Por Lincoln Diaz-Balart
En un artículo que tituló “El
Banquero del Terrorismo”, mi padre, Rafael Diaz-Balart, escribió en 2001:
“El psicópata endemoniado de La Habana
protege celosamente las cuentas secretas con los millones de dólares que
guardan en los bancos cubanos terroristas y narcotraficantes de todas las
latitudes. Hay que recordar que hace muchos años se comprobó que el producto
del asalto a un camión blindado cometido por los llamados macheteros boricuas
en Estados Unidos fue a parar al santuario terrorista de Cuba. Y es que no
solamente narcotraficantes, secuestradores y terroristas guardan y lavan impunemente
sus dineros en bancos cubanos, sino también lo hacen otros rufianes que han
esquilmado a sus pueblos, como Carlos Salinas de Gortari.
Los dineros de toda esa tropa de
delincuentes llegan a Cuba bajo la protección de la pandilla que esclaviza a
nuestra Patria y allí se guarda en los bancos “revolucionarios”. Después, el
Banco Nacional de Cuba, coloca esos dineros a su nombre en Bancos de Canadá,
Europa y otras latitudes y obtiene intereses y otras ganancias financieras que,
al regresar a Cuba, son repartidos alícuotamente entre los bandidos asociados
al tirano. Se produce así el lavado del dinero del narco-tráfico, del
terrorismo, de los secuestradores y de la corrupción de toda índole.
Por eso, el tirano de Cuba no permite que
se analicen las entrañas de sus bancos. Es el perfecto banquero de los
terroristas y demás delincuentes internacionales.”
Hace unos días, el sitio digital Zambia Watchdog, publicó la siguiente
noticia:
“Wynter Kabimba, ministro de Justicia de
Zambia y secretario general del Frente Patriótico (FP), partido de gobierno,
viajó a Cuba para abrir cuentas secretas con dinero saqueado al país. M´membe
viaja a Cuba al menos dos veces al mes con portafolios llenos de dólares. Kabimba
fue a formalizar las operaciones de cuentas bancarias suyas y de sus jefes
porque ellos saben que el dinero malversado y depositado en cuentas secretas en
bancos suizos y en otros paraísos fiscales es extremadamente difícil de
acceder.”
Una y otra vez me sucedió durante los 18 años
que estuve en el Congreso de Estados Unidos. En informes de la comunidad de
inteligencia, escuchaba información que ya había recibido, muchas veces años antes,
de mi padre.
Él no recibía informes de la comunidad de
inteligencia, pero Rafael Diaz-Balart tenía una capacidad de percepción y de
análisis – una visión – singular, que nunca dejará de impresionarme.