Por Lincoln Diaz-Balart
El Papa Benedicto XVI nunca debería haber aceptado las condiciones en las que insistió la dictadura cubana para su viaje. Al seguir las condiciones de la dictadura al pie de la letra, el viaje constituyó una triste manifestación de falta de solidaridad hacia la opresión del pueblo cubano.
Fue impropio que el Papa no se reuniera con las “Damas de Blanco”, Católicas devotas. Fue impropio que no mencionara el sacrificio de Zapata, Villar y Laura Pollán, mártires recientes de la lucha por la libertad de Cuba.
Se conoce comúnmente que el matrimonio de conveniencia de la Iglesia con la dictadura fue planeado y guiado por el colaboracionista Cardenal cubano Ortega. Pero el hecho que el Señor Cardenal (“¡Saquen a la fuerza a los opositores pacíficos de la iglesia!”), haya sido quien planeó la boda, no justifica el matrimonio.
Se ha repetido la historia en Cuba. Recientemente re-leí la magistral obra sobre la política del Vaticano hacia Cuba en el siglo 19 por el historiador Jesuita Manuel Maza Miguel, “Entre la Ideología y la Compasión”. León XIII, un sumo Pontífice erudito y extremadamente respetado, fue aliado de muchas justas causas en su tiempo, pero no fue amigo de la libertad de Cuba. Maza Miguel describe como iglesias Católicas fueron utilizadas como fuertes del ejército colonial español en Cuba. “¿Cómo explicar que un Papa, como el extraordinario León XIII, tan solidario con la clase obrera, no pudiera comprender la justicia de la causa independentista de Cuba?”. El historiador Jesuita continua, “Las medidas que tomarían las autoridades civiles y eclesiásticas españolas contra los que buscaban un nuevo rumbo para Cuba limitarían decisivamente la presencia y el vigor del catolicismo en el ethos cubano”.
Hay muchos católicos admirables y patriotas en Cuba, y la Iglesia sobrevivirá esta difícil prueba de fe para los católicos cubanos. Pero la historia no se puede separar de la política. No es sorprendente que, en contraste con muchos países de Europa y Latinoamérica, nunca hubo un partido político “Demócrata Cristiano” de importancia durante la primera República (1902-1958). Yo creo que la influencia política de la Iglesia será aún menor en la Segunda República que se aproxima a pesar de la cruel falta de solidaridad que los cubanos han sufrido por más de cinco décadas.
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