Confieso que mientras viví en la isla el apellido Diaz-Balart llegaba a mis oídos tras el furibundo afán que para desacreditarlo hacia en los medios el régimen de Cuba. Poco a poco se fue haciendo luz a mis ojos y mi suspicacia al pensar como pasa a muchos cubanos que cuando el régimen dice una cosa hay que pensar lo contrario.
Y así el tiempo me dio la oportunidad de ver al Patriarca Rafael Diaz-Balart en la televisión y escucharlo por la radio en Miami – mi exilio – y quedar prendada de su oratoria y compartir su definición de “loco endemoniado” cuando se refería al tirano de la Patria.
Admiré en este hombre de Cuba – profundamente de Cuba – su afán por el rescate de la libertad de los cubanos, su denuncia constante… y la diferencia abismal con el cruel, con el cruel de los versos del Apóstol.
Forjó Rafael Diaz-Balart una familia inspirada en el amor lejano de la tierra de la que provienen y que no desmayan en sacar del lodo y las tinieblas en las que las ha sumido el “Loco Endemoniado” y su pandilla.
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