Friday, December 11, 2020

Cuba hoy: entre la miseria, la represión y la vulgaridad


Por  Luis Leonel León 

LA TIRANÍA SE AFERRA AL PODER MIENTRAS DESTRUYE LA VIDA DE MILLONES DE CUBANOS

No pocos europeos, estadounidenses e incluso latinoamericanos, al saber que soy cubano –a veces por curiosidad, a veces buscando aclarar algunas dudas– me preguntan cómo es realmente la isla donde nací, qué es de verdad Cuba.

El exilio de la revolución castrista comenzó justo en 1959, por lo que para un exiliado de este siglo que nació, creció y escapó del socialismo real –como es mi caso y el de muchísimos otros–, esa pregunta puede terminar tanto en la confirmación de lo que es obvio, como en la desatadura de un increíble asombro o una situación perturbadora.

Mis respuestas han echado por tierra ideas e imágenes arrastradas durante décadas –gracias a la cotidiana desinformación– sobre una realidad que suelen ver como una especie de subdesarrollado paraíso caribeño que aún –incluso luego del masivo fracaso del comunismo– sigue creyendo en la torpe idea de que el socialismo es un proyecto humanitario que, lastimosamente, todavía no se ha conseguido implementar bien.

Una bazofia servida en un banquete de falacias. Un manojo de mitos, funcionales al régimen de La Habana y sus satélites y benefactores, que tanto políticos de izquierda como comunicadores de pacotilla, han sembrado en la mente de varias generaciones en el mundo.

Justamente esto es parte cardinal del problema que sufren los cubanos y, por supuesto, ayuda a que haya gente, de dentro y fuera del espanto, que aún no sepa qué es de verdad la Cuba de hoy.

No se puede creer jamás en aquel perverso intento de lavadura de rostro a la dictadura habanera que lanzara la exjefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, al describir el sistema cubano como “una democracia de partido único”. Cuba, para empezar, no es un país normal. O al menos no es lo que la mayoría de los seres humanos entendemos por un país.

Si vas a pensar en Cuba, debes olvidar casi todo lo que hasta hoy creíste que hacía funcionar un país. Porque sencillamente Cuba es todo lo contrario (aunque como va el mundo, si no abrimos los ojos y actuamos rápido, no tardarán en fabricarse otras versiones de la isla cárcel).

Desde hace más de 60 años en Cuba no existe un Estado legítimo. Quienes allí gobiernan lo hacen desde un estatus conseguido no por consenso cívico sino por la persistencia de una añeja dictadura, militar y familiar, cuyo mayor logro no ha sido otro que sostener en una mano la represión y la confusión, y en la otra la miseria y la resignación, con ambas vendarle los ojos a la gente -no únicamente a los cubanos- y darles palmadas en la espalda. Entre otras herramientas tan lóbregas como útiles para cualquier proyecto totalitario.

Represión de varias maneras, desde golpizas y mítines de repudio a los que disienten, o protestan más de la cuenta, hasta la condena a prisión sin debido proceso (recuerden, o desayúnense, que en Cuba no hay independencia de poderes), o la muerte, sin que el Estado se vea obligado a nada. Pues las leyes revolucionarias están diseñadas no para proteger a los ciudadanos, a la gente que hace el país, sino precisamente para condenarles cuando ese Estado todopoderoso lo estime conveniente. Un lugar donde esto ocurre a cada hora del día no es ni puede ser visto jamás como un país normal. Tan sólo como una cárcel, aunque de vez en cuando tenga carnavales y haya gente que se niegue a creer que no vive, o que sobrevive, bajo la bota de un vulgar reglamento penitenciario, al amparo de la bondadosa bravuconería del Partido Comunista. Allí, donde el hambre llega a ser una cuestión revolucionaria, todo es posible.

Aquello que el régimen ha presentado desde los años 70 como su parodia de Constitución, pérfidamente modificada en 2003, establece la irrevocabilidad del Estado socialista, desestimando toda modificación del sistema socioeconómico.

En su artículo 15 la constitución castrista deja bien claro que “el Partido Comunista de Cuba, martiano y marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, que organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia los altos fines de la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista”. En síntesis: el régimen podrá aceptar cualquier maquillaje, pero su esencia no la va a cambiar. Al menos no por su propia voluntad.

En esta realidad, no sólo los grupos opositores (condenados por el régimen a la represión y al ostracismo dentro de la isla) sino cualquier persona que se atreva a disentir, se ve parado, casi en soledad, ante un gran muro. Y claro que en Cuba hay mucha gente que sabe qué sucede y que por temor no expresa libremente lo que, en otro sistema, sería vox populi. Es natural que ante la represión una gran cantidad no actúe como desea sino bajo la penosa bofetada del silencio.

