Saturday, September 13, 2014

Carta a Lincoln Díaz Balart sobre Rómulo Betancourt

Estimado Lincoln:

Debo comenzar por agradecerte, a ti y a tu hermano Mario, la invariable solidaridad que le han dado a la causa democrática de Venezuela y resto de la América Latina.

Me impresionó gratamente en nuestra pasada conversación, el interés que tienes en la figura de Rómulo Betancourt, a quien considero uno de los baluartes fundadores de la Democracia en Venezuela y toda Iberoamérica.

Te prometí que te haría unos comentarios sobre Rómulo y de seguidas me atrevo a cumplir la promesa. En estos tiempos en que nuestros líderes emergentes, agobiados de cultura mediática, parecen blandir un necio rechazo a las experiencias del pasado, es bueno reactivar el testimonio de Rómulo Betancourt, mutatis mutandi, muy útil para construir pistas en el presente.

Rómulo creía en el pueblo organizado. Postulaba que el pueblo en abstracto sólo sirve para pasto de los demagogos, asunto que por cierto se ha confirmado con la implantación de caudillos mesiánicos “salvadores de la patria” como Castro, Chávez, Morales, Somoza, Correa, Pinochet, Ortega y similares.

Por eso sostenía además ese clarividente líder que la Democracia es un asunto pedagógico, que hay que educar a los ciudadanos para la convivencia democrática y la defensa de la instituciones. Que hay que enseñarlos a pensar para que no venga cualquier astuto populista a meterles gato por liebre.

Revisemos someramente algunos aspectos de la obra y testimonio de Rómulo Betancourt.

Política es humanismo.

El era severo con los políticos que no escribían, no sistematizaban sus experiencias para el provecho de las generaciones venideras de dirigentes. A esos que él llamaba ágrafos, les recordaba que un político de veras tiene que ser un intelectual. Leer y escribir. Formarse en la comprensión de su realidad y la global. Eso desde luego, está en perfecta concordancia con la visión del político como educador y comunicador.

Rómulo, que como líder brotó del movimiento estudiantil, que en Venezuela es anterior cronológicamente a los otros movimientos sociales del siglo XX, era él mismo un intelectual, estudioso de las doctrinas políticas, la historia, la literatura y el tema petrolero -entre nosotros un asunto capital. 

Sus libros, discursos y conferencias son de gran utilidad hoy para el diseño de las nuevas estrategias de defensa y relanzamiento de la Democracia.

Un hombre con un proyecto

No martirizó a Rómulo el vicio del providencialismo. La creencia de que él había nacido para dirigir a la nación. La visión heroica de la política. Sabía que la Venezuela víctima de tantos autócratas, reclamaba ser dirigida por líderes y no caudillos. Que la alternativa a la dictadura no podía ser un hombre, tipo el finado comediante eterno venezolano, sino un Proyecto de rango histórico impulsado por un esfuerzo colectivo.

El Proyecto de Betancourt y sus aliados, que comenzó perfilarse en la década de los 30 de la centuria pasada, en su exilio en Barranquilla, Colombia, buscaba originalidad e inspiración en la realidad nuestra. Al principió Rómulo sufrió el encandilamiento con el marxismo que afecto a la mayoría de los jóvenes rebeldes de su época, pero un hombre perspicaz y realista como él, rápidamente se percató que la superstición comunista no nos sirve a los latinoamericanos, ella solo conduce a la dictadura del proletariado, es decir del partido, es decir del jefe del partido…

Rómulo y sus aliados eran feligreses de la Democracia, concebida como gobierno del pueblo a través de sus representantes y, también, por intermedio de sus organizaciones civiles naturales. Creían en la división y equilibrio de poderes; el estado laico; el pluralismo político, ideológico, étnico, religioso y social; la elección universal, directa y secreta de los mandatarios y miembros de cuerpos deliberantes (no olvidemos que antes las elecciones en Venezuela eran indirectas y no podían votar la mujeres); creían en el Municipio como escenario de la participación popular y el autogobierno; en el Imperio de la Ley y la garantía de los derechos humanos; en la necesidad de desarrollo de los movimientos civiles consustanciales al fortalecimiento de la Democracia: campesino, obrero, magisterial, estudiantil, de gremios profesionales, etc.

