Tuesday, January 7, 2014

La juventud cubana preocupa a Castro


Por César Menéndez Pryce 

En su último discurso Raúl Castro le presta una especial atención a la juventud cubana a quien, según él, desde el exilio, “se afanan engañosamente en vender las supuestas ventajas de prescindir de ideologías y conciencia social…, para inducir la ruptura entre la dirección histórica de la revolución y las nuevas generaciones y promover incertidumbre y el pesimismo de cara al futuro…”

Es indiscutible que la juventud cubana y el exilio son parte integrante de un gran todo: el pueblo cubano. La preocupación de parte de ese pueblo cubano, es precisamente, el presente de esta juventud,  carente de sueños y de futuro. Pero a los jóvenes cubanos no hay que demostrarles cuáles son las causas sus desgracias sociales, ellos la identifican, la nombran, la señalan a eso Raúl Castro le teme.

Los cubanos reconocen, sin tapujos, que en Cuba la educación y la asistencia médica son gratuitas y a ellas tienen acceso el 100 por ciento de la población. Pero ese mismo pueblo cubano percibe que, bajo el “proyecto castrita”, la vida en la isla es realmente miserable, tediosa, insoportable e infunde un total pesimismo.

Por su experiencia vital los jóvenes cubanos saben que Castro quiso convertir a Cuba, en lo que llamó, una potencia médica y educativa. Trató de hacer un oasis dentro del generalizado mal funcionamiento económico de Cuba. ¿Cuál ha sido el resultado? Hospitales sucios, carentes de material clínico y  personal especializado. Las salas de los centros médicos despintadas, con camas rotas, ausencia de aire acondicionado  y carencia de  agua corriente.  Los pacientes ingresados tienen que llevar, de sus casas, las sábanas, el pijama, el cubo para ducharse y, en muchas ocasiones, los medicamentos. Es  un secreto a voces, que las  humildes escuelas  cubanas se mantienen abiertas, a duras penas, gracias al esfuerzo de los improvisados “maestros emergentes”.  Salud y educación gratis, pero a qué precio.

Los jóvenes cubanos conocen los sacrificios de las tres generaciones, que han vivido bajo el castrismo en los últimos 54 años. Visualizan a diario el fracaso de la imposición en la isla de las ideas  leninistas, stalinistas y fidelistas, no solo, por su carácter autoritario y dictatorial, sino por su ineficiente resultado social y los desastrosos frutos económicos.

Estos jóvenes ya  sabían que la abnegación era el precio a  pagar por “el igualitarismo”. Incluso, se resignaban cuando observaban que, en su entorno, tal igualdad no existía. Y resulta que ahora, el gobierno de siempre, les pide peores sacrificios introduciendo un nuevo ingrediente: la desigualdad social.

La institucionalización de la desigualdad, o el reconocimiento público de la misma no fue el descubrimiento necesario para que la juventud entendiera el sistema social cubano.  La juventud está sumergida, desde siempre, en la realidad. La gran mayoría vive en hacinadas casas y observa a diario su entorno familiar. Estos jóvenes ven a sus madres trabajadoras, entre paredes desconchadas y derruidas,  desesperadas por no tener  recursos para alimentar a su prole. Observan a sus mayores “delinquiendo” sistemáticamente  para poder llevarse algo de pan a sus bocas, esas mismas bocas que, en público, vitorean los “logros” de la revolución. Ven, con tristeza y desesperanza, que una historia idéntica a la de sus abuelos y sus padres, es lo que el régimen les tiene reservado para el futuro.

Los jóvenes cubanos  no necesitan que, desde el exilio, les expliquemos sobre sus condiciones laborales, ellos asisten a los centros de trabajo de la isla y ven cuanto se les remuneran por su actividad laboral. Participan en las “tareas” del sindicato fidelista que tienen la principal misión de someter los trabajadores  al régimen.  El sindicato cubano nunca rechazan de plano ninguna medida por abusiva que sea. Al contrario, denuncian a todo aquel que vierta una opinión contraria a la misma. Los jóvenes  saben lo que significa disentir dentro de un sindicato o cualquier organización del régimen, todas subyugadas al único líder.  

Y por la historia de sus padres, no por las del exilio, los jóvenes cubanos saben que este régimen persiguió a los homosexuales y los envió a campos de trabajo, y conocen de las condenas a que fueron sometidos los cubanos que deseaban huir del país en balsas, y saben que practicar cualquier religión fue motivo de expulsión laboral, y saben que aquellas tierras repartidas por la ley de reforma agraria, después, fueron cooperativizadas a la fuerza  para dejarlas cubrir de marabú hasta el día de hoy, cuando hay que importar todo lo se cosechaba en la isla. Y conocen las tristemente célebres operaciones policiales “pitirre en el alambre”, el “plan maceta” y la “operación adoquín”, de los años ochenta, donde multaron y encarcelaron a todo aquel que tuvo éxitos en los negocios autorizados por el estado revolucionario. Conocen el miedo a la policía política y el miedo al partido comunista y el miedo al sindicato y el miedo a los CDR, todos ellos tentáculos de control del aparato castrista.

La sociedad cubana se siente indefensa, el régimen siempre es juez y parte, y no deja espacio al derecho de las personas. Ningún cubano  puede manifestarse  para defender sus derechos y, mucho menos,  aspirar a conquistar nuevos derechos, sin recibir el duro castigo de la omnipresente represión del régimen. La juventud cubana solo tiene espacio para someterse.

Y es normal que los jóvenes de la isla, después de tanto oprobio,  quieran cambiar su realidad, comprenden  que bajo un régimen totalitario y represivo es imposible desarrollar todas las potencialidades que puedan existir en el país. Están convencidos  que jamás habrá desarrollo espiritual, moral, social y económico bajo la política obscurantista, del miedo y la coacción  del actual régimen.

Los jóvenes cubanos no están en contra de Fidel Castro o Raúl Castro o del partido comunista; están, simplemente, a favor de las libertades individuales y sociales, quieren vivir en un Estado de Derecho, con leyes inviolables, transparentes y que obedezcan, en primer lugar, a la libertad y el derecho de las personas.

La juventud cubana sabe que la definición de socialismo en Cuba, consiste en hacer o deshacer  todo lo necesario, utilizando cualquier medio y a cualquier precio para que los Castro permanezcan en el poder. Hace mucho saben que no hay una filosofía, no hay una ideología, no hay un programa ni una constitución, hay una dictadura empecinada en morir abrazada  a la corona y el cetro.

Pero los jóvenes cubanos quieren tomar las riendas de su destino y comprenden que  la única forma posible es luchar por la democracia. Los jóvenes cubanos le temen a las verdades absolutas del poder totalitario, y anhelan que hayan más partidos, más sindicatos, un parlamento donde confluyan diferentes ideas políticas. Quieren poder crear sus propias organizaciones sociales, empresariales, filantrópicas para llevar a cabo sus propios proyectos que siempre redundarán en beneficio social.

Los jóvenes cubanos rechazan seguir sometidos bajo el paralizante aparato estatal que dicta, desde sus cumbres celestiales, la verdad suprema, siempre injusta, siempre cruel, y siempre mentira. La juventud cubana quiere que esa verdad brote de las mentes de cada cubano y se levante como un arco iris multicolor sobre toda la isla y bajo ella edificar  la nueva sociedad.


La valiente juventud cubana se cansó de estar sometida y ya sin miedo, dice basta y comienza a organizarse para luchar por sus derechos. La juventud cubana no está sola, y eso Raúl Castro lo sabe.

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