La tiranía castrista siempre lo ha intentado todo para convencer a todo
el mundo, y en especial a los cubanos, de que es invencible. Por todos los
medios le ha hecho creer a muchos de que su policía política todo lo sabe, de
que es imposible rebelarse, de que quienes se le oponen son mercenarios al
servicio de Estados Unidos. De que esos Estados Unidos, a través de la historia
no han hecho otra cosa que codiciar la posesión de Cuba y de que, para ello,
estarían dispuestos a una invasión armada que solo podría resolverse en un baño
de sangre y en segura derrota de los agresores. La tiranía siempre ha presumido
de la supuesta invencibilidad y genialidad de Fidel Castro, y últimamente en el
pretendido pragmatismo del realmente exiguo heredero. También la tiranía ha
alardeado siempre de contar con formidables aliados. En tiempos de la Unión
Soviética y su Imperio del mal, la tiranía castrista se sentía segura, tanto
militar como económicamente. Hoy finge que los avales chino y venezolano son
suficientes garantías de sobrevivencia para el régimen.
Por otra parte, utiliza todos sus recursos de chantaje, amenazas y
seducción para, por un lado, conseguir la desmoralización de sus oponentes, y
por otro, atraerse los recursos necesarios para sostenerse más o menos, más
bien menos que más. Y ganar tiempo. El tiempo que necesita la gerontocracia
mandante para preparar el terreno a sus herederos, “reformitas” menores de por
medio.
Igualmente cuenta la tiranía con el cansancio y la desidia
internacional. Conseguir, es su propósito, que en general se olviden de ellos y
les acepten, si no como algo normal, al menos como un hecho consumado a largo
plazo. Para ello reclaman el aval de los resultados electorales en Venezuela y
en Estados Unidos. Aunque simulen lo contrario, están muy esperanzados en que
la reelección de Obama produzca en breve plazo cambios favorables para el
régimen en las relaciones EE.UU. y Cuba. Mientras tanto, continúan con su
implacable acoso a todos cuantos se les oponen internamente, ya sean
activistas, periodistas independientes, damas de blanco, blogueros, etc. La
violencia alcanza incluso a los que expresan un disentimiento más suave o
“moderado”.
Lo cierto es que se percibe cierto desánimo en muchos sectores de la oposición
al interior de la Isla. Y muy grave, mucho malestar también dentro de lo mejor
y más firme históricamente del exilio. En contraste, repican las campanas de
júbilo entre aquellos que por diversas razones, conscientes o no, interesadas o
no, juegan el juego de la tiranía. Visto así, a bote pronto, el panorama de la
libertad de Cuba se torna desesperanzador.
Pero no. Ese sentimiento de derrota, de que no hay esperanza (al menos
a corto plazo), debe ser erradicado de inmediato. Y no por un mero ejercicio de
voluntarismo torpe, o de bobo optimismo. Sino porque sí hay esperanza. Porque
la historia, nuestra propia historia así lo acredita. Mucho más tiempo tuvieron
que enfrentarse los cubanos al colonialismo español. Mayores dificultades
tuvieron que encarar nuestros Mambises, también de desunión , también de
sectores colaboracionistas, también de escasos aliados en América Latina y en
todo el mundo. Pero como recientemente nos recordaba la periodista
independiente Tania Díaz Castro, el Padre de la Patria, Carlos Manuel de
Céspedes, calificaba al poder colonial de “carcomido y caduco”, añadiendo que
si nos parecía grande e invencible era porque lo habíamos contemplado por más
de tres siglos de rodillas. El poder tiránico de hoy no es invencible, se halla
igualmente “carcomido y caduco” y no podemos ni debemos creernos sus ficciones
de poder y fortaleza, y mucho menos contemplarlo de rodillas. La tiranía está
vencida, aunque sus gerifaltes y alabarderos no lo vean y aunque nosotros no
nos lo creamos.
El castrismo se desmorona. Me permito citar a la bloguera Miriam
Celaya: “Si se hace un breve recuento de los signos, se puede comprobar que
todas las manifestaciones masivas que daban valor escénico a la revolución de
los Castro han ido desapareciendo: las marchas “combatientes”, los trabajos
voluntarios, las guardias cederistas, las donaciones de sangre maratónicas, las
recogidas de materia prima y más recientemente estas fiestas” (las caldosas de
los CDR). O también esta reflexión del periodista Luis Cino: “¿Quién para ahora
la clonación de jóvenes irreverentes, hedonistas y anti-sistema …que juegan a
la disidencia y para colmo se dan el gusto de escribir sus propias bitácoras
del desencanto y la rebeldía?
La verdad es que el castrismo es insalvable. No hay Obama, ni Chávez,
ni apoyos o experimentos chinos que le salven. Y eso será así mientras exista
un cubano dentro de la Isla que no desista y se rebele, y mientras exista un
cubano honorable en el exilio que no lo acepte. Levantemos el ánimo. A lo largo
de este más de medio siglo hemos sufrido contingencias peores sin abdicar.
Ahora, cerca de la victoria, mucho menos.