Por Mario Felix Lleonart
Aunque cada día constituye una aventura espiritual, para muchos cristianos las fechas litúrgicas se convierten en acicates de la fe. Vivirlas en el contexto cubano no deja de serlo, por el contrario, a veces llega a vivirse lo mismo que se representa. El Instituto Patmos, ya con año y medio de existencia, trabajando fundamentalmente en el centro de Cuba, pero sin fronteras en su horizonte, es una prueba de ello.
Quienes compartimos juntos aquel Ágape para celebrar la Resurrección de Jesús, el inolvidable domingo 20 de abril, todavía saboreamos tanto la comida espiritual como la de los exquisitos platos preparados por los trabajadores de «Mi Campamento» que utilizaron como principal ingrediente el amor. Quien fuera la fundadora del sitio, la misionera Helen Black, una de las inspiraciones de nuestro proyecto, parecía estar todavía presente entre nosotros, cosechando una pequeña muestra de la inmensa cosecha para la cual sembró. El triunfo de Jesús sobre la muerte fue el tema de los conferencistas para los tres grupos de edades que se organizaron: las maestras de niños Aidita, Adalis y Lilibet; el pastor para los adolescentes y el profesor Raulín para los jóvenes y adultos en una insuperable conferencia magistral. Luego el sermón, los cantos, las poesías, décimas y testimonios; antes de la comida fraternal, muestra material del amor que nos une y de lo que significa compartir los hermanos juntos y en armonía. La Resurrección de Jesús no solo fue vista como una epopeya gloriosa del pasado sino como un incentivo no solo para derrotar la muerte postrera sino las tantas maneras de morir del día a día. Cuando regresamos aquella tarde a nuestras casas quien podía dudar que aquel día cada uno de los participantes no había también resucitado a una nueva manera de vivir, quién no podía exclamar al estilo de Jeremías en medio de las Lamentaciones: «No obstante, aún me atrevo a tener esperanza».
Alimentados con el fervor de la Resurrección nos lanzamos a vivir desde el siguiente día con mayores fe y valor para enfrentar las vicisitudes del cada día, y serían interminables los testimonios de toda índole, aunque hayamos tenido también nuestros judas y traidores entre café amargo y Café Amargo. Pero por si a alguien se le estaba agotando el combustible llegó con fuerza arrolladora el Pentecostés. Y para tamaña ocasión Patmos se buscó un salmista hasta con el nombre de David. La onda expansiva cubrió esta vez desde la ciudad de Santa Clara hasta el poblado avileño de Florencia, dejando huellas especiales, además de los dos puntos limítrofes, en Chambas, Taguayabón y Rosalía.
Hubo muchas expectativas tanto desde el Bien como desde el Mal. Aunque por supuesto cuando se trata de confiar en Dios el Bien siempre termina triunfando. Eso ya lo habíamos aprendido con la Resurrección. La primera jornada del viernes víspera de Pentecostés todo se inició con un zarpazo: el averno envió secuaces suyos que secuestraron violentamente tanto al salmista como a los organizadores de Patmos. Fue el pago a la buena voluntad de los coordinadores que durante semanas estuvimos tocando respetuosamente la puerta de instituciones culturales como: el Mejunje, el Museo de Artes Decorativas, el cine Camilo Cienfuegos, la sede de la AHS o la Casa de la Cultura de Santa Clara, que al principio mostraban disposición de recibir a David pero que luego de «consultar» se lamentaban de que no era posible. Pero esa misma fuerza bruta de los secuestradores, el Espíritu Santo, poder vivo y personal, la convirtió en una ola que utilizamos para lanzarnos aún más allá de las expectativas humanas que Dios se encargó de rebasar con creces. Nos sobrepusimos a la violencia con que se nos intentó disuadir y aunque hubo amenazas a David al estilo de «si regresas te vamos a romper», nos reorganizamos y lo hicimos.
Del secuestro del viernes, al que poco queremos referirnos, pasamos a celebraciones inolvidables coauspiciadas por la Iglesia Episcopal San Juan Bautista, de Florencia, donde David realizó dos presentaciones (sábado en la noche y domingo en la mañana) coronadas con la experiencia mística del propio bautismo y primera comunión del salmista, oficiado por el Rev. Andrés Espinoza, acompañado de tres ministros más: episcopal, veterocatólico y bautista. Esa propia noche se cerró con broche de oro cuando el pentecostés se celebró con bombo y platillo y al concierto de David se unió la agrupación placeteña de rap ABeC. La juventud bautista celebraba también su Día Mundial de Oración. La festividad se ofreció desde el portal del templo de la Iglesia Bautista Eben Ezer de Taguayabón (donde mismo fuera fundado el Instituto Patmos el 2 de febrero de 2013 en el marco del 74 aniversario de la iglesia) y para todo el pueblo convertido en templo teniendo como techo el cielo. Aunque las fiestas fueron sublimes y el Espíritu Santo se movió como quiso en su pentecostés, no podemos olvidar que Él a la vez es tanto fuego como silbo apacible, y es que profundamente mística resultó también, y que para nada pasó desapercibida en el poblado de Chambas, nuestra visita a la tumba que guarda el cuerpo de nuestro hermano en la fe Harold Cepero, mientras se aguarda la Resurrección, y donde elevamos oraciones, clamando por claridad y justicia, tanto para él como para Oswaldo Payá; a la vez que agradecimos por sus dos vidas, tan breves como fructíferas en la tierra pero que ahora nos acompañan desde el cielo.
El Pentecostés fue tan intenso que no alcanzó con el domingo y se prolongó al lunes llevándonos todavía a la Cuba más profunda y rural, y en el batey de Rosalía, coauspiciados por la Iglesia Bautista Resurrección, David dio uno de sus conciertos más memorables. Allí declaré ante los participantes que las mismas instituciones culturales que hoy no tienen permitido recibir a cantantes como David porque no pueden acoger a un arte genuinamente libre, algún día se lo disputarán, pero nadie podrá olvidar que cuando no le recibieron, aquella iglesita humilde perdida en el corazón de Cuba tuvo el valor de abrirle sus puertas.
El martes creíamos sería el paréntesis para cerrar las jornadas pero resultó en final abierto ya que el encuentro informal de David, que duró toda la noche, en pleno parque principal de Santa Clara, con decenas de jóvenes insatisfechos, dejó el itinerario en pausa, y por tanto la gira queda inconclusa, en espera del concierto del cierre, que hará historia en Santa Clara, como la ha hecho Patmos en este deambular entre la Pascua de Resurrección y el Pentecostés, para seguir adelante y ofrecerle Cuba a Cristo como ofrenda.
Publicado originalmente en: http://cubanoconfesante.com/?p=859
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