Por Lincoln Diaz-Balart
El régimen
de los Castro porta en sus genes la trampa y la mentira, la brutalidad y el
odio. Es su naturaleza. Así ha imperado sobre Cuba durante más de medio siglo.
Así se ha agenciado complicidades. Mazazo a mazazo ha ido desmontando el país y
viviendo siempre de torpes e interesadas ubres externas. La hoy extinta Unión
Soviética fue su gran sustentadora durante decenios. Desplomada esta, cómplices
en varios gobiernos y empresas desalmados acudieron a montarle el negocio del
turismo y otras ayudas. Pudo así el régimen sobrevivir malamente. Pero el
derrumbe continuaba. Vendría a continuación la tubería salvadora del petróleo
chavista. Pero al día de hoy la locura venezolana no da para más, y tiene que
pensar en cómo sobrevivir ella misma.
El
castrismo se revuelve en su fracaso y busca desesperadamente nuevas estrategias
que le permitan conseguir lo único que le importa: mantener a toda costa el
poder total. Por lo tanto, se activan al máximo los genes de la trampa, la
mentira, la brutalidad y el odio. Ese es el fundamento de las “reformas del
raulismo”.
La trampa,
el engaño, la estafa, para ser eficaces, tienen que tener cierta dosis de
credibilidad. Deben cumplir con la máxima de que no hay peor mentira que una
media verdad. ¿Han ocurrido cambios en Cuba en los últimos años? Pues se trata
de una media verdad. El régimen se ha afanado en dispensar aspirinas y tiritas de
mercurio cromo económico y algunas otras cositas, en medio de una gran
fanfarria propagandística. Los proclives al auto-engaño se dejan estafar. Pero,
es obvio que una parte importante del pueblo cubano, dentro de Cuba y en el
exilio, no se deja confundir con el “cambio fraude”. Confrontan al régimen. La
tiranía vive sus momentos más difíciles, y lo sabe. Hoy podemos percibir con
mayor nitidez las luces de la libertad. Pero al mismo tiempo enfrentamos graves
peligros. El ilusorio “cambio” que la tiranía promete y promulga, puede
conducir a muchos al espejismo de un cambio real. Y pudiera ocurrir entonces
algo peor incluso que lo acontecido a partir del infame Tratado de París que se
produjo tras el derrumbe colonial, y que permitió que los poderosos del antiguo
régimen continuaran siéndolo, unidos a intereses económicos foráneos,
haciéndose prácticamente en exclusiva con la economía nacional; quedando el
pueblo y los luchadores independentistas marginados y discriminados. Ahora, lo
que pretenden los detentadores de la dictadura militar en la Isla, es “cambiar”
para continuar ellos controlando el poder político y económico, compartido, en
ciertas áreas, con depredadores externos. El pueblo deberá conformarse, según
esos planes, con las migajas que les permita el neo-castrismo neo-esclavista.
Nada que
nos lleve a la libertad política será aceptable para los detentadores del régimen.
Nada que incluya la sustitución radical de las estructuras represivas de la
tiranía y su reemplazo por sólidas instituciones democráticas podrá ser
aceptable para ellos. Pero el pueblo cubano no puede aceptar nada que no
conduzca a un desarrollo económico al que tenga acceso y participación el
pueblo, en igualdad de oportunidades. Por eso, resulta apropiado recordar las
propuestas para la reconstrucción de Cuba de La Rosa Blanca para el día
después. A saber, recrear el BANDES (Banco de Desarrollo Económico Social) y el
BANFAIC (Banco de Fomento Agrícola e Industrial), así como crear el Banco de
Fomento de la Pequeña y Mediana Empresa. Es hacia esos organismos que deberán
canalizarse partes importantes de los créditos y el financiamiento
internacional que, a su vez, deberán llegar a cientos de miles de cubanos
descapitalizados para posibilitar el éxito de las buenas iniciativas
empresariales de quienes comenzarán en la nueva República descapitalizados.
Como se encontraron los mambises al comienzo de la primera República.
Es cierto
que, como reza un dicho español “no podemos vender la piel del oso antes de
cazarlo”. Primero tenemos que sacar del poder a quienes han destruido el país y
desmantelar las estructuras totalitarias. Pero, desde ya, debemos tener clara
conciencia de qué país se merecen los cubanos. Una vez más, proponemos el
análisis y estudio del Programa de La Rosa Blanca para la reconstrucción de
Cuba. Un Programa que no pretende, ni mucho menos, imponer su verdad, pero que
es un análisis sereno y profundo y una propuesta a tener en cuenta en el mañana
que se acerca.