Friday, April 30, 2021

No se dejen engañar: el cambio de nombre en el poder en Cuba, no cambia nada.


 Por: Rosa María Payá


Los titulares sobre el “cambio de liderazgo en Cuba” supuestamente acontecido durante el VIII Congreso del Partido Comunista, dieron la vuelta al mundo este fin de semana. Sin embargo y sin sorpresas, la mayoría omitió que el supuesto cambio es un fraude. Los cubanos lo sabemos muy bien, por eso el teatro fue especialmente diseñado para el consumo externo.


El fraude comienza por el lenguaje:


No es un partido. El Partido Comunista de Cuba (PCC), no es una organización conformada para competir en elecciones y ejercer el poder como intermediario entre el estado y la sociedad, tal y como se entiende cualquier partido político en el mundo.  De hecho, el PCC nunca se ha arriesgado a competir con otros en elecciones, sino que ilegalizó a todos los partidos políticos e impuso una constitución que coloca al PCC por encima de la sociedad y del estado por siempre.  Según ellos, más o menos el 10% de la población cubana milita en el partido o en las juventudes comunistas, pero sus bases no tienen voz real en la designación de su liderazgo. La dirección del PCC ni siquiera se parece al difunto politburó soviético que tenía miembros de alguna manera elegidos para dirigir, sino que es una estructura creada para servir según la voluntad de los entonces hermanos Castro.


No es un presidente. Miguel Díaz Canel no fue elegido por el pueblo cubano entre otros candidatos para ejercer el poder ejecutivo. Por el contrario, fue designado por Raúl Castro para ser la cara no Castro del régimen, sin poder real para “tomar decisiones importantes”.


No es un congreso. El 8º Congreso del PCC, tampoco es un congreso en el sentido de que sus miembros se reúnan para elegir por votación a sus representantes, así como para consensuar determinada plataforma de acción para cierto período. No, en esta reunión hasta las más mínimas decisiones estaban previamente determinadas. Los asistentes, como también ocurre con los miembros de la Asamblea Nacional, sólo están ahí para aceptar unánimemente lo que se les ordene. La ciudanía cubana como tal está absolutamente excluida del proceso de toma de decisiones, de quienes, de manera inconsulta, se autodenominaron como la fuerza rectora superior de la sociedad.


No es un cambio. Al menos no en el liderazgo de la estructura de poder factual. Lo único que cambió fue el rótulo del nombre del secretario general. El país permanece en manos de la familia Castro y un reducidísimo número de jefes militares. La maquinaria se desplaza cada vez más hacia la segunda generación Castro, incluidos el ex yerno y el hijo de Raúl, Luis A. López Callejas, el coronel Alejandro Castro Espín, a la cabeza del conglomerado empresarial-militar y del aparato de inteligencia cubano. Empeñados en esconderse detrás del rostro civil colocado solo nominalmente al frente del estado militar y dinástico que aún es Cuba.


A pesar de que los jerarcas cubanos lo nombraron “el congreso de la continuidad”, la propaganda alrededor del supuesto cambio de líder ha sido insultante para la inteligencia de los cubanos. La manipulación es tan descomunal que algunos afuera hasta se aventuran a especular que Díaz-Canel podría ser el Gorbachov cubano. Esta tesis es terriblemente ingenua, incluso más torpe de lo que fue pensar que Maduro podría ser el reformista después de Chaves. Sobre todo, a la luz de los hechos de los últimos años en que se ha intensificado la represión política y se han impuesto nuevas leyes que penalizan la libertad de expresión, creación y emprendimiento. Por ejemplo, el Decreto 370 sobre telecomunicaciones en 2019, penaliza las publicaciones en las redes sociales que denuncian las injusticias del régimen; o la constitución, impuesta unos meses antes, que establece “el derecho a combatir por todos los medios incluyendo la lucha armada (…) contra cualquiera que intente” cambiar el sistema político de partido único comunista. Todo, ocurrido durante la supuesta presidencia de Díaz-Canel.


Sin embargo, pocas veces la dictadura castrista estuvo tan vulnerable como hoy. Por un lado, las décadas de fallida administración económica han desembocado en una profunda crisis humanitaria, agravada por la pandemia y la pérdida de ingresos turísticos que ha sumido al país en el desabastecimiento y la desesperación. Sin apenas petróleo fluyendo de Venezuela, el régimen ha implementado un cambio monetario para quedarse con todos los dólares que entran a la Isla convirtiendo en un calvario la subsistencia de la mayoría de las familias. Por otro lado, el ciudadano común sabe que ningún cambio positivo para su vida saldrá del PCC y la cúpula del poder. "Solo el pueblo, salva al pueblo". Sólo en el pasado mes de marzo se registraron casi dos centenares de protestas en las calles de Cuba y han continuado durante todo abril. La noche antes del congreso, miles de cubanos encendieron velas, celulares y linternas para manifestarse en contra. La protesta “Luz de Alarma”, impulsada por la iniciativa Cuba Decide y extendida por todo el país, iluminó casas y barrios para reclamar que los jefes del PCC no pueden decidir por el pueblo el futuro de la nación, porque Cuba es de todos los cubanos.


Ciertamente la dictadura se encuentra muy débil, pero no dará paso espontáneamente a una transición democrática. Debe ser empujada. Como ha demostrado la historia reciente, los ciudadanos no pueden enfrentarse solos a un grupo criminal que ostenta el poder totalitario, es necesario el apoyo de la comunidad internacional. El cambio real en Cuba solo comenzará cuando se garanticen los derechos humanos fundamentales y los ciudadanos tengan la posibilidad real de participar, cuando el régimen cubano se someta a la voluntad soberana del pueblo. Ese es cambio de sistema que estamos reclamando y sintetiza la demanda fundamental de las protestas de todos estos meses.


Con Fidel muerto y Raúl en retirada, él y sus herederos detrás de toda la mascarada del congreso del PCC se afanan en reorganizar las tumbonas del Titanic para intentar concesiones económicas de Washington y aumentar las que ya les llegan desde Europa y Naciones Unidas. Estados Unidos debe tener cuidado de no reducir la presión sobre el régimen cubano justo en el momento en que podría tener consecuencias. La actual administración estadounidense, la Unión Europea y todo el mundo libre tienen ahora la oportunidad de ponerse del lado del pueblo cubano y tomar acción para apoyar nuestro legítimo derecho decidir nuestro futuro.


Friday, February 26, 2021

Martí vs. Castrismo: La maldita circunstancia

 


Por  Luis Leonel León 

En estos días, por ese provechoso imán que también pueden excitar los natalicios, algunos reabren las puertas de la memoria, y aún hay hasta quienes leen y releen –que siempre será lo vital– al intelectual cubano José Martí, nacido en la España peninsular hace poco más de un siglo y medio, el 28 de enero de 1853.

