Monday, April 25, 2016

Palabras del Presidente de CHLI Lincoln Díaz-Balart


Washington, DC

20 de abril de 2016
Por Lincoln Diaz-Balart

Una de las lecciones que aprendí de mi padre, mi maestro, Rafael Díaz-Balart, fue: No permitas que tu apoyo al bien común interfiera, mucho menos que impida, que ayudes a individuos. El pueblo está compuesto de individuos. Si quieres ayudar al bien común, ayuda a las personas.

Cuan profundamente satisfactorio es que CHLI haya podido, a través de pasantías, cambiarle la vida a más de 200 jóvenes. La mayoría de ellos de familias en las que fueron los primeros en ir a la universidad. CHLI contribuye al progreso económico de la comunidad hispana, con un fuerte enfoque en la responsabilidad social. Nunca olvidamos a los oprimidos, especialmente en nuestro propio hemisferio, donde en 2 países, hombres y mujeres son encarcelados por sus ideas.

En Cuba, donde durante 57 años un tirano brutal y su hermano han asesinado, exiliado y encarcelado a sus opositores.

Y en Venezuela, donde un régimen títere de Fidel Castro brutaliza y encarcela a sus opositores.

CHLI prepara a los líderes del futuro, y rinde homenaje a los líderes de hoy.

Esta noche honramos a dos miembros ejemplares del Congreso de Estados Unidos. El Congresista Jeff Denham de California y el Congresista Mike Quigley de Illinois, que personifican lo mejor del servicio público en Estados Unidos, y que siempre han estado junto a la comunidad hispana.

Y también honramos al mayor símbolo de dignidad y resistencia pacífica a la dictadura de Maduro en Venezuela, un hombre cuyo sacrificio y devoción por la libertad de su pueblo le ha permitido obtener una autoridad moral sin precedente, que, a su vez, se convertirá en autoridad política cuando el pueblo de Venezuela por fin pueda expresarse libremente en las urnas. Ese hombre que honramos esta noche, que permanece en una celda en una prisión debido a la fuerza de lo que él representa, y que está representado aquí esta noche por su distinguida esposa, Lilian Tintori, y su igualmente distinguida madre, Antonieta Mendoza de López, es Leopoldo López.

Leopoldo, hoy estás aquí con nosotros, no solo con tu esposa y tu madre, sino con tus amigos. ¡Venezuela será libre! ¡Cuba será libre!

Gracias a todos ustedes por compartir esta noche tan especial con nosotros.

Friday, April 22, 2016

Dos degeneraciones, un mismo modelo



Por Armando Añel

La historia de la revolución cubana, o del proceso al que algunos todavía llaman revolución cubana, es también la historia de un despropósito, una comedia en la que los sucesivos ingredientes dramáticos no han conseguido diluir completamente la comicidad de la trama. La última aparición pública de Fidel Castro (FC), en la que nos recuerda que él también puede morirse –“como todo el mundo”--,  constituye un grano de arena más en el erial de improvisaciones, meteduras de pata, ridiculeces y tonterías que ha convertido al castrista en uno de los regímenes más estrambóticos, y por lo mismo más risibles, de la historia latinoamericana.

La aparición de FC en el VII Congreso del Partido pone al descubierto las lagunas mentales en las que chapotea el dictador cubano, quien ya había vuelto a mostrarse incapaz de trasladar sus ideas al papel con un mínimo de coherencia tras su último artículo publicado, “Hermano Obama”. Aunque con anterioridad varios de los textos de Castro habían revelado su precario estado de salud, en esta última proclama los desajustes del exgobernante resultan particularmente visibles. El hecho de que sus editores no hayan podido enmendarle la plana apunta, no obstante, a que en el contexto de las estructuras de poder castristas su ascendiente se mantiene incólume.

Pero si Castro representa al comandante ridiculizado por obra y gracia de la degeneración física, Maduro simboliza la otra cara de esa misma moneda: al exchófer de ómnibus caricaturizado por obra y gracia de la degeneración del modelo castrochavista.

Así, Castro y Maduro confluyen finalmente, aquí y ahora, en el momento más bajo de sus desempeños simbólicos. El segundo, ya sin apenas frenos estructurales que le impidan llevar adelante –esto es, hacia atrás— “el proceso”, aparece en su versión definitiva,  como lo que verdaderamente es: un pobre tipo afectado por el sobrepeso, la tontera perenne y un hipersensible complejo de inferioridad. El primero, paralelamente, agoniza a todo color, convertido en una suerte de fantasma de la opera bolivariana.

A pesar de la represión y el crimen, el final de FC transpira comicidad: no paran de despertarla su incoherencia, su indumentaria, su bravuconería. Comicidad y, al unísono, un hálito trágico, la chochera como espectáculo, que pudiera provocar la lástima de los menos enterados. Y a pesar de su carácter criminal –Maduro también tiene muertos en su haber—, el relevo del comandante Chávez continúa dorando la píldora de su incapacidad, convertido en el hazmerreír más rocambolesco, pero también más vituperante, de cuantos han pasado por los foros internacionales.


Es la comedia latinoamericana, o la tremebunda comedia castrochavista, arribando a su punto culminante. Más bien la tragicomedia, si se tiene en cuenta a los millones de cubanos y venezolanos que padecen directamente la degeneración del periodista en jefe, la pudrición del plátano Maduro.