Saturday, June 28, 2014

Sin embargo, qué pasa con Cuba


Por César Menéndez Pryce

El tema del embargo de EE.UU. a Cuba y la promoción del acercamiento de las posturas entre los gobiernos norteamericano y cubano suscita gran interés en  algunos círculos políticos y empresariales donde, sin embargo, soslayan la intransigencia de Castro a sentarse a conversar con los disidentes de la isla  para tratar los temas nacionales.

Aquellos que abogan por el levantamiento del embargo, como primer paso para la normalización de la situación cubana, deberían  reflexionar si realmente éste debe ser el orden conveniente para las aspiraciones democráticas de la nación.

Esa errónea creencia, que cuando irrumpa el capital y la influencia norteamericana se produciría  una apertura que nos llevaría al desarrollo y la libertad plena,  mueve a muchas personas de buena fe a pedir el levantamiento del embargo.  Pero quienes así piensan olvidan algo muy importante,  la naturaleza del sistema totalitario.

El régimen cubano ha creado grandes falacias alrededor del embargo. La primera es que esta sanción  es contra el pueblo cubano, cuando lo único que persigue el embargo es que el poder absoluto de los Castro tenga en cuenta los criterios de los cubanos a través de los mecanismos democráticos. La otra falacia es que el embargo pretende poner de rodillas y rendir a los cubanos por hambre, cuando todo el mundo sabe que más del ochenta por ciento de los alimentos de Cuba son comprados en EE.UU.  La otra  contradictoria falacia es que el embargo no funciona que es ineficiente, entonces, ¿por qué desean que lo levanten?¿Por qué le echan la culpa de todos los desmanes que ocurren en la isla?

El embargo es una medida política que busca la democratización de la isla. Estados Unidos se afecta económicamente con el sostenimiento del embargo, pero hay cosas como la libertad y la dignidad de las personas que no se pueden cuantificar en ganancias o pérdidas económicas. 

Una muestra clara de la naturaleza el régimen es  la “renovada” ley de inversión extranjera  utilizada  como señuelo para exacerbar los peores instintos de los empresarios inescrupulosos del mundo a quienes engatusa con la garantía de mano de obra semiesclava, no sindicalizada, carente de derechos, dócil y siempre reemplazable. Algo atractivo para algunos empresarios del  sur de la Florida que ya babean al observar tan cerca el  pastelito castrista y piden el fin de la medida. ¿Pero acaso está en manos de estos señores avariciosos  el bienestar del pueblo cubano, o se confabulan con los Castro para extraer lucro del sufrimiento de la nación?

El congresista cubanoamericano Mario Díaz Balart (R-FL) en recientes declaraciones señaló, “ la sanciones se terminarán automáticamente en cuanto se libere a los presos políticos; se legalice la prensa, los partidos políticos y los sindicatos independientes; y se programen elecciones libres  y justas”. Todos y cada uno de estos puntos son beneficiosos para los cubanos y deseables por cualquier nación libre del mundo.

Por tanto, el levantamiento del embargo  ahora sería un freno a las medidas “aperturistas” realizadas por Raúl Castro.  Teniendo en cuenta que la delicada situación actual  ha sido la causa de que, después de cincuenta años de restricciones y privaciones,  los cubanos puedan entrar a los hoteles sin ser discriminados, adquieran el derecho a viajar al exterior sin perder sus viviendas, puedan vender y comprar sus casas de forma legal, puedan practicar ciertos negocios sin ser vistos como enemigos el pueblo, puedan soñar con comprar un auto de uso, auque el gobierno los venda a precio de “Ferrari”. Por primera, vez los campesinos han tenido la libertad de explotar sus tierras y vender libremente sus mercancías e incluso han podido comprar, de forma legal, sus instrumentos de labranza. Estamos hablando de que, gracias a que el régimen ha visto peligrar su permanencia en el poder, ha tenido que, a regañadientes, abrir  las manos  para otorgarle al pueblo algunas medias libertades.