Martí no sólo fue un impresionante escritor, precursor del movimiento literario modernista, sino también uno de los más conocidos mártires de las guerras independentistas en la Isla, a las que, es preciso señalar, se les puso punto final el 20 de mayo de 1902, con la fundación de la República. Más de medio siglo antes de que Fidel Castro secuestrara la inexperta nación y –ayudado en gran medida por su obstinada adulteración de la imagen y la obra martiana– la enterrase viva. Y así permanece. Violada, apuñaleada, insegura, engañada en todo y por todos, pero sin haberse convencido de la trampa que siempre será la eutanasia.

Y es que con Martí quizás sucede algo similar a lo ocurrido con la Cuba republicana: el castrismo la hirió de muerte. La lanzó a la fosa atada de pies y manos, casi enmudecida, inmóvil, zombi; pero no significa que no podrá zafarse y escapar del ataúd marxista-leninista, al que sus arquitectos y gendarmes se empeñan en mantenerle incrustada una falsa etiqueta martiana.

Por suerte la llamada “revolución cubana” no ha decapitado al Martí real. Ojo: por una parte porque no le ha convenido hacerlo y por otra porque no ha podido. Pero aunque quisiera creo que no podría, no sólo porque se trata –con distorsiones y olvidos y hasta rechazos– de una fortísima personalidad enraizada al surgimiento de la nacionalidad, sino también porque el castrismo ha utilizado a Martí como su más magnánimo andamio. Y si de pronto lo eliminan caerá la estructura, por demás ya bastante deteriorada.

Martí ha sobrevivido a Castro y, tal parece, sobrevivirá al castrismo.

Todavía se le sigue llamando “el apóstol”. Muy a pesar de que Castro, con su perversa pericia, tratara de arrebatarle o al menos distanciarle de este título legítimo y trastocarlo simplemente en “héroe nacional” (noción parcializada para su conveniencia) de las “guerras liberadoras” que –según la mitología castrista– culminaron en enero de 1959, cuando el caudillo revolucionario finalmente se hizo del poder, poniendo fin a su insurrección armada y dando inicio a la más miserable y sostenida guerra (62 años) contra los cubanos y contra la República que precisamente anhelaba edificar Martí y que Castro, incluso en el nombre del propio apóstol, de un zarpazo abolió.

Así de retorcido fue el peor y más habilidoso de los Castro, y así sigue siendo su mayor legado: el castrismo que arrastra el archipiélago. Dentro y fuera. Como una especie de condena. Parafraseando a Virgilio Piñera y su “Isla en peso”: la maldita circunstancia de la revolución, del socialismo, del castrismo por todas partes.

Los cubanos desde muy pequeños han escuchado hablar y hablar de Martí. Sus bustos y sus frases –no pocas veces sacadas de contexto– están desperdigadas por toda la Isla, casi compitiendo (por así decirlo, aunque en el socialismo ya sabemos que la competencia es pecado capital) con las del difunto dictador, hoy canonizado como el espectro ideológico de ese fallido sistema que desde 1959 impera en la Isla,y en cuyo panfleto carcelario, que tienen el descaro de llamar “Constitución”, maniobran con la imagen de Martí y vulgarmente lo enredan con el proyecto castrista (no olvidemos que la izquierda, sobre todo la más radical, esa que abiertamente defiende o busca implantar el Socialismo real: ostenta más de un doctorado en corromper la historia e imponer como verdades sus telarañas, sus delirios).

De ahí que, más que información histórica sobre y del apóstol de nuestra nación, lo que allá en la Isla los cubanos de a pie reciben de Martí, cuando más, es sólo la porción manoseada que al régimen le conviene divulgar, siempre combinada con una serie de falacias que, a falta de otras visiones, han contribuido a construir una imagen desfigurada e incompleta del creador de los Versos sencillos.

Por ejemplo, según Castro, Martí fue “el autor intelectual” de su fracasado ataque al cuartel Moncada. Poniendo al poeta por delante, en el juicio por este acto terrorista, Castro se defendió arguyendo: “Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde”.

Una artimaña de corte nazi que el entonces joven revolucionario y gánster bananero (aún no había alcanzado el título de terrorista internacional) empleó para justificar y adulterar el acto terrorista que en realidad constituyó a todas luces dicha acción. La realidad es que necesitaba legitimar no sólo aquella malévola acción fallida sino a la par establecer un falso escenario y un precedente para las otras acciones similares que luego le permitieron transformar el país en una hacienda particular.

Su alegato, muestra de un excelso dominio de la retórica y el embuste, fue publicado bajo el título de “La historia me absolverá“, curiosamente una frase muy parecida a la empleada por Adolf Hitler, también en su defensa, “cuando fue arrestado en Alemania en los años veinte con el famoso Putsch de Múnich, que fracasó también”, recuerda el embajador cubanoamericano Otto Juan Reich, descendiente de una familia judía que llegó a Cuba huyendo del nazismo.

Martí ha sido constantemente vapuleado por el aparato de propaganda y la desinformación del régimen de La Habana. Fíjense en lo que enarbola eso que han dado en mal-llamar “Constitución de la República de Cuba” del 2019: “El Partido Comunista de Cuba, único, martiano, fidelista, marxista y leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, sustentado en su carácter democrático y la permanente vinculación con el pueblo, es la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado. Organiza y orienta los esfuerzos comunes en la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista”.

Ante esto vale preguntarse: ¿De verdad puede creerse que Martí, el apóstol, el poeta, el líder político, el humanista, hubiera suscrito semejante asesinato de la libertad por la que luchó, y de la República que tanto ansió y por la que murió?

Pues, al parecer, sí es posible creerlo. Y no una persona o un grupo sino casi todo un país. Y por muchos años. Desgraciadamente es posible cuando se ha instaurado el poder totalitario para hacer y deshacer todo esto y mucho más. Tal es la farsa del socialismo real. No lo olvidemos.

Llama la atención que en 1884, un siglo antes de que desapareciera el bloque comunista de Europa del Este, Martí escribiera un artículo para la revista La América, de Nueva York, conocido como “La futura esclavitud“, a propósito del famoso ensayo del filósofo inglés Herbert Spencer. La claridad del apóstol cubano, avizorando lo que sería la sociedad socialista, es trascendente:

“El hombre que quiere ahora que el Estado cuide de él para no tener que cuidar él de sí, tendría que trabajar entonces en la medida, por el tiempo y en la labor que pluguiese al Estado asignarle, puesto que, a éste, sobre quien caerían todos los deberes, se darían naturalmente todas las facultades necesarias para recabar los medios de cumplir aquéllos. De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. Esclavo es todo aquel que trabaja para otro que tiene dominio sobre él; y en ese sistema socialista dominaría la comunidad al hombre, que a la comunidad entregaría todo su trabajo”. Imbatible Martí. Y por cierto, a su relación con el socialismo (ese virus letal en boga otra vez por el mundo) regresaré. Es interesante. Necesario.

Recordar al buen Martí por estos días es cosa fácil. Casi una obligación del calendario. Y aunque más importante que el mero recuerdo es su exégesis, de cualquier modo siempre valdrá la pena la evocación de un gran poeta. Como es el caso del autor de “He vivido: me he muerto“, donde advierte: “y en mi andante / Fosa sigo viviendo”. Con toda razón, o sin razón, y por tanto tiempo. 