Tampoco es mentira que muchos no se dan cuenta de por qué subsisten de ese modo tan miserable, sobre todo fuera de la capital y en áreas rurales. No perdamos de vista que hablamos de una sociedad donde los medios de comunicación, durante 6 décadas, han estado destinados no a informar sino a desinformar cada día, no a clarificar sino a confundir. La confusión, aún en medio del descalabro revolucionario, encuentra las puertas abiertas en muchas casas. El sueño dorado de todo dictador y sus gendarmes y altavoces.

Del mismo modo ocurre con el sistema de enseñanza, desde los Círculos Infantiles y las escuelas hasta las universidades, todas revolucionarias. No en balde en Cuba la confusión se ha hecho endémica. Y no sólo en los que viven en la isla sino también en una parte de los que han logrado irse. Por ello lo que otrora fue sociedad civil se convirtió, con el paso y el peso de los años, en una caricatura, un baile de disfraces, un pestilente carromato de títeres que repite, año tras año, una función de zombis para zombis.

Para hablar de la miseria en Cuba no sólo vasta hojear la inservible libreta de racionamiento, comprobar que no es una fotografía apócrifa el pan viejo sobre la mesa corroída, o tragar en seco viendo cómo el Estado les vende huesos a los ciudadanos como si de carne se tratase. O que la gente no tenga jabón, que el papel higiénico sea un lujo, un ave exótica que una vez pasó. O que el régimen afirme, con esa expresión tan demagógica del buen revolucionario, que todo es culpa del embargo (o el bloqueo, como le llama el castrismo) de Estados Unidos.

Para hablar de miseria hay también que mencionar la práctica de la doble moral, los actos de repudio que jamás han cesado, los delatores por temor y por cuenta propia.

Al hablar de miseria en Cuba no podemos dejar de mencionar cómo la vulgaridad ha llegado a convertirse en una poderosa arma de la revolución en contra de una cantidad considerable de cubanos. Hay quienes, sin percibirlo, han asumido la vulgaridad como su lenguaje y contexto natural y la emplean tranquilamente no sólo para atacar a sus semejantes y hasta a sí mismos, sino que también (como hemos podido ver en sucesos recientes en La Habana) han resuelto protestar contra el castrismo navegando ellos también en el pantano de lo vulgar.

Y ante esto, hay al menos dos cuestiones que saltan a la vista y debemos preguntarnos: ¿Se puede vencer al socialismo real enarbolando las banderas y los productos -como es la vulgaridad- que ha institucionalizado e identifica al propio sistema? ¿Realmente este tipo de herramientas y comportamientos va en contra del socialismo y, por demás, de la vulgaridad que ha florecido, como el marabú, en la Cuba desestructurada desde 1959? Quizás valdría la pena repensarlo.

Entretanto, la resignación -como era de esperar- también ha hecho lo suyo. Y en buena medida. Por una parte, la mayoría entiende que solos no pueden deshacerse del régimen, y en ello llevan razón. El exilio nunca se ha tomado la Coca Cola del olvido, pero tampoco ha logrado ganarle la batalla a un Estado totalitario. Los cubanos en la isla, sin saber exactamente qué hilos mueven a los disimiles actores detrás de las cortinas, claman por la ayuda de sus familiares que viven fuera, la reciben, e inevitablemente se habitúan a vivir de ella. El exilio, además de resistencia también ha sido una ineluctable -por ambas partes- industria para el castrismo.

La mayoría de la minoría que en Cuba accede regularmente a Internet no lo usa buscando mecanismos que le ayuden a conseguir su libertad, incluso a informarse sobre temas capitales que le afectan, sino para tratar de entretenerse o para pedir más recargas. Todo esto es propio del ambiente cruel en que subsiste el cubano. Y lo peor de todo, siguen sin creer que la libertad, dado su escabroso horizonte, es realmente posible. Esto es lo más peligroso, y su vuelta en u es a lo que más le teme la dictadura. A este vuelco deben apelar todas organizaciones de dentro y fuera del difícil archipiélago.

Desde dentro de Cuba (los opositores, intelectuales independientes, los más claros e informados y en general la gente común y corriente que decide despertar) y también desde fuera, debe insistirse en la irrevocable jerarquía de la libertad. Es imprescindible que los cubanos comprendan qué sucede realmente con sus vidas y cómo podrían darle un giro de 180 grados. Salvarles convocando a la confluencia de la verdad y la historia –tan necesaria– y tratar de sumarlos al camino que pueda ser más efectivo en busca de la libertad. Esto es vital.

