Monday, February 10, 2014

Recordando a Martí




Por Lincoln Diaz-Balart

Fui invitado a pronunciar unas palabras el 28 de enero en una cena en el Instituto San Carlos de Cayo Hueso. Estuvo presente esa noche una amplia representación de la Ciudad de Cayo Hueso, además de la dirección del Instituto San Carlos, donde habló Martí en 1892. Desde 1871, el San Carlos ha simbolizado la aspiración de libertad de los cubanos.

Comencé mis palabras en la noche del 28 de enero agradeciéndole a Diana Arteaga el gesto de la invitación. Diana es una joven y brillante abogada, miembro de la Junta Directiva del San Carlos, que lleva a Cuba en lo más profundo de su corazón. Es una joven líder extraordinaria.

Hice énfasis en la admirable e histórica labor del abogado cubano que salvó al Instituto San Carlos de la destrucción, Rafael Peñalver. Realmente no se puede agradecer suficientemente lo que ha hecho Rafael Peñalver al lograr preservar ese bello santuario de cubanía.

Recordé que nos reuníamos esa noche en el natalicio de Martí. Las paredes del San Carlos están cubiertas de recuerdos de su pensamiento, de su sacrificio, y de su amor por Cuba. Una de las cartas de Martí en las paredes del San Carlos es a su amigo Rafael Serra. En ella le recordaba (y nos dice a todos los que anhelamos ver a Cuba libre) “esté yo aquí o allá, haga como si lo estuviese yo siempre viendo…no se canse, no se canse de defender, ni de amar. No se canse de amar”.

Martí es el amor, la justicia, la libertad, el Estado de Derecho, la verdadera Cuba. La brutal y dantesca finca particular feudal de los Castro es la anti-Cuba. La Cuba de los Castro no tiene nada que ver con la verdadera Cuba, la que soñó Martí.

Para mí, expliqué, el 28 de enero tiene, además, un especial significado porque mi padre, Rafael Diaz-Balart, exactamente 55 años antes, el día 28 del primer mes de la tiranía de Castro, junto a un pequeño grupo de cubanos y cubanas en Nueva York (en gran parte, emigrados cubanos, como Pedro Peña y George Fernandez, que habían ido a pelear contra los Nazis como voluntarios en el ejército de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, y más tarde habían hecho sus vidas en Nueva York), fundó La Rosa Blanca para denunciar los fusilamientos que ya habían comenzado en Cuba. Casi la totalidad del mundo, incluyendo el gobierno de Estados Unidos, y la gran mayoría del pueblo cubano, apoyaban a la novel tiranía en esos momentos. De todas las cosas que hizo mi padre en su vida, su digna postura en enero de 1959 denunciando los fusilamientos de cubanos sin juicio o tras farsas al estilo de circos romanos, es lo que más le admiro.

Aquí entre nosotros, dije, se encuentra el Fiscal de Cayo Hueso Manny Madruga, cuya familia sufrió uno de esos dantescos fusilamientos por la recién estrenada tiranía. En las ergástulas totalitarias durante esos primeros años cuando nadie escuchaba, hombres y mujeres que sufrían la barbarie se enteraron que en el exilio se había formado La Rosa Blanca para denunciar el horror que sufrían. Y La Rosa Blanca se convirtió en un símbolo de resistencia a la barbarie de Castro.

Hoy, en este 28 de enero de 2014, un grupo de hombres y mujeres se reunieron en la sede que acoge a las delegaciones de “La Rosa Blanca” y de “Cuba Independiente y Democrática”, en Santa Clara, para conmemorar, dentro de Cuba, la fundación de La Rosa Blanca por ese grupo de cubanos y cubanas hace 55 años en Nueva York.

Mucho ha cambiado en estos 55 años. Hoy, la abrumadora mayoría de los cubanos se opone a la tiranía. Y el tirano, repudiado por el pueblo de Cuba, es casi un cadáver insepulto. Pero la condenable falta de solidaridad internacional con el derecho de los cubanos a ser libres continua, como hemos presenciado en la vergonzosa “cumbre de la CELAC” en La Habana en estos días.

Es precisamente debido a esa falta de solidaridad que yo trabajé intensamente en el Congreso de Estados Unidos para “codificar” (para convertir en ley), con la decisiva ayuda de Bob Menéndez e Ileana Ros-Lehtinen, los decretos presidenciales que constituían “el embargo” de Estados Unidos contra la tiranía de Castro, y para también hacer ley el requerimiento de que, para que un Presidente de Estados Unidos pueda levantar el embargo y normalizar las relaciones económicas de Estados Unidos con Cuba, tres cosas tienen que suceder previamente en Cuba: La liberación de todos los presos políticos, sin excepciones, la legalización de todos los partidos políticos, los sindicatos obreros y la prensa, y la convocatoria de elecciones libres para los cubanos. En cuanto se cumplan esas tres condiciones, desaparecerá el embargo. En la práctica, lo que hicimos en el Congreso fue poner en las manos de la oposición cubana (en coordinación y comunicación con los Congresistas cubano-americanos) un gran instrumento para lograr que la libertad llegue a Cuba.

Hay dos posibilidades para el futuro de Cuba, dije. O se toma el rumbo de la República Checa y Polonia, etc. hacia la libertad, o se establece una dictadura cruel y anti-obrera como las de China y Vietnam. La “codificación” del embargo americano y las condiciones para su levantamiento, constituyen una importante garantía de que triunfará la libertad.

Terminé entonces con una reflexión sobre el futuro de Cuba y Cayo Hueso. La tiranía está en su última etapa, y no solo por la avanzada edad del tirano. No existen instituciones en Cuba. La tiranía, ese régimen de gángsteres, por gángsteres, y para gánsteres dirigido por el gángster en jefe, se mantiene solo a base del terror.


Al liderazgo de Cayo Hueso les pedí que sean consistentes con su pasado. Cayo Hueso personifica la libertad y la tolerancia. Nadie tendrá una relación más estrecha con Cuba, pero aseguren ese futuro de amistad con Cuba siendo solidarios con el pueblo cubano hoy, y no con sus carceleros, que pronto estarán en el basurero de la más triste y condenable historia.

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