Friday, December 11, 2020

Cuba hoy: entre la miseria, la represión y la vulgaridad


Por  Luis Leonel León 

LA TIRANÍA SE AFERRA AL PODER MIENTRAS DESTRUYE LA VIDA DE MILLONES DE CUBANOS

No pocos europeos, estadounidenses e incluso latinoamericanos, al saber que soy cubano –a veces por curiosidad, a veces buscando aclarar algunas dudas– me preguntan cómo es realmente la isla donde nací, qué es de verdad Cuba.

El exilio de la revolución castrista comenzó justo en 1959, por lo que para un exiliado de este siglo que nació, creció y escapó del socialismo real –como es mi caso y el de muchísimos otros–, esa pregunta puede terminar tanto en la confirmación de lo que es obvio, como en la desatadura de un increíble asombro o una situación perturbadora.

Mis respuestas han echado por tierra ideas e imágenes arrastradas durante décadas –gracias a la cotidiana desinformación– sobre una realidad que suelen ver como una especie de subdesarrollado paraíso caribeño que aún –incluso luego del masivo fracaso del comunismo– sigue creyendo en la torpe idea de que el socialismo es un proyecto humanitario que, lastimosamente, todavía no se ha conseguido implementar bien.

Una bazofia servida en un banquete de falacias. Un manojo de mitos, funcionales al régimen de La Habana y sus satélites y benefactores, que tanto políticos de izquierda como comunicadores de pacotilla, han sembrado en la mente de varias generaciones en el mundo.

Justamente esto es parte cardinal del problema que sufren los cubanos y, por supuesto, ayuda a que haya gente, de dentro y fuera del espanto, que aún no sepa qué es de verdad la Cuba de hoy.

No se puede creer jamás en aquel perverso intento de lavadura de rostro a la dictadura habanera que lanzara la exjefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, al describir el sistema cubano como “una democracia de partido único”. Cuba, para empezar, no es un país normal. O al menos no es lo que la mayoría de los seres humanos entendemos por un país.

Si vas a pensar en Cuba, debes olvidar casi todo lo que hasta hoy creíste que hacía funcionar un país. Porque sencillamente Cuba es todo lo contrario (aunque como va el mundo, si no abrimos los ojos y actuamos rápido, no tardarán en fabricarse otras versiones de la isla cárcel).

Desde hace más de 60 años en Cuba no existe un Estado legítimo. Quienes allí gobiernan lo hacen desde un estatus conseguido no por consenso cívico sino por la persistencia de una añeja dictadura, militar y familiar, cuyo mayor logro no ha sido otro que sostener en una mano la represión y la confusión, y en la otra la miseria y la resignación, con ambas vendarle los ojos a la gente -no únicamente a los cubanos- y darles palmadas en la espalda. Entre otras herramientas tan lóbregas como útiles para cualquier proyecto totalitario.

Represión de varias maneras, desde golpizas y mítines de repudio a los que disienten, o protestan más de la cuenta, hasta la condena a prisión sin debido proceso (recuerden, o desayúnense, que en Cuba no hay independencia de poderes), o la muerte, sin que el Estado se vea obligado a nada. Pues las leyes revolucionarias están diseñadas no para proteger a los ciudadanos, a la gente que hace el país, sino precisamente para condenarles cuando ese Estado todopoderoso lo estime conveniente. Un lugar donde esto ocurre a cada hora del día no es ni puede ser visto jamás como un país normal. Tan sólo como una cárcel, aunque de vez en cuando tenga carnavales y haya gente que se niegue a creer que no vive, o que sobrevive, bajo la bota de un vulgar reglamento penitenciario, al amparo de la bondadosa bravuconería del Partido Comunista. Allí, donde el hambre llega a ser una cuestión revolucionaria, todo es posible.

Aquello que el régimen ha presentado desde los años 70 como su parodia de Constitución, pérfidamente modificada en 2003, establece la irrevocabilidad del Estado socialista, desestimando toda modificación del sistema socioeconómico.

En su artículo 15 la constitución castrista deja bien claro que “el Partido Comunista de Cuba, martiano y marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, que organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia los altos fines de la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista”. En síntesis: el régimen podrá aceptar cualquier maquillaje, pero su esencia no la va a cambiar. Al menos no por su propia voluntad.

En esta realidad, no sólo los grupos opositores (condenados por el régimen a la represión y al ostracismo dentro de la isla) sino cualquier persona que se atreva a disentir, se ve parado, casi en soledad, ante un gran muro. Y claro que en Cuba hay mucha gente que sabe qué sucede y que por temor no expresa libremente lo que, en otro sistema, sería vox populi. Es natural que ante la represión una gran cantidad no actúe como desea sino bajo la penosa bofetada del silencio.

Tampoco es mentira que muchos no se dan cuenta de por qué subsisten de ese modo tan miserable, sobre todo fuera de la capital y en áreas rurales. No perdamos de vista que hablamos de una sociedad donde los medios de comunicación, durante 6 décadas, han estado destinados no a informar sino a desinformar cada día, no a clarificar sino a confundir. La confusión, aún en medio del descalabro revolucionario, encuentra las puertas abiertas en muchas casas. El sueño dorado de todo dictador y sus gendarmes y altavoces.

Del mismo modo ocurre con el sistema de enseñanza, desde los Círculos Infantiles y las escuelas hasta las universidades, todas revolucionarias. No en balde en Cuba la confusión se ha hecho endémica. Y no sólo en los que viven en la isla sino también en una parte de los que han logrado irse. Por ello lo que otrora fue sociedad civil se convirtió, con el paso y el peso de los años, en una caricatura, un baile de disfraces, un pestilente carromato de títeres que repite, año tras año, una función de zombis para zombis.

Para hablar de la miseria en Cuba no sólo vasta hojear la inservible libreta de racionamiento, comprobar que no es una fotografía apócrifa el pan viejo sobre la mesa corroída, o tragar en seco viendo cómo el Estado les vende huesos a los ciudadanos como si de carne se tratase. O que la gente no tenga jabón, que el papel higiénico sea un lujo, un ave exótica que una vez pasó. O que el régimen afirme, con esa expresión tan demagógica del buen revolucionario, que todo es culpa del embargo (o el bloqueo, como le llama el castrismo) de Estados Unidos.

Para hablar de miseria hay también que mencionar la práctica de la doble moral, los actos de repudio que jamás han cesado, los delatores por temor y por cuenta propia.

Al hablar de miseria en Cuba no podemos dejar de mencionar cómo la vulgaridad ha llegado a convertirse en una poderosa arma de la revolución en contra de una cantidad considerable de cubanos. Hay quienes, sin percibirlo, han asumido la vulgaridad como su lenguaje y contexto natural y la emplean tranquilamente no sólo para atacar a sus semejantes y hasta a sí mismos, sino que también (como hemos podido ver en sucesos recientes en La Habana) han resuelto protestar contra el castrismo navegando ellos también en el pantano de lo vulgar.

