Por Lincoln Diaz-Balart
Fui invitado a pronunciar unas palabras el 28 de enero en
una cena en el Instituto San Carlos de Cayo Hueso. Estuvo presente esa noche
una amplia representación de la Ciudad de Cayo Hueso, además de la dirección
del Instituto San Carlos, donde habló Martí en 1892. Desde 1871, el San Carlos
ha simbolizado la aspiración de libertad de los cubanos.
Comencé mis palabras en la noche del 28 de enero agradeciéndole
a Diana Arteaga el gesto de la invitación. Diana es una joven y brillante
abogada, miembro de la Junta Directiva del San Carlos, que lleva a Cuba en lo más
profundo de su corazón. Es una joven líder extraordinaria.
Hice énfasis en la admirable e histórica labor del abogado
cubano que salvó al Instituto San Carlos de la destrucción, Rafael Peñalver.
Realmente no se puede agradecer suficientemente lo que ha hecho Rafael Peñalver
al lograr preservar ese bello santuario de cubanía.
Recordé que nos reuníamos esa noche en el natalicio de
Martí. Las paredes del San Carlos están cubiertas de recuerdos de su
pensamiento, de su sacrificio, y de su amor por Cuba. Una de las cartas de Martí
en las paredes del San Carlos es a su amigo Rafael Serra. En ella le recordaba (y
nos dice a todos los que anhelamos ver a Cuba libre) “esté yo aquí o allá, haga
como si lo estuviese yo siempre viendo…no se canse, no se canse de defender, ni
de amar. No se canse de amar”.
Martí es el amor, la justicia, la libertad, el Estado de
Derecho, la verdadera Cuba. La brutal y dantesca finca particular feudal de los
Castro es la anti-Cuba. La Cuba de los Castro no tiene nada que ver con la
verdadera Cuba, la que soñó Martí.
Para mí, expliqué, el 28 de enero tiene, además, un
especial significado porque mi padre, Rafael Diaz-Balart, exactamente 55 años
antes, el día 28 del primer mes de la tiranía de Castro, junto a un pequeño
grupo de cubanos y cubanas en Nueva York (en gran parte, emigrados cubanos, como
Pedro Peña y George Fernandez, que habían ido a pelear contra los Nazis como voluntarios
en el ejército de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, y más tarde
habían hecho sus vidas en Nueva York), fundó La Rosa Blanca para denunciar los fusilamientos
que ya habían comenzado en Cuba. Casi la totalidad del mundo, incluyendo el
gobierno de Estados Unidos, y la gran mayoría del pueblo cubano, apoyaban a la
novel tiranía en esos momentos. De todas las cosas que hizo mi padre en su
vida, su digna postura en enero de 1959 denunciando los fusilamientos de
cubanos sin juicio o tras farsas al estilo de circos romanos, es lo que más le
admiro.
Aquí entre nosotros, dije, se encuentra el Fiscal de Cayo
Hueso Manny Madruga, cuya familia sufrió uno de esos dantescos fusilamientos
por la recién estrenada tiranía. En las ergástulas totalitarias durante esos
primeros años cuando nadie escuchaba, hombres y mujeres que sufrían la barbarie
se enteraron que en el exilio se había formado La Rosa Blanca para denunciar el
horror que sufrían. Y La Rosa Blanca se convirtió en un símbolo de resistencia
a la barbarie de Castro.
Hoy, en este 28 de enero de 2014, un grupo de hombres y
mujeres se reunieron en la sede que acoge a las delegaciones de “La Rosa
Blanca” y de “Cuba Independiente y Democrática”, en Santa Clara, para
conmemorar, dentro de Cuba, la fundación de La Rosa Blanca por ese grupo de
cubanos y cubanas hace 55 años en Nueva York.
Mucho ha cambiado en estos 55 años. Hoy, la abrumadora
mayoría de los cubanos se opone a la tiranía. Y el tirano, repudiado por el
pueblo de Cuba, es casi un cadáver insepulto. Pero la condenable falta de solidaridad
internacional con el derecho de los cubanos a ser libres continua, como hemos
presenciado en la vergonzosa “cumbre de la CELAC” en La Habana en estos días.
Es precisamente debido a esa falta de solidaridad que yo trabajé
intensamente en el Congreso de Estados Unidos para “codificar” (para convertir
en ley), con la decisiva ayuda de Bob Menéndez e Ileana Ros-Lehtinen, los
decretos presidenciales que constituían “el embargo” de Estados Unidos contra
la tiranía de Castro, y para también hacer ley el requerimiento de que, para
que un Presidente de Estados Unidos pueda levantar el embargo y normalizar las
relaciones económicas de Estados Unidos con Cuba, tres cosas tienen que suceder
previamente en Cuba: La liberación de todos los presos políticos, sin
excepciones, la legalización de todos los partidos políticos, los sindicatos
obreros y la prensa, y la convocatoria de elecciones libres para los cubanos.
En cuanto se cumplan esas tres condiciones, desaparecerá el embargo. En la práctica,
lo que hicimos en el Congreso fue poner en las manos de la oposición cubana (en
coordinación y comunicación con los Congresistas cubano-americanos) un gran
instrumento para lograr que la libertad llegue a Cuba.
Hay dos posibilidades para el futuro de Cuba, dije. O se
toma el rumbo de la República Checa y Polonia, etc. hacia la libertad, o se
establece una dictadura cruel y anti-obrera como las de China y Vietnam. La
“codificación” del embargo americano y las condiciones para su levantamiento, constituyen
una importante garantía de que triunfará la libertad.
Terminé entonces con una reflexión sobre el futuro de
Cuba y Cayo Hueso. La tiranía está en su última etapa, y no solo por la
avanzada edad del tirano. No existen instituciones en Cuba. La tiranía, ese
régimen de gángsteres, por gángsteres, y para gánsteres dirigido por el gángster
en jefe, se mantiene solo a base del terror.
Al liderazgo de Cayo Hueso les pedí que sean consistentes
con su pasado. Cayo Hueso personifica la libertad y la tolerancia. Nadie tendrá
una relación más estrecha con Cuba, pero aseguren ese futuro de amistad con
Cuba siendo solidarios con el pueblo cubano hoy, y no con sus carceleros, que
pronto estarán en el basurero de la más triste y condenable historia.
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