Thursday, December 20, 2018

Cuba, Occidente, tiranía y neolengua


Por Armando de Armas
  

Uno de los aportes más importantes del escritor y ex presidente checo, Václav Havel, en la esfera del pensamiento, estaría en evidenciar que lo verdaderamente peligroso del comunismo no sería tanto la fuerza bruta como el lenguaje con que se le disfraza.

Un verbo peligroso, no tanto porque se haya impuesto y se imponga aún en lugares como Cuba, Venezuela y Corea del Norte a punta de pistola a millones de seres bajo el llamado comunismo real, sino porque ha extrapolado su contexto e invadido al Occidente todo, envilecido a los hacedores de opinión y a las multitudes que los sufren y soportan mentalmente esclavizados, hipnotizados, sometidos a una suerte de magia negra en la era globalizada bajo el férreo control ideológico que sobre los medios se ejerce.

Recordemos la profética novela 1984, de George Orwell, y su neo lengua, el idioma ficticio creado como fundamento de un descomunal y futurístico Estado totalitario comunista, sostenido más por el uso de unos medios de comunicación amaestrados y una tecnología invasiva, que por las armas.

El universo de Orwell

En el universo totalitario concebido por Orwell existen cuatro instancias gubernamentales: Ministerio de la Verdad (noticias, propaganda, espectáculos, educación y cultura), Ministerio de la Paz (asuntos militares), Ministerio del Amor (policía política), Ministerio de la Abundancia (control de la economía y planificación de la miseria).

Los nombres mismos de los ministerios denotan una mentira respecto a sus funciones, de modo que todo el andamiaje de ese hipotético Estado totalitario está basado en la manipulación del lenguaje.

El comunismo, y sobre todo, el neo comunismo, empieza por amañar la palabra y empobrecer el pensamiento, de modo que cuando la persona entra en el cepo físico de un sistema socialista es porque previamente ha entrado en uno semántico, psíquico y mental, como marioneta camino al matadero de la mano de una perversa propaganda mediática.

La prensa antecede a la pistola en la esclavitud del individuo, en la masificación y mecanización del alma como apéndice tangible, contable y sobre todo exterminable.


“1984”, Cuba y los deplorables


En 1984 nadie puede evitar ser vigilado por el Gran Hermano y es imposible desconectar las pantallas que adoctrinan en un pensamiento correcto.

El valiente que se atreva a pensar y a disentir es considerado inadaptado, reo de crimen mental, y la Policía del Pensamiento actúa rápidamente para corregir y reeducar al individuo antisocial. ¿No recuerda esto a Cuba, allí donde a disidentes y descontentos se les ha aplicado electroshocks? Peor aún, ¿no recuerda en alguna medida a EE.UU donde los más importantes medios de comunicación están controlados por el pensamiento de lo políticamente correcto y, por ende, son propagandistas del más “correcto” de todos los partidos, el Partido Demócrata, y donde una candidata de ese partido, Hillary Clinton, se permitió durante las elecciones presidenciales de 2016 llamar “deplorables” a los simpatizantes de su oponente, Donald Trump?

El protagonista de 1984 es el deplorable Winston Smith, un empleado del Ministerio de la Verdad ocupado en reescribir la historia para hacerla coincidir con lo que el Partido Único y el Gran Hermano dicen. ¿No ha reescrito el Partido Demócrata la historia de modo que, gracias al control solapado de la opinión pública, ha pasado de ser la fuerza política del bando confederado durante la Guerra Civil, de la esclavitud, el KKK y los discursos dilatorios para impedir la aprobación de la Ley de Derechos Civiles de 1964, a presentarse precisamente como el adalid de dichos derechos, la defensa de las minorías y el antirracismo?

Winston intenta pensar lo correcto pero no puede impedir darse cuenta de que la verdad no se corresponde con lo que muestran una y otra vez las pantallas y se cuestiona angustiado cómo es posible no ver la realidad por mucho que el Partido Único y la Policía del Pensamiento se empeñen en ello.

Intelectuales como agentes de la nueva dictadura

Pero no sólo la prensa, sino también los escritores e intelectuales y, obviamente las editoriales que les publican y los premios que emiten, además de los artistas y los circuitos de comercialización de sus obras, es decir, todo hacedor o promotor de opinión, y de cultura, no importa cuán degradada sea, ha de prestarse (salvo que se disponga a pagar un alto precio) a la promoción de un pensamiento uniforme, superficialmente divergente pero siempre el mismo en esencia, en aras del más acabado producto de lo “políticamente correcto”.

Una vez instaurada la dictadura en los estamentos mediáticos y culturales, sería sólo cuestión de tiempo sentarse a esperar la madura fruta para entronizar la dictadura política.