Y ante esto, hay al menos dos cuestiones que saltan a la vista y debemos preguntarnos: ¿Se puede vencer al socialismo real enarbolando las banderas y los productos -como es la vulgaridad- que ha institucionalizado e identifica al propio sistema? ¿Realmente este tipo de herramientas y comportamientos va en contra del socialismo y, por demás, de la vulgaridad que ha florecido, como el marabú, en la Cuba desestructurada desde 1959? Quizás valdría la pena repensarlo.

Entretanto, la resignación -como era de esperar- también ha hecho lo suyo. Y en buena medida. Por una parte, la mayoría entiende que solos no pueden deshacerse del régimen, y en ello llevan razón. El exilio nunca se ha tomado la Coca Cola del olvido, pero tampoco ha logrado ganarle la batalla a un Estado totalitario. Los cubanos en la isla, sin saber exactamente qué hilos mueven a los disimiles actores detrás de las cortinas, claman por la ayuda de sus familiares que viven fuera, la reciben, e inevitablemente se habitúan a vivir de ella. El exilio, además de resistencia también ha sido una ineluctable -por ambas partes- industria para el castrismo.

La mayoría de la minoría que en Cuba accede regularmente a Internet no lo usa buscando mecanismos que le ayuden a conseguir su libertad, incluso a informarse sobre temas capitales que le afectan, sino para tratar de entretenerse o para pedir más recargas. Todo esto es propio del ambiente cruel en que subsiste el cubano. Y lo peor de todo, siguen sin creer que la libertad, dado su escabroso horizonte, es realmente posible. Esto es lo más peligroso, y su vuelta en u es a lo que más le teme la dictadura. A este vuelco deben apelar todas organizaciones de dentro y fuera del difícil archipiélago.

Desde dentro de Cuba (los opositores, intelectuales independientes, los más claros e informados y en general la gente común y corriente que decide despertar) y también desde fuera, debe insistirse en la irrevocable jerarquía de la libertad. Es imprescindible que los cubanos comprendan qué sucede realmente con sus vidas y cómo podrían darle un giro de 180 grados. Salvarles convocando a la confluencia de la verdad y la historia –tan necesaria– y tratar de sumarlos al camino que pueda ser más efectivo en busca de la libertad. Esto es vital.

Mientras más cubanos consecuentes haya, menos poder tendrán el régimen y sus hilos sombríos, y más cercana estará la libertad, que es lo primero. La libertad deberá ser siempre lo primero. Cuando su existencia y defensa no es la esencia y la cúspide, la sociedad, cualquiera que sea, comienza a tambalearse y corre un grave peligro. Y en esta situación no solo anda Cuba. Pero está claro que los cubanos, hasta hoy, están entre quienes más la sufren. Y por muchísimo tiempo.


@luisleonelleon


Monday, August 3, 2020

A los habaneros no les fue leal

Por Luis Leonel León*  


La historia de La Habana, como la de toda Cuba en las últimas seis décadas, se ha ido plagando de falsos adoquines, de miradas, abismos y palabras intocables, olvidos y silencios convenientes. De no pocas falacias que han tenido la osadía de creerse y publicitarse como verdades absolutas. De dobleces legitimadas a fuerza de una resignación que asumimos irremediable o como si ya no pudiésemos darnos cuenta de que un puntal no es ni será jamás una columna. Y, por supuesto, de espinosas ausencias, algunas también protagonistas del festival nacional de la apariencia en que nos hemos convertido. Lamentablemente.  
 
Con la reciente noticia del fallecimiento de Eusebio Leal Spengler, el historiador de la Villa de San Cristóbal de La Habana (como le gustaba decir con engolada entonación en sus programas y discursos) he leído en las redes sociales no pocas loas de cubanos de dentro y fuera de Cuba a la pasión de este señor por la parte más vieja de esa ciudad, que antes de 1959, era un majestuoso orgullo de todos los cubanos y deslumbramiento, e incluso envidia, vamos a decir que sana, de no pocos que visitaban la (aún incomprendida) Isla, paraíso socialista para unos, miseria y cárcel para muchos otros.  

Es cierto que el personaje de Leal -que en los últimos años inevitablemente perdió credibilidad ante su público cautivo- no fue de los peores acólitos del régimen cubano y que rescató obras de gran valor arquitectónico, cultural e histórico, lo cual era parte de su trabajo. Le reparó algunas -muy contadas hay que acotar- casas a personas que vivían en puntos claves de esa Habana histórica y turística que él dirigió y por la que le apodaron El Alcalde de La Habana. También fue amable con algunos creadores y a otros no se atrevió ni a recibirlos. Y están los que no olvidan o no pueden perdonar, con todo derecho, que ni su fe cristiana ni su prédica de valores humanos le hayan impedido apoyar, como incondicional revolucionario y amigo de Fidel Castro, el injusto fusilamiento de los tres jóvenes que en 2003 trataron de escapar hacia Estados Unidos en una de las lanchas de Regla, en La Habana. Que tampoco fue su único pecado.  
 
Sería una pobre estafa pretender que este señor no fue, a la par de su condición de historiador y político, un oportunista más -como todo o casi todo funcionario en el comunismo- y que al final, a pesar de las fachadas restauradas, más que cuidar La Habana lo que fundamentalmente hizo fue conservar los edificios y sitios que más le interesaron a él y al establishment para, desde su oficina y empresas, aumentar la fortuna de un Estado, que bien sabemos todo lo corrupto que es, y por supuesto también para los bolsillos de los privilegiados, como él, jerarcas de ese sistema, quienes durante décadas se han beneficiado con la demagogia y la malversación institucionalizadas, y a los que le importan un comino los habaneros de a pie, esos que de verdad hacen y son La Habana, esos que se caen a pedazos como zombies tropicales, viendo a su paso derrumbarse los antiguos edificios (cercenando vidas, como las tres niñas que hace poco aplastó un balcón) que el historiador no transformó en moteles, oficinas, museos, restaurantes o galerías para turistas. Proyectos exitosos en el acopio de dólares o en la edulcoración de esa imagen repintada, cultural, neomarxista, de la cada vez más decadente y desvergonzada dictadura. 

Porque es innegable que La Habana, con sus sábanas blancas y empercudidas colgando en los balcones, la que muchos consideran el símbolo universal de Cuba y de los cubanos, es esencialmente eso: una mafiosa y vulgar dictadura, que por desgracia ha desplomado muchas de las columnas de nuestra nación y que tan campante sigue arruinando otras sociedades. Y Eusebio Leal, además del famoso historiador de La Habana, fue un embajador más de esta mentira edulcorada que es una real amenaza para el mundo libre. Y ante esta realidad, si vamos a recordarle sin luctuosos tapujos, muy cortas se quedan sus remodelaciones y su celebrado frenesí por La Habana y su historia (siempre muy anterior a 1959. De la Revolución ni hablar). Como me confirmara una amiga que trabajó bajo su mando: esa es una triste y para no pocos incómoda verdad. Reflejo de lo que ha sido nuestra sociedad por más de medio siglo. Esa guerra de verdades a medias, sin duda, es una áspera metáfora de los habaneros, de los cubanos todos. 

