Por Mario Félix Lleonart Barroso
Ya en la revista Signos No. 48, 2003, relato el origen del nombre de uno de los
trillos que circundan por las afueras la comunidad en la que pastoreo la
iglesia bautista, en Taguayabón, lo cual no repetiré aquí. La revista está en
la red y puede ser accedida así como otros números en los que colaboré, y que
constituyen por cierto algunas de mis mayores satisfacciones. Pero esta vez no se
trata de folklore (todavía), sino de un suceso de ayer mismo, 4 de julio de
2014, Día de la Independencia en USA.
Nunca el abandonado callejón en su solitaria y
triste historia estuvo tan concurrido, hasta con varios autos parqueados, lo
cual me atrevo a asegurar es algo completamente inédito. No pasó desapercibido
a escurridizos testigos habituales de la zona quienes me dieron fe de lo que
cuento. Lo más extraño para ser aquelarre fue la hora escogida, cercana al
mediodía. Quienes se reunían no incurrían en asociación ilícita, de lo
contrario habría durado apenas segundos con bastante éxito.
Ya que de por sí un aquelarre haya tenido lugar en
el callejón del muerto merece ser objeto de mi atención por haber sido yo uno
de sus juglares, si es que ha habido otros. Pero hay algo más que me implica y
fue la razón por la que me lo contaron. Uno de los autos participantes un rato
antes intentó darme un aventón lo cual me pareció tan bueno como para ser real,
prejuiciados como estamos los cubanos con todo lo que parezca positivo, después
de tantas desilusiones, que lo rechacé categórico, casi que escapando. Hoy no
sé por qué, tal vez aderezado por extrañas llamadas telefónicas de probables
amables choferes que me ofrezcan transporte, he pensado tanto en el extraño
episodio y hasta he evadido otras nuevas ofertas matutinas. Me han sido
recurrentes hoy imágenes de mártires como Popieluzko, Payá o Harold; y hasta he
llegado al punto de mal pensar que el nuevo muerto del callejón iba a ser yo y
que dejé sin victima el aquelarre.
Todo esto sucede en medio de un ambiente enrarecido,
donde desde hace semanas se obvian métodos convencionales y donde la atmósfera
a nuestro alrededor se carga y carga más, a medida se acerca el día fijado para
un vuelo en el que junto a mi esposa e hijas, y de otros miembros de la
iglesia, a invitación de congregaciones hermanas en USA, continuaremos
estrechando los lazos, a ambos lados de las dos orillas, en un auténtico
intercambio pueblo a pueblo, y de Fe a Fe contra el que no podrán.
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