Mientras más cubanos consecuentes haya, menos poder tendrán el régimen y sus hilos sombríos, y más cercana estará la libertad, que es lo primero. La libertad deberá ser siempre lo primero. Cuando su existencia y defensa no es la esencia y la cúspide, la sociedad, cualquiera que sea, comienza a tambalearse y corre un grave peligro. Y en esta situación no solo anda Cuba. Pero está claro que los cubanos, hasta hoy, están entre quienes más la sufren. Y por muchísimo tiempo.


@luisleonelleon


Monday, August 3, 2020

A los habaneros no les fue leal

Por Luis Leonel León*  


La historia de La Habana, como la de toda Cuba en las últimas seis décadas, se ha ido plagando de falsos adoquines, de miradas, abismos y palabras intocables, olvidos y silencios convenientes. De no pocas falacias que han tenido la osadía de creerse y publicitarse como verdades absolutas. De dobleces legitimadas a fuerza de una resignación que asumimos irremediable o como si ya no pudiésemos darnos cuenta de que un puntal no es ni será jamás una columna. Y, por supuesto, de espinosas ausencias, algunas también protagonistas del festival nacional de la apariencia en que nos hemos convertido. Lamentablemente.  
 
Con la reciente noticia del fallecimiento de Eusebio Leal Spengler, el historiador de la Villa de San Cristóbal de La Habana (como le gustaba decir con engolada entonación en sus programas y discursos) he leído en las redes sociales no pocas loas de cubanos de dentro y fuera de Cuba a la pasión de este señor por la parte más vieja de esa ciudad, que antes de 1959, era un majestuoso orgullo de todos los cubanos y deslumbramiento, e incluso envidia, vamos a decir que sana, de no pocos que visitaban la (aún incomprendida) Isla, paraíso socialista para unos, miseria y cárcel para muchos otros.  

Es cierto que el personaje de Leal -que en los últimos años inevitablemente perdió credibilidad ante su público cautivo- no fue de los peores acólitos del régimen cubano y que rescató obras de gran valor arquitectónico, cultural e histórico, lo cual era parte de su trabajo. Le reparó algunas -muy contadas hay que acotar- casas a personas que vivían en puntos claves de esa Habana histórica y turística que él dirigió y por la que le apodaron El Alcalde de La Habana. También fue amable con algunos creadores y a otros no se atrevió ni a recibirlos. Y están los que no olvidan o no pueden perdonar, con todo derecho, que ni su fe cristiana ni su prédica de valores humanos le hayan impedido apoyar, como incondicional revolucionario y amigo de Fidel Castro, el injusto fusilamiento de los tres jóvenes que en 2003 trataron de escapar hacia Estados Unidos en una de las lanchas de Regla, en La Habana. Que tampoco fue su único pecado.  
 
Sería una pobre estafa pretender que este señor no fue, a la par de su condición de historiador y político, un oportunista más -como todo o casi todo funcionario en el comunismo- y que al final, a pesar de las fachadas restauradas, más que cuidar La Habana lo que fundamentalmente hizo fue conservar los edificios y sitios que más le interesaron a él y al establishment para, desde su oficina y empresas, aumentar la fortuna de un Estado, que bien sabemos todo lo corrupto que es, y por supuesto también para los bolsillos de los privilegiados, como él, jerarcas de ese sistema, quienes durante décadas se han beneficiado con la demagogia y la malversación institucionalizadas, y a los que le importan un comino los habaneros de a pie, esos que de verdad hacen y son La Habana, esos que se caen a pedazos como zombies tropicales, viendo a su paso derrumbarse los antiguos edificios (cercenando vidas, como las tres niñas que hace poco aplastó un balcón) que el historiador no transformó en moteles, oficinas, museos, restaurantes o galerías para turistas. Proyectos exitosos en el acopio de dólares o en la edulcoración de esa imagen repintada, cultural, neomarxista, de la cada vez más decadente y desvergonzada dictadura. 

Porque es innegable que La Habana, con sus sábanas blancas y empercudidas colgando en los balcones, la que muchos consideran el símbolo universal de Cuba y de los cubanos, es esencialmente eso: una mafiosa y vulgar dictadura, que por desgracia ha desplomado muchas de las columnas de nuestra nación y que tan campante sigue arruinando otras sociedades. Y Eusebio Leal, además del famoso historiador de La Habana, fue un embajador más de esta mentira edulcorada que es una real amenaza para el mundo libre. Y ante esta realidad, si vamos a recordarle sin luctuosos tapujos, muy cortas se quedan sus remodelaciones y su celebrado frenesí por La Habana y su historia (siempre muy anterior a 1959. De la Revolución ni hablar). Como me confirmara una amiga que trabajó bajo su mando: esa es una triste y para no pocos incómoda verdad. Reflejo de lo que ha sido nuestra sociedad por más de medio siglo. Esa guerra de verdades a medias, sin duda, es una áspera metáfora de los habaneros, de los cubanos todos. 

