Por Orlando Fondevila
Un asunto medular en el ideario de La Rosa
Blanca (y por ende en su Programa) es el del papel de los Partidos Políticos en
la nueva República democrática que viene asomándose, y que vamos a conseguir.
Debe rescatarse y revalorarse la dignidad y la importancia absoluta que tienen
la Política, los políticos y los partidos políticos. En la etapa de la Primera
República, cancelada radicalmente en 1959, asistimos a una permanente
descalificación de la política y de los políticos, que alcanzó dimensiones
exageradas y generalizadas. Semejante fallo cívico tuvo mucho que ver con la
caída de la República y la toma del poder por la tiranía que hasta hoy
padecemos. No es cierta la leyenda negra que ha cuajado en la conciencia
popular, de que toda la política en la Primera República fuera sucia y todos
los políticos unos corruptos. La República tuvo sus luces y sus sombras, pero
en el balance, que es lo que importa finalmente, como nos recuerda Rafael Díaz
–Balart citando a Maimónides (uno de sus autores de cabecera) fue sin duda
favorable. El balance de lo conseguido en la República en medio siglo de
existencia fue altamente positivo. Y ese balance positivo no hubiera sido
posible con unos políticos corruptos y desleales y con una política sucia.
Claro que hubo corruptelas y deslealtades, más, repito, el balance fue
beneficioso. Lo que sí ha sido sucio, desleal, corrupto y devastador ha sido la
anti-política, es decir, la tiranía. Y es que donde no hay políticos y
política, hay tiranía, dictadura, despotismo.
La Rosa Blanca, por tanto, pondera definitivamente el
valor de la política, de los políticos y, por supuesto, el de los partidos
políticos para el imperio de la genuina democracia, de la libertad y del Estado
de Derecho. Así queda subrayado en su Programa, y explicado con más detalle en
los discursos y ensayos de Rafael Díaz- Balart. Enfatiza Rafael que “en toda
democracia, las instituciones más importantes, más necesarias, y verdaderamente
indispensables, requisito sine qua non del sistema, son los partidos políticos”.
Apuntaba que los partidos políticos tienen tres funciones, a saber, la
confección de un programa de gobierno para ser presentado al electorado; el
cumplimiento de dicho programa si obtiene la victoria electoral, bien en
solitario o en coalición con otros partidos, y muy importante, preparar los
relevos de liderazgo dentro de cada generación y en las nuevas generaciones,
con el fin de evitar los caudillismos que tan perniciosos han sido en la
historia política de Latinoamérica. “Aspiramos (recoge el Programa) a que
nuestra Segunda República sea una República de instituciones y no de
personalismos, por eso hemos incluido en este Programa la propuesta del término
presidencial de 5 años y la prohibición definitiva de reelección”.
En el cambio real de la sociedad actual que vamos a
conseguir los demócratas cubanos, el primer indicador de ese cambio será la
legalización de todos los partidos políticos, cada uno con sus propuestas. Los
ciudadanos decidirán libre y periódicamente quienes serán sus líderes y de qué
manera desean que se organice y evolucione la sociedad en la que viven.
La Cuba que vamos a reconstruir, la Segunda República que
conseguiremos será infinitamente superior que la Primera República, porque
tendremos en cuenta sus aciertos y errores. No será perfecta, porque la
perfección no existe en las cosas humanas, pero perfectible. Y con toda
seguridad barrerá con todo vestigio de la tiranía que nos ha asolado, sentando
las bases para que nunca más pueda acontecer nada similar en el futuro.
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