Porque en La Habana, como en todas las ciudades, no pueden importar más sus edificios que su gente, los seres que viven y dan forma a ese espacio, los hacen la verdadera historia. Y a ellos, el historiador, el empresario, el burgués socialista Eusebio -leal al castrismo de siempre aunque su verborrea y conocimientos lo maquillaran- no les fue leal. 
 
Y eso también es parte de La Habana, una parte doliente, jodida, de ese difícil corazón, hecho de piedras cansadas, sudor, hambre, temor, penas, que anhela ser restaurado, liberado de una vez, desde hace tanto tiempo, con esa vieja urgencia que arrastramos como caracoles perdidos en una isla perdida. Incluso no pocos perdidos por el mundo, aunque un trozo de La Habana carguemos. Aunque un soplo de polvo -felices, esperanzados y agradecidos a pesar de todo- de La Habana seamos. 


*Luis Leonel León es periodista, escritor y documentalista nacido en La Habana y exiliado en EE.UU. Sus textos y producciones aparecen en medios de las Américas y Europa. Es miembro del Instituto de la Rosa Blanca y de la directiva de la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio. 

Saturday, May 23, 2020

Martí o Metafísica de la Guerra en el Diario de Campaña: 125 años de Dos Ríos

Por Armando de Armas

El asomo y el asombro de la muerte

"Voy bien cargado, mi María, con mi rifle, al hombro, mi machete y revólver a la cintura, a un hombro una cartera de cien cápsulas, al otro en un gran tubo, los mapas de Cuba, y a la espalda mi mochila, con sus dos arrobas de medicina y ropa y hamaca y frazada y libros, y al pecho tu retrato". Escribe José Martí a Carmen Miyares de Mantilla y sus hijos en carta incluida en su Diario de Campaña y firmada en la Jurisdicción de Baracoa el 16 de abril de 1895; camino a la muerte.
Si en una reseña sobre el libro Las puertas de la percepción y Cielo e infierno, del autor inglés Aldous Huxley, apreciamos a los paraísos artificiales producto de los alucinógenos no sólo como sucedáneos sino como medios de acceso a los paraísos espirituales,  en la reseña presente apreciamos los estados alterados de la conciencia a consecuencia de la guerra permitir al poeta, patriota y perfeccionador del idioma español de su tiempo José Martí, acceder a la visión de una realidad otra o metarrealidad.
Ir así a la raíz de la realidad, obtener una visión vedada al observador positivista, ramplón a rajatablas, pero que sin embargo es ofrecida al ojo entrenado por la técnica ritualística de las ancestrales tradiciones religiosas o al ojo que naturalmente se abre a lo sobrenatural. Como sería el caso de Martí ante el asomo y el asombro (el asombro no como sorpresa empero sí como viaje iniciático interior) del misterio de la muerte no como posibilidad futura sino como acontecer presente que se impone por todas partes. Aunque quizá no tan naturalmente pues Martí como masón del Grado 30 o Gran Elegido Caballero Kadosh del Águila Blanca o Negra debió poseer el requerido entrenamiento ristualístico para ello.

La experiencia de la guerra como ejercicio espiritual

Experiencia de la guerra que abre las puertas de la percepción, del cielo y del infierno, nunca mejor dicho, pues para hombres de la casta de Martí, la más alta, la guerra sería sobre todo, más allá de la carnicería al uso, un ejercicio espiritual, de realización sobrenatural sui generis, sangriento; de apostolado. 

En Martí el epíteto de Apóstol encontraría su verdadero significado no como propagador o propagandista de una doctrina exógena para la salvación patria sino como detonador del sí mismo para la salvación del alma. No como doctrina de salvación sino como acto de salvación; salvarse, salvar matando; salvarse, salvar muriendo. De modo que Martí, el Héroe, accede a la añorada inmortalización por vía de las armas, las armas matadoras de cuerpos, restauradoras de almas; guerra santa en suma.

Aquello de que a Martí lo matan a la primera y como de novatón parecería un interesado mito más, miren si no en su Diario este otro fragmento de carta a Carmen Miyares de Mantilla y sus hijos firmada en Guantánamo el 26 de abril de 1895: 
"Por el momento veníamos muy seguidos ya por tropa española y contentos y a pie, con la custodia de cuatro tiradores y un negro magnífico, padre de su pueblo y hombre rico y puro, Luis González, que se nos unió con diecisiete parientes, y trae a su hijo; veníamos y estalló a pocos pasos el gran tiroteo de las dos horas: allí cruzaron por nuestras cabezas las primeras balas; momentos después rechazado el enemigo, caímos en brazos de nuestra gente: allí caballos, júbilo, y seguimos la marcha admirable, a la luz de hachas del monte y árboles encendidos; la marcha de ocho horas a pie, después de dos de combate y de cuatro de camino, de la noche entera, sin descanso para comer de día ni de noche. Yo me acosté a las tres de la mañana, curando los heridos. A las cinco en pie,  todos alegres; luego duermen, hablan en grupos, pasan cargados de viandas y reses, me traen mi caballo y mi montura nueva; ¿pelearemos hoy? Organizamos y seguimos rumbo; el alma es una: algunas armas cogidas al enemigo".

Diario de Campaña: un texto aún no superado en la literatura española
Un Martí que presencia fusilamientos y los narra de manera fría, directa, cortante, innovadora, renovadora del moribundo idioma español de su tiempo; renovado, remojado en sangre. 
El Diario de Campaña es de un estilo, y una estirpe, no superada por ningún escritor en la historia de la literatura española de los últimos dos siglos. Posee la visión desapegada del que está en este mundo pero no es de este mundo, desapego no desprovisto de sensibilidad, sensibilidad que se aleja espantada de la sensiblería de los poetas al uso; del pedestre positivismo. Escritura acometida con la impasibilidad de los superiores seres del septentrión; así leemos. 

"Se va Bryson. Poco después, el consejo de guerra de Masabó. Violó y robó. Rafael preside, y Mariano acusa. Masabó, sombrío, niega: rostro brutal. 

Su defensor invoca nuestra llegada, y pide merced. A muerte. Cuando leían la sentencia, al fondo, del gentío, un hombre pela una caña. Gómez arenga: “Este hombre no es nuestro compañero: es un vil gusano”, Masabó, que no se ha temblado, alza con odio los ojos hacia él. Las fuerzas, en gran silencio, oyen y aplauden: “¡Qué viva!” Y mientras ordenan la marcha, en pie queda Masabó; sin que se le caigan los ojos ni en la caja del cuerpo se vea miedo: los pantalones, anchos y ligeros, le vuelan sin cesar, como a un viento rápido. Al fin van, la caballería, el reo, la fuerza entera, a un bajo cercano; al sol. Grave momento, el de la fuerza callada, apiñada. Suenan los tiros, y otro más, y otro de remate. Masabó ha muerto valiente. “¿Cómo me pongo, Coronel? ¿De frente o de espalda?”.  “De frente”. En la pelea era bravo".

