Por Zoé Valdés
Agradezco que el Dr. Lincoln Díaz-Balart me haya invitado a formar parte del Instituto de La Rosa Blanca, lo tomo como un reconocimiento a mi aprecio y lealtad a su padre, el Dr Rafael Díaz-Balart, y a su proyecto político para una Cuba futura: La Rosa Blanca. Llevo muchos años, como cubana, y como escritora, discutiendo en foros internacionales acerca del destino de nuestro país, insertado definitivamente en el mundo, cuando éste pueda desarrollarse en libertad y democracia, imaginándolo en condiciones positivas y no en las adversas que lo ensombrecen en la actualidad y desde hace 53 años; y durante todo este tiempo de activista desde el exilio deseando la libertad y la democracia para todos los cubanos y batallando por ella, no he hallado un proyecto más completo, racional, preciso y realista que el de La Rosa Blanca, es la razón por la que de inmediato adherí a él, al pensamiento de uno de los hombres más brillantes que ha tenido Cuba, y que supo analizar, ver y dejar como legado, las pautas a seguir para lograr el sueño de todos los hombres y mujeres de bien: Que la vida sea vivida en libertad y que tenga el sentido que sus cuatro letras significan: Vida.
No conocí personalmente al Dr. Rafael Díaz-Balart, pero me lo he imaginado, y hasta lo he soñado, y se me ha presentado a través de sus hijos, fundamentalmente de Lincoln Díaz-Balart, y de toda su descendencia, a la que respeto, aprecio y quiero, porque nos une, en esta gran familia, el amor por Cuba, y el deseo de que el futuro de Cuba sea el que por fin nos merecemos, luminoso y afectuoso entre cubanos.
Pero ese esplendor y ese afecto no sería fácil de conseguir si no empezamos desde ahora, o desde el primer día, como hizo Rafael Díaz-Balart, a crear un proyecto ambicioso para la nación. Ese proyecto es La Rosa Blanca. En él se manifiestan dos grandes preocupaciones que deben ser también las nuestras en relación a la sociedad cubana: su racismo y su clasismo.
En el proyecto La Rosa Blanca está ampliamente explicado lo que significa intentar que los cubanos empiecen a trabajar para que el racismo y el clasismo dejen de ser barreras en el desarrollo social de una Cuba liberada de la tiranía. Soy de las que piensa que las secuelas del castrismo serán hondas en ese sentido, y gran esfuerzo nos costará erradicar las numerosas sutilezas, en verdad torturas psicológicas, con las que el castrismo penetró las mentes de los cubanos para convertirlos en seres todavía más abominablemente racistas y clasistas, empezando por sus propios líderes.
Pero al mismo tiempo, esa maldición traidora de la idiosincrasia cubana ha tenido su resistencia. Observando cómo se ha ido organizando la oposición en Cuba en los últimos años, y viendo que esta oposición está conformada en su gran mayoría de hombres y mujeres negros y mulatos, quienes han sido los más afectados, perseguidos y asesinados por el régimen, y que poco a poco han ido tomando conciencia de la importancia de su participación directa en la lucha por la libertad y por la democracia, podemos percibir que no todo se ha perdido en esa isla.
Los verdaderos disidentes en Cuba son conscientes de que el tema racial y el tema de la lucha de clases es una ardua y larga tarea de conciencias para poder integrar a todos los cubanos en la reconstrucción del país. Los verdaderos disidentes, los que trabajan en el anonimato, silenciosos, y exponen del mismo modo sus vidas, tanto, que en muchísimas ocasiones el mundo se ha enterado de que uno de ellos ha sido asesinado cuando ha ocurrido el drama final y fatal, como fue el caso de Orlando Zapata Tamayo. Otros mueren en circunstancias misteriosas o “ministeriosas”, en el que algún ministro del terror inocula una enfermedad mortal a uno de esos luchadores, como se sospecha que sucedió con Laura Pollán, la líder de las Damas de Blanco, fallecida recientemente. Esos disidentes no están jugando a serlo, ni sirven al raulismo light, esos disidentes y opositores son los que minuto a minuto está dándole respiración artificial a la agónica isla, y tratan de revivirla al precio de sus vidas, y conocen, saben, lo que es la libertad y la democracia, lo que esas dos palabras significan, lejos de la fama y de la fantasía alimentada por los procastristas a escala internacional.
Por todo esto creo que La Rosa Blanca es un proyecto esclarecedor y unificador, porque nos habla a todos los cubanos, de todos los colores, cubanos, en fin, que somos, siendo mestizos; y toca los temas álgidos, de manera directa, sin ambages, y les propone soluciones a corto o a largo plazo, pero siempre trabajando de manera honesta y febril.
Por otro lado, creo que los cubanos del exilio debemos nuevamente pensar en que tenemos que tratar el tema de la cultura como un bien que nos pertenece a todos, y que todos los cubanos, donde quiera que estemos, poseemos una cultura que no identifica de ninguna manera al régimen, pero sí a los cubanos. Y esa cultura no es aval ni pedestal de los tiranos, sino de los cubanos. Por ella debemos batirnos y conseguir que seamos reconocidos, en el exilio, como artistas e intelectuales cubanos, y que se nos den los mismos derechos que a los artistas que representan al régimen, cuando mienten al decir que representan la cultura cubana, cuando en realidad viajan autorizados por el castrismo para representar a la tiranía.
La cultura cubana se ha exiliado en su gran mayoría, por lo tanto, la cultura cubana mayoritariamente renace, se extiende y pugilatea por sobrevivir en el exilio y ha crecido desde el exilio, y ha tenido más continuidad en el exilio que en la propia Cuba donde los dictadores acabaron con las verdaderas tradiciones y con nuestra cultura. En Cuba lo que se ha producido en los últimos años es el modelo castrista acultural y partidista, los que la representan constituyen soldados intelectualoides de la incultura castrista; no citaré nombres, pero todos los conocemos y los reconoceríamos por su forma astuta de actuar, y su habilidad para colarse en los eventos internacionales del mundo libre. Para eso el castrismo si invierte sumas de dinero increíbles, para hacer viajar a sus lacayos, y ponerlos a hablar a su favor, cual loros y papagayos amaestrados. En el exilio tenemos a grandes artistas que hablan con su verdad, con el dolor de su experiencia de perseguidos, a ellos debemos protegerlos, y lanzarlos al mundo, ayudarlos moral y económicamente, para enfrentar la mentira del castrocomunismo y rebatirla, desmantelarla y desenmascararla.
Espero que el Instituto La Rosa Blanca pueda apoyar estos esfuerzos y que podamos en el 2012 trabajar más cerca de los verdaderos demócratas cubanos de la isla, y del exilio, dispersos por el mundo, donde quiera que estén con un proyecto común, social, cultural y político.
¡Viva Cuba Libre! ¡Libertad y vida!