Por Lincoln Diaz-Balart
La reconstrucción de Cuba,
como nación, deberá abarcar necesariamente todos los ámbitos de la sociedad,
maltratados todos, deformados, distorsionados, destruidos por la vesania y la
ineficacia intrínseca del sistema totalitario imperante en la Isla por tan
largo tiempo. Prácticamente todo habrá de ser reconstruido. En el Programa de
la Rosa Blanca se concede una gran importancia a la reconstrucción económica,
sin la cual ninguna otra será posible. Pero junto a la reconstrucción
económica, entrelazada a ella, deberá emprenderse la ingente tarea de levantar
al ser humano, al cubano, de sus propias ruinas. Porque es el ser humano quien
ha resultado más dañado, más empobrecido en su propia humanidad. Así, desde el
primer día del inicio de la reconstrucción de Cuba en libertad y democracia, el
sistema de educación deberá ser rehecho desde sus cimientos para contribuir a
un verdadero renacimiento de la sociedad cubana en sus valores históricos de
cubanidad, libertad, respeto, amor, solidaridad, espíritu de trabajo y
modernidad.
Precisamente, la tiranía ha
tenido un relativo éxito en fabricar y expandir lo que Rafael Díaz- Balart
denominó “leyenda negra” sobre la educación en el período republicano, “a modo
de justificación de sus errores y horrores”. Muchos ecos cómplices o ingenuos
ha tenido esta leyenda negra. Lo cierto es que la educación pública de la
República destruida por los Castro era de gran calidad, y consiguió resultados
realmente extraordinarios que la situaban entre las primeras de América, pese a
que nuestra andadura independiente aconteciera mucho después que las otras
naciones de nuestro entorno. El índice de alfabetización, por ejemplo, era el
segundo de América Latina, y los profesores y libros de texto cubanos gozaban
de merecido reconocimiento internacional. Por otro lado, según la UNESCO, antes
de Castro Cuba dedicaba a la educación pública aproximadamente la cuarta parte del
presupuesto nacional, el mayor porcentaje de todas las naciones de América Latina.
Paralelamente, coexistía con la educación pública la enseñanza privada, igualmente
de excelente calidad. El balance en términos de educación de la primera
República es altamente positivo, sobre todo si tenemos en cuenta que muchas de
las deficiencias que todavía existían estaban en camino de solución, pues
estaban creadas las bases estructurales para ello.
Todo lo anteriormente
expuesto y mucho más que pudiera añadirse, desmonta por completo una de las
falacias más grandes y mejor vendidas del castrismo.
Sin embargo, lo peor de
esta infame leyenda negra no es ella en sí misma. Lo peor es que sirvió de
coartada para el desmontaje por parte de la tiranía de aquellos verdaderos
logros de la educación en la Cuba republicana y su suplantación por un sistema
educacional orientado a la domesticación del ser humano y a la subversión de
los mejores valores de nuestra cultura occidental. Y todavía peor, este
horrendo engendro convertido, a su vez, en virtud de la propaganda y de los
mismos cómplices e ingenuos de siempre, en “leyenda rosa”. La realidad es que
hoy la educación en Cuba es un verdadero desastre, con instalaciones en ruina,
y lo más grave, una educación completamente ideologizada y politizada,
fundamentada en las mentiras de la tiranía, dirigida al adoctrinamiento cívico y ético de los educandos y distanciada
radicalmente de los valores naturales y mejores de nuestra civilización. La de
los Castro es una educación para crear ciudadanos obedientes, dependientes, y
de doble moral.
El Programa de La Rosa
Blanca para la Reconstrucción de Cuba, propone tomar lo mejor de nuestras
tradiciones en este campo, lo mejor de lo conseguido en la República,
actualizado con los avances alcanzados en los países punteros en este terreno.
Y ante todo, una educación que “debe tender a la defensa de los valores de la
democracia y la libertad, de la patria y de la familia”. El Programa de La Rosa
Blanca establece, sin equívocos, que “El Estado asegurará la educación
gratuita, incluyendo la segunda enseñanza y garantizará que ningún cubano con
capacidades para ello se quedará sin educación universitaria y superior por
falta de recursos económicos”. Asimismo subraya que “igualmente se garantizará
el desenvolvimiento de la educación privada dentro de los mismos valores antes
señalados y en consonancia con nuestras mejores tradiciones patrióticas,
cívicas y éticas”.
El Programa de La Rosa
Blanca para la reconstrucción, también en la esfera educacional, sin entrar en
detalles que corresponderán a los legisladores de la Cuba tras el cambio precisar
en su momento, libre y democráticamente, es una propuesta seria para el futuro
de Cuba que viene acercándose.