Y sigue la saga, saga en sangre, en ciega, la saga como soga al cuello con nudo corredizo, y cuenta Martí otro fusilamiento: 
“Tocan marcha otra vez, y las filas siguen, de dos en fondo. Con el reo, que implora, Chacón y cuatro rifles, empujándolos. Detrás, solo, sin sus polainas, saco azul y sombrero pequeño, Gómez… que no va al reo, ya en el lugar de muerte, llamando desolado, sacándose el reloj, que Chacón le arrebata, y tira en la yerbas. [...] manda Gómez, con el rostro demudado y empuña su revólver, a pocos pasos del reo. Lo arrodillan, al hombre espantado, que aún, en aquella rapidez, tiene tiempo, sombrero en mano, para volver la cara dos o tres veces. A dos varas de él los rifles bajos, “¡Apunten!” dice Gómez: ¡Fuego! Y cae sobre la yerba, muerto.” 

Avanza Martí un relámpago en la muerte y narra otro fusilamiento más, este ocurrido en la pasada guerra, y lo entrevera con una visión que escapa al ojo no entrenado para lo mítico: 
"Salimos del campamento, de Vuelta Corta. Allí fue donde Policarpo Pineda, el Rustán, el Polilla, hizo abrir en pedazos a Francisco Pérez, el de las escuadras. Polilla, un día, fusiló a Jesús: llevaba al pecho un gran crucifijo, una bala le metió todo un brazo de la cruz en la carne: y a la cruz, luego, le descargó los cuatro tiros. De eso íbamos hablando por la mañana, cuando salió el camino, ya en la región florida de los cafetales, con plátano y cacao, a una mágica hoya, que llaman la Tontina, y en lo hondo del vasto verdor enseña apenas el techo de guano, y al lado, con su flor morada, el árbol del caracolillo".

Martí con mano dura
Martí no sólo narra fusilamientos, sino que junto a Máximo Gómez, firma proclamas que facilitarán el fusilamiento por la infracción de permitir el paso de alimentos a las ciudades sitiadas -con lo que muestra saber que tan importante es la presión de las armas como la presión económica para derrotar al enemigo-. Como está del 12 de mayo de 1895 en la localidad de la Jatía:   
"Es el deber indestinable del Ejército Libertador de Cuba, y el derecho reconocido de toda guerra civilizada, privar al enemigo de toda especie de recursos con que nos pueda hacer la guerra. Y ese derecho debe ejercerlo lo mismo el primero de los jefes que el último de los soldados. —No se ha de dar alimentos hoy a la ciudad, que con los alimentos que le demos sostiene a los soldados que nos combaten, y se pertrecha para resistir el sitio que le tengamos que poner mañana. Mientras dure la guerra, todas las ciudades enemigas están en sitio, y forzar el sitio, enviando al enemigo provisiones de boca, es una de las formas del delito de traición a la Patria. Se dispone, pues, en tanto que el general Rabí renueve esta orden: 1º que se impida en absoluto el paso de reses, y de cualesquiera otras provisiones de boca, a los poblados, ciudades, o campamentos enemigos. 2º que se prenda, y lleve a la presencia del general Jesús Rabí para juicio a quienquiera que presente o pretexte autorización de él, o de cualesquiera en abuso de su nombre, para el paso de reses o cualesquiera otras provisiones de boca".

La muerte se enseñorea, ahora de la boca del generalísimo Gómez que le cuenta a Martí un hecho de la Guerra Grande: 
“Aquí, me dijo Gómez, nació el cólera, cuando yo vine con doscientas armas y 4 000 libertos, para que no se los llevasen los españoles, y estaba esto cerrado de reses, y mataron tantas que del hedor se empezó a morir la gente, y fui regando la marcha con cadáveres: 500 cadáveres dejé en el camino a Tacajó.” 

Martí inmerso en un mundo de fuego y fantasmagoría 
El 25 de abril escribe en una especie de estado de posesión mediúmnica, como si viese el paisaje, las personas y la violencia extrema del combate desde las brumas de luz de un mundo mítico, despersonalizado, divinizado, con palabras que marcan muerte, daño y sacrificio: tajaban, ahorcaban, azotaban; redondo tiroteo: 
"Jornada de guerra. —A monte puro vamos acercándonos, ya en las garras de Guantánamo, hostil en la primera guerra, hacia Arroyo Hondo. Perdíamos el rumbo. Las espinas nos tajaban. Los bejucos nos ahorcaban y azotaban. Pasamos por un bosque de jigüeras, verdes, pegadas al tronco desnudo, o al ramo ralo. La gente va vaciando jigüeras, y emparejándoles la boca. A las once, redondo tiroteo. Tiro graneado, que retumba; contra tiros velados y secos. Como a nuestros mismos pies es el combate: entran, pesadas, tres balas, que dan en los troncos"… "Siguiendo nuestro camino subimos a la margen del arroyo. El tiroteo se espesa... —A poco, las noticias: dos vienen del pueblo. Y ya han visto entrar un muerto, y 25 heridos: Maceo vino a buscarnos, y espera en los alrededores"… 

Y como en toda elevada experiencia psicodélica, acá la pólvora y la sangre cual sustitutos de la mescalina, como en los sueños lúcidos, es consciente el poeta de su despersonalización, divinización, y se pregunta: 
"¿cómo no me inspira horror, la mancha de sangre que vi en el camino? ¿Ni la sangre a medio secar, de una cabeza que ya está enterrada, con la cartera que le puso de descanso un jinete nuestro? Y al sol de la tarde emprendimos la marcha de victoria, de vuelta al campamento. A las 12 de la noche habían salido, por ríos y cañaverales y espinares, a salvarnos: acababan de llegar; ya cerca, cuando les cae encima el español: sin almuerzo pelearon las 2 horas, y con galletas engañaron el hambre del triunfo: y emprendían el viaje de 8 leguas, con tarde primero alegre y clara, y luego, por bóvedas de púas, en la noche oscura. En fila de a uno iba la columna larga. Los ayudantes pasan, corriendo y voceando. Nos revolvemos, caballos y de a pie en los altos ligeros"… “Párese la columna, que hay un herido atrás. Uno hala su pierna atravesada, y Gómez lo monta a su grupa. Otro herido no quiere: “No, amigo: yo no estoy muerto:” y con la bala en el hombro sigue andando. ¡Los pobres pies, tan cansados! Se sientan, rifle al lado, al borde del camino: y nos sonríen gloriosos. Se oye algún ay, y más risas, y el habla contenta".  

Va Martí así inmerso en un mundo de fuego y fantasmagoría, un mundo metarreal que determina sobre el mundo real; de acá abajo: 
“Abran camino”, y llega montado el recio Cartagena, Teniente Coronel que lo ganó en la guerra grande, con un hachón prendido de cardona, clavado como una lanza, al estribo de cuero. Y otros hachones, de tramos en tramos. O encienden los árboles secos, que escaldan y chisporrotean, y echan al cielo su fuste de llama y una pluma de humo. El río nos corta"…

El sanador 
Y más fuego, y más muerte, y Martí que hace de enfermero, medicineman de las arcaicas eras, que cura a los heridos porque antes se ha curado a sí mismo, cura con lo que hay a mano, agua, iodoformo, algodón fenicado, pero cura sobre todo con el alma y además nos narra.