Porque en La Habana, como en todas las ciudades, no pueden importar más sus edificios que su gente, los seres que viven y dan forma a ese espacio, los hacen la verdadera historia. Y a ellos, el historiador, el empresario, el burgués socialista Eusebio -leal al castrismo de siempre aunque su verborrea y conocimientos lo maquillaran- no les fue leal. 
 
Y eso también es parte de La Habana, una parte doliente, jodida, de ese difícil corazón, hecho de piedras cansadas, sudor, hambre, temor, penas, que anhela ser restaurado, liberado de una vez, desde hace tanto tiempo, con esa vieja urgencia que arrastramos como caracoles perdidos en una isla perdida. Incluso no pocos perdidos por el mundo, aunque un trozo de La Habana carguemos. Aunque un soplo de polvo -felices, esperanzados y agradecidos a pesar de todo- de La Habana seamos. 


*Luis Leonel León es periodista, escritor y documentalista nacido en La Habana y exiliado en EE.UU. Sus textos y producciones aparecen en medios de las Américas y Europa. Es miembro del Instituto de la Rosa Blanca y de la directiva de la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio. 

Saturday, May 23, 2020

Martí o Metafísica de la Guerra en el Diario de Campaña: 125 años de Dos Ríos

Por Armando de Armas

El asomo y el asombro de la muerte

"Voy bien cargado, mi María, con mi rifle, al hombro, mi machete y revólver a la cintura, a un hombro una cartera de cien cápsulas, al otro en un gran tubo, los mapas de Cuba, y a la espalda mi mochila, con sus dos arrobas de medicina y ropa y hamaca y frazada y libros, y al pecho tu retrato". Escribe José Martí a Carmen Miyares de Mantilla y sus hijos en carta incluida en su Diario de Campaña y firmada en la Jurisdicción de Baracoa el 16 de abril de 1895; camino a la muerte.
Si en una reseña sobre el libro Las puertas de la percepción y Cielo e infierno, del autor inglés Aldous Huxley, apreciamos a los paraísos artificiales producto de los alucinógenos no sólo como sucedáneos sino como medios de acceso a los paraísos espirituales,  en la reseña presente apreciamos los estados alterados de la conciencia a consecuencia de la guerra permitir al poeta, patriota y perfeccionador del idioma español de su tiempo José Martí, acceder a la visión de una realidad otra o metarrealidad.
Ir así a la raíz de la realidad, obtener una visión vedada al observador positivista, ramplón a rajatablas, pero que sin embargo es ofrecida al ojo entrenado por la técnica ritualística de las ancestrales tradiciones religiosas o al ojo que naturalmente se abre a lo sobrenatural. Como sería el caso de Martí ante el asomo y el asombro (el asombro no como sorpresa empero sí como viaje iniciático interior) del misterio de la muerte no como posibilidad futura sino como acontecer presente que se impone por todas partes. Aunque quizá no tan naturalmente pues Martí como masón del Grado 30 o Gran Elegido Caballero Kadosh del Águila Blanca o Negra debió poseer el requerido entrenamiento ristualístico para ello.

La experiencia de la guerra como ejercicio espiritual

Experiencia de la guerra que abre las puertas de la percepción, del cielo y del infierno, nunca mejor dicho, pues para hombres de la casta de Martí, la más alta, la guerra sería sobre todo, más allá de la carnicería al uso, un ejercicio espiritual, de realización sobrenatural sui generis, sangriento; de apostolado. 

En Martí el epíteto de Apóstol encontraría su verdadero significado no como propagador o propagandista de una doctrina exógena para la salvación patria sino como detonador del sí mismo para la salvación del alma. No como doctrina de salvación sino como acto de salvación; salvarse, salvar matando; salvarse, salvar muriendo. De modo que Martí, el Héroe, accede a la añorada inmortalización por vía de las armas, las armas matadoras de cuerpos, restauradoras de almas; guerra santa en suma.

Aquello de que a Martí lo matan a la primera y como de novatón parecería un interesado mito más, miren si no en su Diario este otro fragmento de carta a Carmen Miyares de Mantilla y sus hijos firmada en Guantánamo el 26 de abril de 1895: 
"Por el momento veníamos muy seguidos ya por tropa española y contentos y a pie, con la custodia de cuatro tiradores y un negro magnífico, padre de su pueblo y hombre rico y puro, Luis González, que se nos unió con diecisiete parientes, y trae a su hijo; veníamos y estalló a pocos pasos el gran tiroteo de las dos horas: allí cruzaron por nuestras cabezas las primeras balas; momentos después rechazado el enemigo, caímos en brazos de nuestra gente: allí caballos, júbilo, y seguimos la marcha admirable, a la luz de hachas del monte y árboles encendidos; la marcha de ocho horas a pie, después de dos de combate y de cuatro de camino, de la noche entera, sin descanso para comer de día ni de noche. Yo me acosté a las tres de la mañana, curando los heridos. A las cinco en pie,  todos alegres; luego duermen, hablan en grupos, pasan cargados de viandas y reses, me traen mi caballo y mi montura nueva; ¿pelearemos hoy? Organizamos y seguimos rumbo; el alma es una: algunas armas cogidas al enemigo".

