Monday, February 20, 2012

UNA OBRA DE AMOR EN UN ESTADO DE DERECHO




Por Orlando Fondevila

En el mismo frontispicio de su Programa, La Rosa Blanca afirma lapidariamente que “La reconstrucción de nuestra patria será una obra de amor, o no será, dentro del marco estricto de un Estado de Derecho, con el claro objetivo de erradicar definitivamente el odio entre cubanos”. Justamente en esas dos ideas: amor y justicia, se fundamente todo el pensamiento político, social y económico de La Rosa Blanca, de acuerdo con los principios y acendradas convicciones de su fundador e inspirador, Rafael Díaz-Balart. Rafael insistía en el hecho de que el énfasis en esa doctrina de amor había sido proclamada, precisamente, en el momento en que se desataba la más virulenta represión contra aquellos que avizoraban –no muchos entonces- el desastre y el horror que ya estaba en marcha.

Esta doctrina de amor y justicia, inscrita en el propio nombre de la organización: La Rosa Blanca, y su incuestionable filiación martiana, se ha visto ratificada en la reciente creación del Instituto La Rosa Blanca, impulsada por Lincoln Díaz-Balart, con el objetivo de ofrecer una continuidad a la primera organización anti-castrista surgida el 28 de enero de 1959. El Instituto viene a adaptarse a las circunstancias actuales, con su Programa como bandera, hasta que en el inevitable escenario de cambio en nuestra patria se constituya en partido político. La doctrina de amor y de justicia continúa siendo, como no podía ser de otra manera, la columna vertebral de la organización. En frente, la permanente e inalterable prédica y acción de odio de la tiranía de los Castro. Aquellos, los mismos que fusilaban, robaban y perseguían desde el primer día de su arribo al poder, como piratas y corsarios disfrazados de guerrilleros por la libertad, son los mismos que hoy encarcelan, reprimen y esclavizan a todo un pueblo. Los mismos que sembraron el odio en la familia cubana son quienes hoy continúan instigando el odio a los verdaderos patriotas, aunque se enmascaren de mansas palomitas. Nada ha cambiado sustancialmente en estos 53 años, salvo la adecuación de las máscaras a las circunstancias sobrevenidas. El fracaso insuperable de la tiranía le obliga a la afiebrada y permanente sustitución de máscaras en un enloquecido intento de sobrevivir. No puede haber engaño. El camaleón podrá cambiar de color para enmascararse ante el peligro, pero su naturaleza permanecerá inalterable. 

Resulta clarificador que la tiranía cubana muestre, sobre todo en los últimos tiempos, una especial saña hacia La Rosa Blanca , acusándola de las más horrendas actuaciones e intenciones. ¿A qué temen los corifeos del castrato? Temen a la probada firmeza de la que ha hecho gala La Rosa Blanca desde su fundación, en los mismo días en que se desataba el horror. Firmeza en su doctrina de amor y de justicia. Y firmeza en su enfrentamiento a la tiranía, sin concesiones ni confusiones. Porque como nos enseñó Rafael, esta doctrina es “bien pensada y profundamente sentida” aunque, por supuesto no seamos “hermanitas de la caridad”. Lo primero es la libertad, y a partir de ahí, el abrazo entre cubanos, el establecimiento de un Estado de Derecho. “Aquellos- decía Rafael- que hayan cometido delitos, tendrán que responder ante tribunales imparciales, con todas las garantías procesales”. “Lo que no queremos –insistía- es que se establezca un sistema nuevo de barbarie…En fin, una democracia, con un Parlamento libre, con pluralismo político, con la legalización de todos los partidos políticos que acepten el juego democrático”.

La tiranía, y también los pusilánimes de toda laya, no quieren que los cubanos conozcan qué es La Rosa Blanca, cuál es su Programa. Y no lo quieren porque en una verdadera lucha de ideas serían derrotados. La luz de la Verdad, del Amor y de la Justicia de La Rosa Blanca, el auténtico programa de libertad, fraternidad y prosperidad para Cuba de La Rosa Blanca, triunfará. No hay alternativa.



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