Presenta la paradoja de un héroe que no sólo ha sido herido de bala sino de sífilis; el héroe Amfortas, flechado por la afición fálica, afición como aflicción del gran señor del ciclo de las leyendas artúricas del Santo Grial que se manifiesta en la manigua cubana: 
"A las 5, abiertos los ojos, Coli al costado, machete al cinto, espuela a la alpargata, y a caballo”. — Murió Alcil Duvergié, el valiente: de cada fogonazo, su hombre: le entró la muerte por la frente: a otro, tirador, le vaciaron una descarga encima: otro cayó, cruzando temerario el puente. —¿Y a dónde, al acampar, estaban los heridos? Con trabajo los agrupo, al pie del más grave, que creen pasmado, y viene a andas en una hamaca, colgando de un palo. Del jugo del tabaco, apretado a un cabo de la boca, se le han desclavado los dientes. Bebe descontento un sorbo de Marrasquino. ¿Y el agua, que no viene, el agua de las heridas, que al fin traen en un cubo turbio? La trae fresca el servicial Evaristo Zayas, de Ti Arriba. ¿Y el practicante, dónde está el practicante, que no viene a sus heridos?— Los otros tres se quejan, en sus capotes de goma. Al fin llega, arrebujado en una colcha, alegando calentura. Y entre todos, con Paquito Borrero de tierna ayuda, curamos la herida de la hamaca, una herida narigona, que entró y salió por la espalda: en una boca cabe un dedal, y una avellana en la otra: lavamos, iodoformo, algodón fenicado. Al otro, en la cabeza del muslo: entró y salió. Al otro, que se vuelve de bruces, no le salió la bala de la espalda: allí está, al salir, en el manchón rojo e hinchado: de la sífilis tiene el hombre comida la nariz y la boca: al último, boca y orificio, también en la espalda: tiraban, rodilla en tierra, y el balazo bajo les atravesó las espaldas membrudas, A Antonio Suárez, de Colombia, primo de Lucila Cortés, la mujer de Merchan, la misma herida". 

Después la noche, la luz, el misterio, el lenguaje acompasado, música mítica, para el trance, para abrir la visión, para facilitar los estados alterados de la conciencia, como antes en el combate los facilitaron el fuego y el estertor de los heridos: "Hamacas, candelas, calderadas, el campamento ya duerme: al pie de un árbol grande iré luego a dormir junto al machete y el revólver y de almohada mi capa de hule: ahora hurgo el jolongo, y saco de él la medicina para los heridos. Cariñosas las estrellas, a las 3 de la madrugada". 

Martí muestra su revólver Colt y mata al surrealismo antes de nacer

En Haití a punto de partir para la guerra, se manifiesta ya la experiencia metafísica propia de la guerra, y en una frase que parece anticiparse al movimiento surrealista -como ciertamente la obra martiana es precursora del movimiento modernista- y anular la propuesta de André Breton en 1916 -por superficial en tanto intenta intelectualizar lo que sería sólo un visualizar del mundo de lo numinoso más allá de las apariencias, del tecnologismo, tétrico por demás, del enunciado del Conde de Lautréamont acerca del encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas sobre un quirófano, fatualidad factual que afrenta, se aleja de la fuente- cuando suelta la siguiente frase en su Diario que describe un ademán que pareciera disuadir al práctico haitiano que lo conduce en la noche por un intrincado paraje de la peregrina idea de asaltarle: 
"En un claro, al salir, le enseño al hombre mi revólver Colt, que reluce a la luna: y él, muy de pronto, y como chupándose la voz, dice: “¡Bon, papá!”

Metafísica de la guerra en Martí
Que si la escritura del Diario de Campaña no haya sido superada por ningún autor en la historia de la literatura española de los últimos dos siglos, no resulta de pura suerte sino porque conecta con la fuente, fuerza primordial. El Diario es un texto sacral, religioso en el auténtico sentido del término pues religa al taumaturgo, al autor en tanto hierofante, con la potencia de lo divino. 

De ahí podemos entender al Homagno de su poema Yugo y estrella -la estrella como sempiterno símbolo en Martí-, donde afirma "De mí y de la Creación suma y reflejo, Pez que en ave y corcel y hombre se torna",  hombre que se diviniza en la relación con lo divino; se hace co-creador con Dios. 
Luego acá nos topamos con el mismísimo origen de la literatura, con el tropel de bisontes en el cielo no como metáfora artificiosa o surrealista sino como realidad de lo numinoso velado al hombre masa; al apagado bruto de su citado poema.

En el Diario de Campaña de José Martí nos atrevemos a entrever características de las antiguas tradiciones indoeuropeas en las que, como escribe el filósofo italiano Julius Evola en su obra Metafísica de la guerra, "aparecen una y otra vez los temas de la sacralidad de la guerra y del héroe que no muere realmente, sino que se convierte en soldado del ejército místico en una lucha cósmica"… para acto seguido apuntar que estos serían elementos a encontrar en el cristianismo, "al menos en aquel cristianismo que pudo adoptar la divisa de Vita este militia super terran y reconocer que no sólo con la humildad, la caridad, la esperanza y todo lo demás, sino también con un tipo de violencia -la afirmación heroica aquí- es posible acceder al Reino de los Cielos".  

Sólo así, mediante la idea de la metafísica de la guerra, nos sería dado el poder aprehender el enigma de Martí el Apostol, el Homagno, el Hombre-Nación, y por consiguiente su muerte allá en un polvoriento potrero de Dos Ríos el 19 de mayo de 1895 -hace ahora 125 años- no como sacrificio suicida sino como acto consciente de quien entrega el cuerpo para salvar el alma, la suya y la de los suyos; en salto a la eternidad. 

De ahí pues la sacralidad de los sangrientos y apretados, apresurados párrafos de su Diario de Campaña.

Thursday, March 19, 2020

Primer Premio Poesía Intertextual Jose Martí



El proyecto Puente a la Vista, con base en los Versos sencillos del apóstol de la independencia de Cuba, convoca al Primer Premio de Poesía Intertextual José Martí 2020, que se regirá por las siguientes bases:

1- Podrán participar en esta convocatoria todos los poetas cubanos residentes en Cuba o fuera de ella con cuentas en Twitter o Facebook o con capacidad para abrirlas.

2- Solo se podrá presentar una obra por autor, que tendrá que ser original e inédita. La extensión mínima será de cuatro(4) versos y la máxima de ocho(8), respetándose el formato de cuarteta o redondilla. 


3- En tiempos de Internet, la poesía intertextual es también poesía interactiva. La intertextualidad, relacionada con la paráfrasis y la parodia, pasa por la interacción entre textos de diferentes autores tanto en la creación como en la comprensión del mensaje directa o indirectamente sugerido por un escritor. 