Diario de Campaña: un texto aún no superado en la literatura española
Un Martí que presencia fusilamientos y los narra de manera fría, directa, cortante, innovadora, renovadora del moribundo idioma español de su tiempo; renovado, remojado en sangre. 
El Diario de Campaña es de un estilo, y una estirpe, no superada por ningún escritor en la historia de la literatura española de los últimos dos siglos. Posee la visión desapegada del que está en este mundo pero no es de este mundo, desapego no desprovisto de sensibilidad, sensibilidad que se aleja espantada de la sensiblería de los poetas al uso; del pedestre positivismo. Escritura acometida con la impasibilidad de los superiores seres del septentrión; así leemos. 

"Se va Bryson. Poco después, el consejo de guerra de Masabó. Violó y robó. Rafael preside, y Mariano acusa. Masabó, sombrío, niega: rostro brutal. 

Su defensor invoca nuestra llegada, y pide merced. A muerte. Cuando leían la sentencia, al fondo, del gentío, un hombre pela una caña. Gómez arenga: “Este hombre no es nuestro compañero: es un vil gusano”, Masabó, que no se ha temblado, alza con odio los ojos hacia él. Las fuerzas, en gran silencio, oyen y aplauden: “¡Qué viva!” Y mientras ordenan la marcha, en pie queda Masabó; sin que se le caigan los ojos ni en la caja del cuerpo se vea miedo: los pantalones, anchos y ligeros, le vuelan sin cesar, como a un viento rápido. Al fin van, la caballería, el reo, la fuerza entera, a un bajo cercano; al sol. Grave momento, el de la fuerza callada, apiñada. Suenan los tiros, y otro más, y otro de remate. Masabó ha muerto valiente. “¿Cómo me pongo, Coronel? ¿De frente o de espalda?”.  “De frente”. En la pelea era bravo".

Y sigue la saga, saga en sangre, en ciega, la saga como soga al cuello con nudo corredizo, y cuenta Martí otro fusilamiento: 
“Tocan marcha otra vez, y las filas siguen, de dos en fondo. Con el reo, que implora, Chacón y cuatro rifles, empujándolos. Detrás, solo, sin sus polainas, saco azul y sombrero pequeño, Gómez… que no va al reo, ya en el lugar de muerte, llamando desolado, sacándose el reloj, que Chacón le arrebata, y tira en la yerbas. [...] manda Gómez, con el rostro demudado y empuña su revólver, a pocos pasos del reo. Lo arrodillan, al hombre espantado, que aún, en aquella rapidez, tiene tiempo, sombrero en mano, para volver la cara dos o tres veces. A dos varas de él los rifles bajos, “¡Apunten!” dice Gómez: ¡Fuego! Y cae sobre la yerba, muerto.” 

Avanza Martí un relámpago en la muerte y narra otro fusilamiento más, este ocurrido en la pasada guerra, y lo entrevera con una visión que escapa al ojo no entrenado para lo mítico: 
"Salimos del campamento, de Vuelta Corta. Allí fue donde Policarpo Pineda, el Rustán, el Polilla, hizo abrir en pedazos a Francisco Pérez, el de las escuadras. Polilla, un día, fusiló a Jesús: llevaba al pecho un gran crucifijo, una bala le metió todo un brazo de la cruz en la carne: y a la cruz, luego, le descargó los cuatro tiros. De eso íbamos hablando por la mañana, cuando salió el camino, ya en la región florida de los cafetales, con plátano y cacao, a una mágica hoya, que llaman la Tontina, y en lo hondo del vasto verdor enseña apenas el techo de guano, y al lado, con su flor morada, el árbol del caracolillo".

