Por César Menéndez Pryce
En su último discurso Raúl Castro le
presta una especial atención a la juventud cubana a quien, según él, desde el
exilio, “se afanan engañosamente en vender las supuestas ventajas de prescindir
de ideologías y conciencia social…, para inducir la ruptura entre la dirección
histórica de la revolución y las nuevas generaciones y promover incertidumbre y
el pesimismo de cara al futuro…”
Es indiscutible que la juventud cubana y
el exilio son parte integrante de un gran todo: el pueblo cubano. La
preocupación de parte de ese pueblo cubano, es precisamente, el presente de esta juventud, carente de sueños y de futuro. Pero a los
jóvenes cubanos no hay que demostrarles cuáles son las causas sus desgracias
sociales, ellos la identifican, la nombran, la señalan a eso Raúl Castro le
teme.
Los cubanos
reconocen, sin tapujos, que en Cuba la
educación y la asistencia médica son gratuitas y a ellas tienen acceso el 100
por ciento de la población. Pero ese mismo pueblo cubano percibe que, bajo el “proyecto castrita”, la vida en
la isla es realmente miserable, tediosa, insoportable e infunde un total
pesimismo.
Por su experiencia vital los jóvenes cubanos
saben que Castro quiso convertir a Cuba, en lo que llamó, una potencia médica y
educativa. Trató de hacer un oasis dentro del generalizado mal funcionamiento económico de Cuba. ¿Cuál ha sido el
resultado? Hospitales sucios, carentes de material clínico y personal especializado. Las salas de los centros médicos despintadas, con camas
rotas, ausencia de aire acondicionado y carencia de agua corriente. Los pacientes ingresados tienen que llevar, de sus casas,
las sábanas, el pijama, el cubo para ducharse y, en muchas ocasiones, los
medicamentos. Es un secreto a voces, que
las humildes escuelas cubanas se mantienen abiertas, a duras
penas, gracias al esfuerzo de los
improvisados “maestros emergentes”. Salud
y educación gratis, pero a qué precio.
Los jóvenes cubanos conocen los
sacrificios de las tres generaciones, que han vivido bajo el castrismo en los
últimos 54 años. Visualizan a diario el fracaso de la imposición en la isla de
las ideas leninistas, stalinistas y
fidelistas, no solo, por su carácter autoritario y dictatorial, sino por su ineficiente resultado social y los
desastrosos frutos económicos.
Estos jóvenes ya sabían que la abnegación era el precio a pagar por “el igualitarismo”. Incluso, se
resignaban cuando observaban que, en su entorno, tal igualdad no existía. Y
resulta que ahora, el gobierno de siempre, les pide peores sacrificios
introduciendo un nuevo ingrediente: la desigualdad social.
La institucionalización de la
desigualdad, o el reconocimiento público
de la misma no fue el descubrimiento necesario para que la juventud entendiera
el sistema social cubano. La juventud
está sumergida, desde siempre, en la realidad. La gran mayoría vive en hacinadas
casas y observa a diario su entorno familiar. Estos jóvenes ven a sus madres
trabajadoras, entre paredes desconchadas y derruidas, desesperadas por no tener recursos para alimentar a su prole. Observan a
sus mayores “delinquiendo” sistemáticamente para poder llevarse algo de pan a sus bocas,
esas mismas bocas que, en público,
vitorean los “logros” de la revolución. Ven,
con tristeza y desesperanza, que una historia idéntica a la de sus abuelos y sus
padres, es lo que el régimen les tiene reservado para el futuro.
Los jóvenes
cubanos no necesitan que, desde el
exilio, les expliquemos sobre sus condiciones laborales, ellos asisten a los
centros de trabajo de la isla y ven cuanto se les remuneran por su actividad laboral. Participan en las “tareas” del sindicato fidelista
que tienen la principal misión de
someter los trabajadores al régimen. El sindicato cubano nunca rechazan de plano
ninguna medida por abusiva que sea. Al contrario, denuncian a todo aquel que vierta una opinión
contraria a la misma. Los jóvenes saben lo que significa disentir dentro de un
sindicato o cualquier organización del régimen, todas subyugadas al único líder.
Y por la
historia de sus padres, no por las del exilio, los jóvenes cubanos saben que este régimen
persiguió a los homosexuales y los envió a campos de trabajo, y conocen de las
condenas a que fueron sometidos los cubanos que deseaban huir del país en
balsas, y saben que practicar cualquier religión fue motivo de expulsión
laboral, y saben que aquellas tierras
repartidas por la ley de reforma agraria, después, fueron cooperativizadas a la
fuerza para dejarlas cubrir de marabú
hasta el día de hoy, cuando hay que importar todo lo se cosechaba en la isla. Y conocen las tristemente célebres operaciones
policiales “pitirre en el alambre”, el “plan maceta” y la “operación adoquín”, de los años ochenta,
donde multaron y encarcelaron a todo aquel que tuvo éxitos en los negocios
autorizados por el estado revolucionario. Conocen el miedo a la policía
política y el miedo al partido comunista y el miedo al sindicato y el miedo a
los CDR, todos ellos tentáculos de control del aparato castrista.
La sociedad cubana se siente indefensa, el régimen siempre es juez y parte, y no deja
espacio al derecho de las personas. Ningún cubano puede manifestarse para defender sus derechos y, mucho menos, aspirar a conquistar nuevos derechos, sin
recibir el duro castigo de la omnipresente represión del régimen. La juventud
cubana solo tiene espacio para someterse.
Y es normal que los jóvenes de la isla,
después de tanto oprobio, quieran
cambiar su realidad, comprenden que bajo
un régimen totalitario y represivo es imposible desarrollar todas las
potencialidades que puedan existir en el país. Están convencidos que jamás habrá desarrollo espiritual, moral,
social y económico bajo la política obscurantista, del miedo y la coacción del actual régimen.
Los jóvenes cubanos no están en contra de
Fidel Castro o Raúl Castro o del partido comunista; están, simplemente, a favor de las libertades individuales y sociales,
quieren vivir en un Estado de Derecho, con leyes inviolables, transparentes y
que obedezcan, en primer lugar, a la libertad y el derecho de las personas.
La juventud cubana sabe que la definición
de socialismo en Cuba, consiste en hacer o deshacer todo lo necesario, utilizando cualquier medio
y a cualquier precio para que los Castro permanezcan en el poder. Hace mucho
saben que no hay una filosofía, no hay una ideología, no hay un programa ni una
constitución, hay una dictadura empecinada en morir abrazada a la corona y el cetro.
Pero los jóvenes cubanos quieren tomar
las riendas de su destino y comprenden que
la única forma posible es luchar por la democracia. Los jóvenes cubanos
le temen a las verdades absolutas del poder totalitario, y anhelan que hayan
más partidos, más sindicatos, un
parlamento donde confluyan diferentes ideas políticas. Quieren poder crear sus
propias organizaciones sociales, empresariales, filantrópicas para llevar a
cabo sus propios proyectos que siempre redundarán en beneficio social.
Los jóvenes cubanos rechazan seguir
sometidos bajo el paralizante aparato estatal que dicta, desde sus cumbres
celestiales, la verdad suprema, siempre injusta, siempre cruel, y siempre
mentira. La juventud cubana quiere que esa verdad brote de las mentes de cada
cubano y se levante como un arco iris multicolor sobre toda la isla y bajo ella
edificar la nueva sociedad.
La valiente juventud cubana se cansó de estar sometida
y ya sin miedo, dice basta y comienza a
organizarse para luchar por sus
derechos. La juventud cubana no está sola, y eso Raúl Castro lo sabe.
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