Eso sin dejar de mencionar que metieron en cintura a un ejército acostumbrado a mandar sin limitaciones, y lo convirtieron en una entidad institucional respetable.

Y desde luego que siempre consideraron irrenunciable para la convivencia en nuestros países, la circulación de las élites, la alternabilidad republicana y el rechazo a todas las variantes del continuismo.

Y en el territorio económico estaban comprometidos con la Reforma Agraria en un país donde el campo estaba esterilizado por los latifundios; en la recuperación del negocio petrolero y su uso como plataforma de soberanía y de diversificación de la economía (su libro “Venezuela política y petróleo” es un clásico de la materia); y claro está, como eran tiempos cepalistas, ellos creían de buena fe en una economía de libre mercado mitigado y de sustitución de importaciones.

Aquí hay que detenerse; está claro que la libre competencia y el mercado libre son claves para el desarrollo de los países y la superación de la pobreza, pero también que la mayoría de nuestros empresarios, acostumbrados a la protección del estado, son alérgicos a competir y por eso tienen que ser vigilados, estimulados al ejercicio de un capitalismo solidario –que disminuya la capa de pobres e incremente la clase media.

No es ocioso agregar que el Proyecto del betancourismo incluía también el perdón cristiano, si ser él un político confesional. Por eso y con la colaboración de los presidentes Raúl Leoní y Rafael Caldera, facilitó la reconversión democrática e incorporación a la institucionalidad que pretendieron destruir, de los guerrilleros comunistas que se alzaron armas contra el estado y fueron derrotados.

O sea que con todas las objeciones que se le puedan hacer a Rómulo y su equipo, ellos no representaban una viciosa ambición de mando sino un Proyecto de transformación.

La política democrática se hace con partidos

Una de las preocupaciones actuales es que los grupos alternativos al disparate neocomunista del comediante eterno venezolano y sus secuaces, lucen una jurásica propensión caudillista, con refinamiento de Harvard y complacencia mediática.

Rómulo no. El entendió que había que construir un partido moderno, de dirección colectiva, policlasista y tan democrático como la sociedad que quería crear.

Que los partidos no se hacen con vocinglería mediática y el voluntarismo autoritario de los jefes. Se construyen con y dentro del pueblo, población por población, barrio por barrio, sector social por sector social, como él levantó a Acción Democrática a lo largo y ancho de la nación venezolana. El partido era, es hoy más que nunca y pasará mucho tiempo antes que deje de serlo, el gran instrumento del porvenir.

Y Rómulo Betancourt se tuvo confianza, no tuvo miedo de competir con la inteligencia de los otros, por eso no creó un partido para ser un amo rodeado de obedientes. Por el contrario, busco incorporar a su organización gran parte de lo mejor de la élite venezolana. Así logró la incorporación de:
Nuestro principal novelista, Rómulo Gallegos; nuestro primer poeta, Andrés Eloy Blanco; el ensayista de mayor proyección internacional, Mariano Picón Salas; un político de fuste y experto abogado laboralista, Raúl Leoni; el petrolero baluarte de la fundación de la OPEP, Juan Pablo Pérez Alfonzo; diplomáticos de solera como Marcos Falcón Briceño y Enrique Tejera París; uno de los más ilustres educadores, Luis Beltrán Prieto Figueroa; amén de lo más granado del liderazgo obrero, campesino, estudiantil y profesional del país.

El partido que depende de su mismo, de la comunicación directacon el pueblo, con responsabilidad electoral pero sobre todo pedagógica, que puede resistir el chantaje de los medios de comunicación social y hablar en igualdad de condiciones con empresarios y gremios, fue la gran obra de Rómulo Betancourt.

