Por Idabell Rosales
Desde que emigramos la mayoría de los cubanos a hacer la vida de la que nos privaron en la Isla, hemos sido consecuentes con las necesidades, la miseria y la precariedad que viven nuestras familias en Cuba, y hemos tendido una mano. ¿Así que quién le dijo a usted, cubano exiliado, que no puede hacer nada por el futuro del país en que nació?
Usted, que desde que emigró padece esa realidad como si hubiese permanecido, porque aunque de otro modo igual resulta afectado, ¿cuándo va a entender que esa dictadura nos alcanza incluso fuera de sus fronteras? Sin contar con el daño que ha hecho en toda Latinoamérica (pobres soñadores antiamericanos, por eso mismo tan pobres).
Los cubanos exiliados debemos quitarnos de encima los mecanismos de subestimación inculcados por años. Es hora de entender que si nos interesa ver otra Cuba, o que la Cuba actual no nos afecte directamente (como efectivamente lo hace), tenemos tanto derecho como el cubano que vive dentro a conformar ese futuro.
Cubano, no subvalore más el derroche de gastos que implica llamar a Cuba, enviar medicinas, comida, dinero para contribuir al bienestar de su familia. No se engañe más cuando pague por todas las prórrogas y permisos que exigen los Castro para que pueda entrar a su país. Actúe.
Si decide quedarse en el mismo peldaño, está en su derecho. En el derecho, por ejemplo, de privarse de unas vacaciones en el Mediterráneo o, lo que es peor, de alimentar por 50 años más la destrucción de Cuba.
Pero si decide respetarse un poco más, salga de esa esquina. Tiene el mismo derecho que cualquier cubano. Es más, tiene el mismo derecho que cualquier ciudadano de este mundo que ame y haya descubierto de qué va la libertad.
Denuncie, exprésese, tome alguna acción. Estará ayudando a cambiar la realidad de Cuba y, por ende, su realidad en Miami o cualquier otra ciudad del exilio: La realidad del mundo.