¿Por qué nos tenemos que conformar con unas migajas que no entrañan la libertad plena del hombre? ¿ Por qué aspirar a vivir supeditados a la voluntad de un régimen cuyo sistema policial, despótico y paranoico, es diseñado únicamente para garantizar el poder a Castro? ¿Por que negarnos a hallar entre los once millones de cubanos,  la forma de organizar una sociedad más humana acorde a los tiempos actuales en libertad y democracia? ¿Por qué anteponer el levantamiento del embargo a la democratización de la isla? ¿Por qué desear el fin de la única presión externa que llama a tener en cuenta la voluntad de los cubanos?

En época del paraguas soviético, cuando estábamos “protegidos” por una super potencia militar y económica que nos regalaba un barco de petróleo diario y nos compraba a precio privilegiado toda el azúcar que producíamos, el régimen se mostraba tal y como es: todo estaba prohibido y cualquier desliz político podía acarrear una condena de 30 años de cárcel. Entonces,  no se podía creer en Dios,  ser homosexual era castigado con cárcel ,  conversar por teléfonos con tus familiares fuera de Cuba era causa de represalias. La experiencia nos dice que en  condiciones de solidez económica el régimen no cedería ni un centímetro de libertad y volvería a su versión de Terror de Estado aniquilando todo los visos de apertura. Es sabido  que cada vez que Castro entra en crisis se producen las llamadas  reformas aperturistas. Una fórmula nada nueva  ni original,  lo hizo ya Lenin en la URSS en 1922 con la llamada Nueva Política Económica, “el obligado paso atrás” destinado  la revitalización económica y  romper el aislamiento de Rusia,  y en 1956 Nikita Jrushchov con la Desestalinización,  y en 1980 Fidel Castro cuando el éxodo del Mariel, por tanto, el resultado final ya lo conocemos.

La única garantía que tiene el país de construir una sociedad justa, democrática y moderna es instrumentar un proceso aperturista donde participen todos los agentes sociales cubanos. Parafraseando al Papa Juan Pablo II,  que Cuba se abra a los cubanos para que el mundo se abra a Cuba. O lo que dijo Pablo Iglesias, el portavoz del partido español “Podemos”, al nuevo rey español Felipe VI, eso mismo se puede decir por acá a Raúl Castro, “si usted quiere ser jefe de estado, postúlese”.  Con la única diferencia que en España el rey sólo reina y en Cuba el jefe de estado, gobierna.

            Existen dentro del país organizaciones ilegales disidentes abogando por el entendimiento entre los cubanos, hay en la isla  muchas de  personas cargadas de sueños que no se atreven a expresar sus ideas por miedo a las represalias del  régimen. Sin embargo, el régimen los menosprecia y los encasilla en el rol de ciudadanos de segunda.

Cuba no puede seguir a merced de las concesiones arrancadas por la presión internacional y las calamidades nacionales. Cuba no puede seguir persistiendo de los cubanos. Nuestra  nación necesita un marco legal donde las voces alternativas puedan expresar sus ideas sobre la futura sociedad sin que esto constituya un acto temerario. Para ello tendríamos que cambiar el modelo unipartidista  por uno donde todos los intereses del pueblo –representados en partidos y diferentes organizaciones sociales-  se puedan poner de manifiesto.  Habría que cambiar la actual constitución  -hecha a la medida de la  élite castrista-  por una que represente y proteja las aspiraciones de todo el pueblo, que contemple la alternancia de gobierno, la separación de poderes y el respeto a los derechos fundamentales del hombre, a la que todos los cubanos estemos supeditados y establezca de forma clara nuestros derechos y obligaciones en una sociedad en libertad.

Martí expresó brillantemente: “…al igual que el hueso al cuerpo humano y el eje a una rueda y el canto a un pájaro y el aire al ala, así es la libertad la esencia de la vida. Cualquier cosa que se haga sin ella es imperfecta…” La sociedad cubana se merece la perfección de vivir en libertad. No debemos aspirar a menos.


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