La siguiente definición de “paráfrasis”, correspondiente al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, también puede servir de guía a los participantes en el Primer Premio de Poesía Intertextual José Martí 2020: “Frase que, imitando en su estructura a otra conocida, se formula con palabras diferentes”.  (https://dle.rae.es/par%C3%A1frasis )


4- El jurado que analizará las obras en concurso estará integrado por poetas, editores y humoristas radicados en Cuba y el mundo. Tras anunciarse los cinco ganadores, se dará a conocer su integración. Tendrán muy en cuenta, de cara a la evaluación de los versos concursantes, elementos como la sencillez, el humor, la novedad o la actualidad. Los versos concursantes deben abordar uno o todos los siguientes temas:

a) Liberación de Cuba
b) Denuncia de la represión cultural en Cuba (Decreto 349, secuestros y encarcelamientos, “regulados”, etc.)
c) Denuncia de la tergiversación del pensamiento martiano y su utilización como soporte propagandístico del totalitarismo en Cuba

A continuación, con base en los Versos sencillos, dos ejemplos intertextuales:

Si ves un monte de bruma
no es un monte lo que ves:
Es la censura, el estrés,
el comunismo que abruma.
(Puente a la Vista)

Abruma el vil desamor
sembrado por el tirano,
abruma el susurro vano
del cómplice trovador.
(Dashel Hernández)

5- En Twitter, los versos concursantes se tuitearán incluyendo al final, a manera de firma, la dirección @PuentealaVista y el hashtag #Martíconcursa En Facebook, se podrán publicar los versos directamente en la página Puente a la Vista (https://www.facebook.com/puentealavista/) también con el hashtag #Martíconcursa. Cualquier otra forma de envío implicará la descalificación de la obra.

6- Las obras presentadas al concurso no podrán estar comprometidas para publicación ni participación en otro certamen. 

7- Se otorgarán cinco premios: un primer premio dotado con $200 dólares americanos y otros cuatro con $100 cada uno.

8- El plazo de admisión cierra el 1 de junio de 2020. Los resultados se darán a conocer en julio de este mismo año en Facebook, Twitter y varios medios de prensa de temática cubana. Los organizadores no mantendrán correspondencia alguna con los participantes y solo se dirigirán a los ganadores para anunciarles el resultado.

9- El hecho de participar en este concurso implica la total aceptación de sus bases.




Wednesday, November 6, 2019

El llamamiento de Bukovski, a treinta años de la caída del Muro de Berlín

por Mario Félix Lleonart Barroso

El pasado 29 de octubre el periodista español José María Ballester Esquivias publicό en el periódico ABC el obituario de Vladimir Bukovski quien había fallecido apenas dos días antes, el 27 de octubre, en Cambridge, Gran Bretaña. Ballester tuvo la gentileza de dar a conocer en sus redes sociales que dedicaba el obituario a “todos esos cubanos que han padecido y siguen padeciendo la crueldad del comunismo castrista, al que se enfrentan con extraordinaria valentía”.

Bukovski, junto a otros como Aleksandr Solzhenitsyn, estuvo entre los míticos disidentes soviéticos, sufrió doce años en cárceles psiquiátricas, pero sobrevivió y consiguió dar a conocer a Occidente los horrores del comunismo, y con algunos exponentes políticos de los Países Bálticos, tuvo hace unos diez años la claridad de proponer instituir lo que, por analogía con el significado del tribunal al que se alude con este nombre respecto del nazismo, podemos llamar “un Nuremberg del comunismo”. Está claro que la palabra Nuremberg es una metáfora, un término simbólico que no indica un tribunal internacional idéntico al de Nuremberg, pero que expresa una necesidad histórica e indica un resultado cultural y político que, en realidad, hoy sería más efectivo que un tribunal de justicia en sentido literal.

La repentina muerte de Bukovski nos deja mucho dolor y un gran vacío, pero es precisamente en su memoria que debemos realizar esta idea suya de la Nuremberg del comunismo, y nada mejor que esta oportunidad de los 30 años que se cumplen, el 9 de noviembre, de la Caída del Muro del Berlín para, más allá del aspecto jurídico-legal en sentido estricto, que por razones prácticas y formales no es en este caso lo primero, realizar una denuncia mundial de los crímenes de la ideología social-comunista y su intrínseco espíritu totalitario, y llevar a cabo una acción educativa para subrayar su esencia iliberal y evitar su proliferación en las generaciones futuras.

Tal llamamiento se dará a conocer este 7 de noviembre en Roma, refrendado por centenares de organizaciones y personalidades, entre las cuales el Instituto Patmos es firmante, para que el Comunismo sea condenado como lo fue el nazifascismo en Nuremberg. Dos días después, el 9, día exacto del aniversario del Derrumbe del Muro, se celebrarán conferencias en Madrid, España, y en Trieste, Italia, y también el 11, en Bucarest, la Fundación Eugenio Coposu dará a conocer este importante llamamiento que hemos firmado.

Otros muchos eventos alrededor del mundo servirán también para amplificar este documento, tres de ellos en los cuales el Instituto Patmos estará representado serán, el viernes 8 de noviembre al mediodía en una protesta, no por coincidencia en ese preciso día, frente a la Embajada de Cuba en Washington DC, reclamando la libertad de todos los presos políticos, y en especial exigiendo fe de vida de cuatro activistas de la Unpacu detenidos desde el 1 de octubre, entre los cuales se encuentra su líder José Daniel Ferrer. Esa misma noche del 8 de noviembre participaremos en una Ceremonia auspiciada por la organización “Víctimas del Comunismo” también en Washington DC donde se llevará a cabo la entrega de la Medalla de la Libertad Truman-Reagan al pastor luterano Joachim Gauck, quien dirigió oraciones semanales por la paz que ayudaron a iniciar la resistencia popular al régimen comunista y finalmente dieron lugar a las manifestaciones de protesta en 1989. Y entre el 21 y 23 de noviembre seremos parte en Boston de la Conferencia “Hacia una sociedad libre y virtuosa: la caída del muro de Berlín y el marxismo en la era moderna” invitados por Acton Institute.

La iniciativa del llamamiento ideado por Bukovski trascenderá su partida física, y se articula, por lo pronto, en dos fases, la primera de las cuales ya tuvo lugar, liderada por él mismo, ¡su última actividad en vida!, y que consistió en reunir alrededor de doscientas firmas relevantes en todo el mundo en apoyo a su justo llamado; y la segunda fase, la de hacerlo público, este 7 de noviembre, para obtener el mayor número posible de adhesiones. Colaboradores directos de Bukovski preparan un sitio dedicado a través del cual el llamamiento será hecho público.

Si realmente pretendemos que en el mundo impere la justicia no queda de otra, el comunismo es tan culpable como el nazifascismo en la misma medida millonaria de cada una de sus víctimas, y como culpable, es imprescindible sentarlo, de una vez por todas en su propio “Nuremberg”.