Por: Leonardo Rodríguez Alonso
El pasado 6 de mayo de 2014 en La Habana hubo un fraude masivo en el examen de Matemática para el ingreso a los estudios superiores, suceso que no ocurrió de manera fortuita.
Hay una sentencia que dice: «Aquellos vientos trajeron estos lodos» y no me inhibiré de señalar al culpable de esta suciedad que baña nuestra nación. El responsable ha sido la máxima autoridad de este país que se ha burlado de un pueblo que lo dio todo a favor de la nación cubana. Dicha autoridad en su mega megalomanía quería mostrar al mundo que todo lo más grande del planeta se encontraba en Cuba y, como de educación se trata, nos detendremos en las Escuelas Secundarias Básicas en el Campo (ESBEC): centros de estudio y trabajo que proliferaron a todo lo largo y ancho del país.
Las grandes mentiras, fraseologías y eslóganes han llevado a la perdición política a esta nación de padres solos (me refiero a los dirigentes, los pobres, sus hijos no quieren saber de lo que ellos preconizan).
A partir de mi experiencia personal ilustraré con algunos ejemplos las causas que conducen a estos acontecimientos.
En los años 70 ' trabajada como profesor de Biología en una de las cinco ESBEC que existían en el municipio de Remedios: la ESBEC «Luis ArcosBergnes». Recuerdo que la última en construirse fue la ESBEC «Mártires de Angola». El día de su inauguración, mientras miles de estudiantes y trabajadores asistían al solemne acto, las heces fecales corrían por la parte trasera del edificio.
Había una emulación encarnizada entre las ESBEC por ocupar el primer lugar nacional y ser merecedores de estar en el desfile por el 1ro de Mayo con el Comandante en Jefe. Por supuesto, la ESBEC «1ro de Mayo» (YABU 1) no tenía rival. Las visitas del Comandante en Jefe a este centro docente eran habituales, de esto puede dar fe una de sus rutilantes estrellas: Miguel A. Díaz-Canel Bermúdez, primer vicepresidente de la República de Cuba.
Estas escuelas se nutrían con niños de zonas rurales y algún otro hijo de ilustres personajes de zonas urbanas que lograban colar en estos centros priorizados. La matrícula sobrepasaba los 600 alumnos, con un 100 por ciento de promoción con calidad.
En mi debut como profesor en 1975 en la mencionada ESBEC «Luis ArcosBergnes», por cierto, hoy convertida en prisión, cometí el grave error de permitir que me desaprobara un alumno en el primer trabajo de control, ¡pobre de míᴉ, dije la verdad acerca de la despreocupación del alumno. Acelia Simón (funcionaria de Educación Provincial) se puso de pie, dio dos trompadas sobre la mesa y sentenció: al alumno despreocupado hay que hacerlo preocupado.
Visitas de todos los niveles me hicieron la vida imposible, desaprobar a un alumno era como negarse a participar en la guerra de Angola, no pertenecer a los CDR, tener dólares en el bolsillo, ponerse un pitusa, oír a los Beatles o a José Feliciano, decir que en Cuba gobierna una tiranía, entre otras cosas.
Por supuesto, nunca más desaprobé a un alumno y pasé a ser un excelente profesor, cuando en realidad me convertí en un ser apático y el choque entre el deshonor y la honestidad comenzaron a formar parte de mi vida cotidiana. El promocionismo a la postre fue la causa de mi renuncia al magisterio. Fui testigo y parte de los orígenes de los famosos exámenes de la dignidad, promovidos por la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). Esta práctica consistía en dejar solos a los alumnos para que hicieran los exámenes.
También presencié a una profesora suplicándole a un estudiante que se negaba a hacer la prueba. Este sabía lo costoso que podía ser para ella que la dejara en blanco y ante su súplica aceptó hacerla, para así engrosar la fila de los aprobados.
En fin, estos son algunos ejemplos que muestran cómo esta Revolución necesita de una revolución, sobre todo en lo moral, pues aquellos discípulos de ayer son los padres, los abuelos, los dirigentes y mandamandones de hoy; son los que sustraen las pruebas de ingreso o los que tienen que coger los toros por los cuernos, pero sus manos están resbaladizas y en su pecho no late uncorazón inquebrantable que los impulse a penetrar en el lodazal de la corrupción.
Vendrá el nuevo curso y será igual, porque la mayoría de los educadores honestos se han marchado o viven, como la maestra Carmela, luchando contra los molinos.
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