, y se les hará más
difícil atraparme. ¡Sin dejar fuera a Dios, en quien confío aun más en medio de
este río revuelto!
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