Por Lincoln Diaz-Balart
Los Castro han vuelto a asesinar, algo muy natural para ellos. En realidad,
nunca han dejado de asesinar durante los 53 años que han estado en el poder
absoluto en la triste y esclavizada isla de Cuba.
Esta vez, tras asesinar a
los presos políticos Orlando Zapata y Wilmar Villar y la líder de las
supremamente-admiradas Damas de Blanco, Laura Pollán, han asesinado al también
admirado líder opositor Oswaldo Payá Sardiñas y al dirigente de la Juventud del
Movimiento Cristiano de Liberación, Harold Cepero.
Yo tuve el privilegio de
conocer personalmente a Oswaldo Payá cuando él visitó Estados Unidos tras haber
recibido el Premio Sakarov del Parlamento Europeo. El patriota y amigo Orlando Gutiérrez
lo acompañó a mi oficina en Miami, donde esperábamos para conversar con Payá,
Ileana Ros-Lehtinen, Mario Diaz-Balart, Enrique Ros, Ana Carbonell y yo.
Discrepamos, siempre con
respeto, sobre algo que le dijimos personalmente en ese momento, que el
“Proyecto Varela” no hacía un llamado explícito de la necesidad de la
legalización de todos los partidos políticos en la apertura democrática que
todos los que nos oponemos a la tiranía buscamos para Cuba. Más tarde, en su
incesante trabajo por Cuba libre, Oswaldo Payá aclaró ese tema. Era un
verdadero demócrata y un patriota que amaba a Cuba.
Oswaldo Payá era el líder indiscutible
de un movimiento político de gran importancia. Él iba a ser, sin duda alguna,
una voz de gran relieve en la Parlamento de la Cuba libre que se acerca. Su
asesinato por la tiranía, con tácticas típicamente estalinistas, constituye un
monstruoso crimen contra el pueblo cubano, un crimen que no prescribirá. Tanto
los que ordenaron el crimen como los que lo ejecutaron, tendrán que enfrentar
la justicia cuando exista el Estado de Derecho en Cuba por el que luchó y murió
Oswaldo Payá.
Oswaldo Payá tuvo la extraordinaria
gentileza de enviarme una sensible carta de condolencia con motivo de la muerte
de mi padre, Rafael Diaz-Balart, en 2005.
En estos momentos de luto
para toda Cuba, yo le envío mi más sincero y sentido pésame a su viuda, Ofelia
Acevedo, a sus hijos, Oswaldo José, Rosa María, y Reinaldo Isaías, y a toda la
familia de Oswaldo Payá, como también a la familia del patriota Harold Cepero.
Que descansen sus almas en paz. Cuba siempre los recordará con profunda
devoción y admiración.
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