Martí con mano dura
Martí no sólo narra fusilamientos, sino que junto a Máximo Gómez, firma proclamas que facilitarán el fusilamiento por la infracción de permitir el paso de alimentos a las ciudades sitiadas -con lo que muestra saber que tan importante es la presión de las armas como la presión económica para derrotar al enemigo-. Como está del 12 de mayo de 1895 en la localidad de la Jatía:   
"Es el deber indestinable del Ejército Libertador de Cuba, y el derecho reconocido de toda guerra civilizada, privar al enemigo de toda especie de recursos con que nos pueda hacer la guerra. Y ese derecho debe ejercerlo lo mismo el primero de los jefes que el último de los soldados. —No se ha de dar alimentos hoy a la ciudad, que con los alimentos que le demos sostiene a los soldados que nos combaten, y se pertrecha para resistir el sitio que le tengamos que poner mañana. Mientras dure la guerra, todas las ciudades enemigas están en sitio, y forzar el sitio, enviando al enemigo provisiones de boca, es una de las formas del delito de traición a la Patria. Se dispone, pues, en tanto que el general Rabí renueve esta orden: 1º que se impida en absoluto el paso de reses, y de cualesquiera otras provisiones de boca, a los poblados, ciudades, o campamentos enemigos. 2º que se prenda, y lleve a la presencia del general Jesús Rabí para juicio a quienquiera que presente o pretexte autorización de él, o de cualesquiera en abuso de su nombre, para el paso de reses o cualesquiera otras provisiones de boca".

La muerte se enseñorea, ahora de la boca del generalísimo Gómez que le cuenta a Martí un hecho de la Guerra Grande: 
“Aquí, me dijo Gómez, nació el cólera, cuando yo vine con doscientas armas y 4 000 libertos, para que no se los llevasen los españoles, y estaba esto cerrado de reses, y mataron tantas que del hedor se empezó a morir la gente, y fui regando la marcha con cadáveres: 500 cadáveres dejé en el camino a Tacajó.” 

Martí inmerso en un mundo de fuego y fantasmagoría 
El 25 de abril escribe en una especie de estado de posesión mediúmnica, como si viese el paisaje, las personas y la violencia extrema del combate desde las brumas de luz de un mundo mítico, despersonalizado, divinizado, con palabras que marcan muerte, daño y sacrificio: tajaban, ahorcaban, azotaban; redondo tiroteo: 
"Jornada de guerra. —A monte puro vamos acercándonos, ya en las garras de Guantánamo, hostil en la primera guerra, hacia Arroyo Hondo. Perdíamos el rumbo. Las espinas nos tajaban. Los bejucos nos ahorcaban y azotaban. Pasamos por un bosque de jigüeras, verdes, pegadas al tronco desnudo, o al ramo ralo. La gente va vaciando jigüeras, y emparejándoles la boca. A las once, redondo tiroteo. Tiro graneado, que retumba; contra tiros velados y secos. Como a nuestros mismos pies es el combate: entran, pesadas, tres balas, que dan en los troncos"… "Siguiendo nuestro camino subimos a la margen del arroyo. El tiroteo se espesa... —A poco, las noticias: dos vienen del pueblo. Y ya han visto entrar un muerto, y 25 heridos: Maceo vino a buscarnos, y espera en los alrededores"… 

Y como en toda elevada experiencia psicodélica, acá la pólvora y la sangre cual sustitutos de la mescalina, como en los sueños lúcidos, es consciente el poeta de su despersonalización, divinización, y se pregunta: 
"¿cómo no me inspira horror, la mancha de sangre que vi en el camino? ¿Ni la sangre a medio secar, de una cabeza que ya está enterrada, con la cartera que le puso de descanso un jinete nuestro? Y al sol de la tarde emprendimos la marcha de victoria, de vuelta al campamento. A las 12 de la noche habían salido, por ríos y cañaverales y espinares, a salvarnos: acababan de llegar; ya cerca, cuando les cae encima el español: sin almuerzo pelearon las 2 horas, y con galletas engañaron el hambre del triunfo: y emprendían el viaje de 8 leguas, con tarde primero alegre y clara, y luego, por bóvedas de púas, en la noche oscura. En fila de a uno iba la columna larga. Los ayudantes pasan, corriendo y voceando. Nos revolvemos, caballos y de a pie en los altos ligeros"… “Párese la columna, que hay un herido atrás. Uno hala su pierna atravesada, y Gómez lo monta a su grupa. Otro herido no quiere: “No, amigo: yo no estoy muerto:” y con la bala en el hombro sigue andando. ¡Los pobres pies, tan cansados! Se sientan, rifle al lado, al borde del camino: y nos sonríen gloriosos. Se oye algún ay, y más risas, y el habla contenta".  

Va Martí así inmerso en un mundo de fuego y fantasmagoría, un mundo metarreal que determina sobre el mundo real; de acá abajo: 
“Abran camino”, y llega montado el recio Cartagena, Teniente Coronel que lo ganó en la guerra grande, con un hachón prendido de cardona, clavado como una lanza, al estribo de cuero. Y otros hachones, de tramos en tramos. O encienden los árboles secos, que escaldan y chisporrotean, y echan al cielo su fuste de llama y una pluma de humo. El río nos corta"…

El sanador 
Y más fuego, y más muerte, y Martí que hace de enfermero, medicineman de las arcaicas eras, que cura a los heridos porque antes se ha curado a sí mismo, cura con lo que hay a mano, agua, iodoformo, algodón fenicado, pero cura sobre todo con el alma y además nos narra.