Por eso fundó a Acción Democrática, un partido que ejerció durante seis períodos la Presidencia de la República, e impulsó cambios con errores y aciertos, en los años amables de la Democracia Civil, desbaratada por el comediante eterno y sus mesnadas arrasadoras.

Gracias entonces al funcionamiento de  la Democracia que él contribuyó a edificar, Betancourt pudo derrotar las conspiraciones de derecha e izquierda que pretendieron devolver a Venezuela a las pesadillas decimonónicas.

Oposición democrática

Y Rómulo, político profesional y moderno, comprendió que no basta con el gobierno para la sobrevivencia de la Democracia. Que es necesario promover el desarrollo de partidos de oposición leales al proyecto democrático. Por eso posibilito en lugar de bloquear el desenvolvimiento de COPEI y URD y la pertinencia de líderes como Rafael Caldera y Jóvito Villalba.

Contra el gobierno de Betancourt conspiraron sin éxito los viejos militares golpistas, el dictador dominicano Chapita Trujillo y el siniestro déspota cubano Fidel Castro. A todos los derrotó.

Es más, Rómulo era el único líder mundial que podía presumir de haber derrotado política y militarmente al dictador comunista Castro, quien armó, entrenó y financió una guerrilla para asaltar el poder en Venezuela. Gracias al liderazgo de Betancourt y otras figuras de la Democracia, Castro y su guerrilla terminaron con las tablas en la cabeza.

Doctrina Betancourt

          Un político como Rómulo, que sin dejar de ser telúrico era culto y cosmopolita, tuvo claro la necesidad de establecer la solidaridad continental para la defensa de la Democracia. Para fortalecer los gobiernos e iniciativas democráticas y aislar a las dictaduras.

          Así planteó la Doctrina Betancourt que postuló la necesidad de un sistema interamericano democrático y plural, con exclusión de tiranías como la del siniestro trío Fidel, Raúl Castro y Che Guevara. Si exceptuamos a Muñoz Marín, Haya de la Torre, Figueres, Prío Socarrás, Lleras Camargo, Frondizi y otros luminosos, la desgracia de América Latina todavía tiene mucho que ver con que sus líderes no asumieron con vigor la pertinencia de la Doctrina Betancourt.

          Y como nadie es perfecto ni es conveniente que lo sea, porque ese es el germen del mesianismo pernicioso, Rómulo fue un hombre de carne y hueso, con defectos y errores. Los que lo conocieron de cerca cuentan que, aunque era muy abierto y tolerante en la política grande, en lo personal era irritable e intransigente.

          Incluso su lenguaje podía llegar a ser desagradablemente virulento, como cuando, por ejemplo, calificó a Jóvito Villalba, orador de alto vuelo y uno de los fundadores de la Democracia, de cadáver insepulto.

          A pesar de los trabajos de especialistas competentes y acuciosos como Manuel Caballero, Carrera Damas y Naudy Suárez, todavía Rómulo no ha sido suficientemente estudiado. En lo que a mi atañe, modestamente creo, que verbigracia, él pudo evitar la divisiones de Acción Democrática que envolvieron a Raúl Ramos Giménez y Luis Beltrán Prieto Figueroa, ya que no había en ellos ruptura ideológica como la que englobó al movimiento juvenil MIR, que se dejó intoxicar con el marxismo tropical.

          También creo que algunas de las facetas de la pesadilla que hoy vivimos, por obra del comediante eterno y sus vestales que han llegado hasta el sacrilegio de desnaturalizar el Padre Nuestro, encuentran su lejano origen en el centralismo de partidos como Acción Democrática y su empeño en controlar la distintas manifestaciones de la sociedad civil, asuntos frente a los cuales Betancourt no fue suficientemente vigilante.

          Bueno querido amigo Lincoln, te reitero mi afecto y amistad y espero que te sea leve la lectura de esta larga carta.

          Alexis Ortiz

          Pembroke Pines, Florida, EEUU.

          Setiembre de 2014.  

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