Wednesday, May 2, 2012

¿Cardenal o vocero del totalitarismo cubano?



Por Normando Hernández


En enero de 2011, publiqué en diariodecuba.com un comentario titulado ¿Cómo entender al Cardenal? En el mismo analizaba como el máximo representante de la iglesia católica cubana cogía el Pulpito de la iglesia para servir de vocero del gobierno  totalitario imperante en Cuba, para promocionar las supuestas reformas que habían emprendido los hermanos Castro. Asimismo el cardenal responsabilizaba al pueblo si las “reformas” fracasaban.


En el artículo de marras recomendaba, para poder entender al cardenal, un juego infantil que me enseñó mi hijita; llamado “El mundo al revés”. El juego consiste en interpretar de forma contraria todo lo que decimos.

Hoy más que nunca toma vigencia entender, al revés, lo que expresa el cardenal Jaime Ortega y Alamino.

Decir en el foro Iglesia y Comunidad: un diálogo sobre el rol de la Iglesia Católica en Cuba, auspiciado por el Centro de Estudios Latinoamericanos David Rockefeller, de la Universidad Harvard, en Cambridge, Massachusetts, que el grupo de los 13 opositores,  pertenecientes al Partido Republicano de Cuba (PRC), que tomaron la Basílica Menor de la Iglesia de Nuestra Señora de la Caridad, en Centro Habana, el 13 de marzo “no fueron sacados a la fuerza”, además de ser  una ofensa a la inteligencia humana ya que solo la palabra desalojo lleva implícita en sí la violencia; hay que interpretarlo de forma contraria y creer lo que aseguró,  Emilio Torres Pérez, uno de los ocupantes: "Fuimos sacados brutalmente del templo".

Por otro lado utilizar la terminología de los liberticidas que mandan en Cuba y expresar que todos los ocupantes pacíficos de la iglesia “eran antiguos delincuentes” tenemos que interpretarlo como los héroes de hoy que serán mártires mañana si nos guiamos por el cardenal Ortega. Decir: “había toda una gente allí sin nivel cultural” hay que dilucidar que los ocupantes son expertos en lucha de La acción noviolenta, discípulos de las enseñanzas de Martin Luther King Jr., Mahatma Gandhi, Gene Sharp. Asimismo asegurar: “algunos con trastornos sicológicos”  tenemos que definirlo como que son unas de las personas más cuerdas que existen hoy dentro de Cuba. Además, las palabras del cardenal dirigidas a estos cubanos son una falta de respeto a la dignidad humana y sus criterios completamente contrarios a la doctrina de Nuestro Señor Jesucristo que, en sus últimos momentos de su paso por la tierra, colgado en la Cruz llegó a encontrar bueno a uno de los dos delincuentes entre los que estaba crucificado.

Pero la cobardía del cardenal Ortega no tiene límites. Revelar una supuesta conversación que sostuvo con el Obispo Agustín Román, que no puede defenderse porque recientemente falleció, es de muy baja catadura moral. Afirma el Sr. Ortega: “Román, me llamó aparte y me dijo: ‘En tus discursos, en tus homilías, tú hablas de reconciliación. No menciones esa palabra en Miami’”, recordó Ortega. “Me costó quitarla pero él conocía mejor el terreno que yo. Pero es terrible que un obispo, que nosotros tengamos que callar esa palabra que es nuestra, que es propia del cristianismo”. Ahora habría que preguntarle al cardenal si reconciliación para él significa solidarizarse con el victimario y darle la espalda a la víctima. Si reconciliación es despreciar a “antiguos delincuentes” denigrar a las personas “sin nivel cultural” o darle la espalda a los que tienen “trastornos psicológicos”. Quizás reconciliación para el cardenal es alinearse, ser cómplice y vocero de los que tienen, no solo las manos, sino hasta las entrañas manchadas de sangre en Cuba.

Sobre  nuestro destierro el cardenal afirmó que las Damas de Blanco estuvieron de acuerdo con el exilio forzado. ¡Ya sabemos como entender las afirmaciones del cardenal!

En mi caso muy particular cuando el cardenal me llamo a la prisión para informarme que sería puesto en libertad si aceptaba ser trasladado a España junto a mi familia le dije que sí y le di las gracias por su gestión. No me dejaron despedirme de mi padre, hermana y sobrinos. Me encontré en el aeropuerto con mi esposa e hija y en nuestro pasaporte estamparon SALIDA DEFINITIVA. Ahora no me arrepiento del paso que di, pero sí en haber confiado en un cardenal vocero del totalitarismo cubano.

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