Presenta la paradoja de un héroe que no sólo ha sido herido de bala sino de sífilis; el héroe Amfortas, flechado por la afición fálica, afición como aflicción del gran señor del ciclo de las leyendas artúricas del Santo Grial que se manifiesta en la manigua cubana: 
"A las 5, abiertos los ojos, Coli al costado, machete al cinto, espuela a la alpargata, y a caballo”. — Murió Alcil Duvergié, el valiente: de cada fogonazo, su hombre: le entró la muerte por la frente: a otro, tirador, le vaciaron una descarga encima: otro cayó, cruzando temerario el puente. —¿Y a dónde, al acampar, estaban los heridos? Con trabajo los agrupo, al pie del más grave, que creen pasmado, y viene a andas en una hamaca, colgando de un palo. Del jugo del tabaco, apretado a un cabo de la boca, se le han desclavado los dientes. Bebe descontento un sorbo de Marrasquino. ¿Y el agua, que no viene, el agua de las heridas, que al fin traen en un cubo turbio? La trae fresca el servicial Evaristo Zayas, de Ti Arriba. ¿Y el practicante, dónde está el practicante, que no viene a sus heridos?— Los otros tres se quejan, en sus capotes de goma. Al fin llega, arrebujado en una colcha, alegando calentura. Y entre todos, con Paquito Borrero de tierna ayuda, curamos la herida de la hamaca, una herida narigona, que entró y salió por la espalda: en una boca cabe un dedal, y una avellana en la otra: lavamos, iodoformo, algodón fenicado. Al otro, en la cabeza del muslo: entró y salió. Al otro, que se vuelve de bruces, no le salió la bala de la espalda: allí está, al salir, en el manchón rojo e hinchado: de la sífilis tiene el hombre comida la nariz y la boca: al último, boca y orificio, también en la espalda: tiraban, rodilla en tierra, y el balazo bajo les atravesó las espaldas membrudas, A Antonio Suárez, de Colombia, primo de Lucila Cortés, la mujer de Merchan, la misma herida". 

Después la noche, la luz, el misterio, el lenguaje acompasado, música mítica, para el trance, para abrir la visión, para facilitar los estados alterados de la conciencia, como antes en el combate los facilitaron el fuego y el estertor de los heridos: "Hamacas, candelas, calderadas, el campamento ya duerme: al pie de un árbol grande iré luego a dormir junto al machete y el revólver y de almohada mi capa de hule: ahora hurgo el jolongo, y saco de él la medicina para los heridos. Cariñosas las estrellas, a las 3 de la madrugada". 

Martí muestra su revólver Colt y mata al surrealismo antes de nacer

En Haití a punto de partir para la guerra, se manifiesta ya la experiencia metafísica propia de la guerra, y en una frase que parece anticiparse al movimiento surrealista -como ciertamente la obra martiana es precursora del movimiento modernista- y anular la propuesta de André Breton en 1916 -por superficial en tanto intenta intelectualizar lo que sería sólo un visualizar del mundo de lo numinoso más allá de las apariencias, del tecnologismo, tétrico por demás, del enunciado del Conde de Lautréamont acerca del encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas sobre un quirófano, fatualidad factual que afrenta, se aleja de la fuente- cuando suelta la siguiente frase en su Diario que describe un ademán que pareciera disuadir al práctico haitiano que lo conduce en la noche por un intrincado paraje de la peregrina idea de asaltarle: 
"En un claro, al salir, le enseño al hombre mi revólver Colt, que reluce a la luna: y él, muy de pronto, y como chupándose la voz, dice: “¡Bon, papá!”

Metafísica de la guerra en Martí
Que si la escritura del Diario de Campaña no haya sido superada por ningún autor en la historia de la literatura española de los últimos dos siglos, no resulta de pura suerte sino porque conecta con la fuente, fuerza primordial. El Diario es un texto sacral, religioso en el auténtico sentido del término pues religa al taumaturgo, al autor en tanto hierofante, con la potencia de lo divino. 

De ahí podemos entender al Homagno de su poema Yugo y estrella -la estrella como sempiterno símbolo en Martí-, donde afirma "De mí y de la Creación suma y reflejo, Pez que en ave y corcel y hombre se torna",  hombre que se diviniza en la relación con lo divino; se hace co-creador con Dios. 
Luego acá nos topamos con el mismísimo origen de la literatura, con el tropel de bisontes en el cielo no como metáfora artificiosa o surrealista sino como realidad de lo numinoso velado al hombre masa; al apagado bruto de su citado poema.

En el Diario de Campaña de José Martí nos atrevemos a entrever características de las antiguas tradiciones indoeuropeas en las que, como escribe el filósofo italiano Julius Evola en su obra Metafísica de la guerra, "aparecen una y otra vez los temas de la sacralidad de la guerra y del héroe que no muere realmente, sino que se convierte en soldado del ejército místico en una lucha cósmica"… para acto seguido apuntar que estos serían elementos a encontrar en el cristianismo, "al menos en aquel cristianismo que pudo adoptar la divisa de Vita este militia super terran y reconocer que no sólo con la humildad, la caridad, la esperanza y todo lo demás, sino también con un tipo de violencia -la afirmación heroica aquí- es posible acceder al Reino de los Cielos".  

Sólo así, mediante la idea de la metafísica de la guerra, nos sería dado el poder aprehender el enigma de Martí el Apostol, el Homagno, el Hombre-Nación, y por consiguiente su muerte allá en un polvoriento potrero de Dos Ríos el 19 de mayo de 1895 -hace ahora 125 años- no como sacrificio suicida sino como acto consciente de quien entrega el cuerpo para salvar el alma, la suya y la de los suyos; en salto a la eternidad. 

De ahí pues la sacralidad de los sangrientos y apretados, apresurados párrafos de su Diario de Campaña.

Thursday, March 19, 2020

Primer Premio Poesía Intertextual Jose Martí



El proyecto Puente a la Vista, con base en los Versos sencillos del apóstol de la independencia de Cuba, convoca al Primer Premio de Poesía Intertextual José Martí 2020, que se regirá por las siguientes bases:

1- Podrán participar en esta convocatoria todos los poetas cubanos residentes en Cuba o fuera de ella con cuentas en Twitter o Facebook o con capacidad para abrirlas.

2- Solo se podrá presentar una obra por autor, que tendrá que ser original e inédita. La extensión mínima será de cuatro(4) versos y la máxima de ocho(8), respetándose el formato de cuarteta o redondilla. 


3- En tiempos de Internet, la poesía intertextual es también poesía interactiva. La intertextualidad, relacionada con la paráfrasis y la parodia, pasa por la interacción entre textos de diferentes autores tanto en la creación como en la comprensión del mensaje directa o indirectamente sugerido por un escritor. 

La siguiente definición de “paráfrasis”, correspondiente al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, también puede servir de guía a los participantes en el Primer Premio de Poesía Intertextual José Martí 2020: “Frase que, imitando en su estructura a otra conocida, se formula con palabras diferentes”.  (https://dle.rae.es/par%C3%A1frasis )


4- El jurado que analizará las obras en concurso estará integrado por poetas, editores y humoristas radicados en Cuba y el mundo. Tras anunciarse los cinco ganadores, se dará a conocer su integración. Tendrán muy en cuenta, de cara a la evaluación de los versos concursantes, elementos como la sencillez, el humor, la novedad o la actualidad. Los versos concursantes deben abordar uno o todos los siguientes temas:

a) Liberación de Cuba
b) Denuncia de la represión cultural en Cuba (Decreto 349, secuestros y encarcelamientos, “regulados”, etc.)
c) Denuncia de la tergiversación del pensamiento martiano y su utilización como soporte propagandístico del totalitarismo en Cuba

A continuación, con base en los Versos sencillos, dos ejemplos intertextuales:

Si ves un monte de bruma
no es un monte lo que ves:
Es la censura, el estrés,
el comunismo que abruma.
(Puente a la Vista)

Abruma el vil desamor
sembrado por el tirano,
abruma el susurro vano
del cómplice trovador.
(Dashel Hernández)

5- En Twitter, los versos concursantes se tuitearán incluyendo al final, a manera de firma, la dirección @PuentealaVista y el hashtag #Martíconcursa En Facebook, se podrán publicar los versos directamente en la página Puente a la Vista (https://www.facebook.com/puentealavista/) también con el hashtag #Martíconcursa. Cualquier otra forma de envío implicará la descalificación de la obra.

6- Las obras presentadas al concurso no podrán estar comprometidas para publicación ni participación en otro certamen. 

7- Se otorgarán cinco premios: un primer premio dotado con $200 dólares americanos y otros cuatro con $100 cada uno.

8- El plazo de admisión cierra el 1 de junio de 2020. Los resultados se darán a conocer en julio de este mismo año en Facebook, Twitter y varios medios de prensa de temática cubana. Los organizadores no mantendrán correspondencia alguna con los participantes y solo se dirigirán a los ganadores para anunciarles el resultado.

9- El hecho de participar en este concurso implica la total aceptación de sus bases.