Antes, en tiempos de la modernidad industrial, el obrero manual era el soldado escogido para librar la batalla revolucionaria, pero al presente postmoderno ese papel de tropa de choque lo juega el obrero intelectual.

De las elementales teorías disgregadoras del alemán Carlos Marx hemos pasado a las sutiles teorías disgregadoras del italiano Antonio Gramsci; del comunismo puro y duro de los campos de concentración, la tortura y los fusilamientos en la mañana, al comunismo difuso y dulce de la pantalla controlada, el placer enlatado y los fusilamientos virtuales, sin sangre pero sin seso, no ya en la mañana sino a toda hora del día o de la noche.

La insoportable precipitación por "hacer algo" de la gallina en su corral

Ya en 1948 el escritor estadounidense, Francis Parker Yockey, era capaz de captar en su libro Imperium esa mentira inducida y la subsiguiente fragmentación de la psiquis en las sociedades occidentales cuando afirmaba que los medios de prensa, sus controladores, promueven la tensión tras la excitación y el placer, y el constante movimiento que anonada a la imaginación de los europeos, y una precipitación por ir de una cosa a otra que excluye la posibilidad de reflexión y la cultura individual. Agrega el autor por otro lado que el arte de leer ha sido arrebatado a los americanos, ya que de lo que se trata es de "hacer algo".

“En esas condiciones, la cultura individual es generalmente ahogada, y los ideales masificadores predominantes imponen limitaciones en la forma de tal cultura personal cuando, a pesar de todo, puede alcanzarse. Toda la historia, todo el pensamiento, todos los acontecimientos, todos los ejemplos, son utilizados para demostrar la bondad del ideal de vida masificado”, concluye Parker.

Los estómagos llenos y las almas vacías

En la trama de la novela de Aldous Huxley Un mundo feliz, la literatura universal ha desaparecido simplemente porque nadie en aquella sociedad de estómagos llenos y almas vacías podría entender, menos apreciar, los eternos conflictos, las pasiones y los dilemas de la condición del hombre.

“Los mayores triunfos de la propaganda se han logrado, no haciendo algo, sino impidiendo que algo se haga. Grande es la verdad, pero más grande todavía, desde el punto de vista práctico, es el silencio sobre la verdad”, apunta Huxley, una máxima que aplican sin piedad los servicios de inteligencia de los regímenes comunistas y que extrapolan al occidente todo; a veces con mayor eficacia.

Manipulación de la palabra y el pensamiento

No obstante, más grande aún es la manipulación de la verdad mediante el envilecimiento de la palabra, o mejor, de las palabras clave, cosa que ocurre no ya en Corea del Norte o Cuba, sino en los muy democráticos países de Europa y EE.UU, así, por ejemplo, se nombra facha a todo osado que se oponga al izquierdismo, racista o xenófobo a quien opine que la inmigración ilegal ha de controlarse, machista a quien piense que no puede haber igualdad entre hombre y mujer como no la hay entre el fuego y el agua, homofóbico a quien no apoye al matrimonio homosexual o sexista a quien se oponga al último y despiadado slogan de la corrección política que asegura que “hay niñas con pene y niños con vulva”.

Con ese recurso desarticulan y criminalizan, o eso pretenden, cualquier disidencia del pensamiento que propulsan.

Esa neo lengua se quiere imponer y se impone a todas las esferas de la vida dañando la economía del lenguaje, empobreciendo el pensamiento y, lo más importante, limitando la libertad. De modo que un basurero pasa a ser un técnico en eliminación de residuos sólidos, un negro se transmuta en afrocubano, afroamericano o afrodescendiente, una prostituta se convierte en trabajadora sexual, un preso deviene interno, la cárcel, un establecimiento penitenciario, los pobres son llamados desfavorecidos, el aborto, una interrupción del embarazo, un terrorista es un militante radical, un viejo es alguien de la tercera edad, matar será neutralizar, un feo es consolado con la definición de estéticamente alternativo y la guerra no sería más que un simple conflicto bélico.

Esa obsesión por lo correcto del mundo occidental fue objeto de burla por el diputado Steffen Körniger en el Parlamento de Brandeburgo, en junio de 2016, cuando se discutía una Ley sobre ideología de género, al comenzar su discurso con el siguiente saludo: “Señoras y señores, estimados homosexuales, estimadas lesbianas, estimados andróginos, estimados géneros fluidos, estimados transgéneros…”, hasta enumerar unas sesenta modalidades diferentes de manifestación de la sexualidad reclamantes todas de sus sacros derechos.

Los aportes de Cuba

En Cuba, pionera en el progresismo cercenador de las libertades en este hemisferio, un desempleado es un obrero excedente, un delator o chivato, un ciudadano cívico, una prostituta, una jinetera, alguien educado, un burgués, la libreta de racionamiento, libreta de abastecimiento, el robo de propiedades, expropiación, el asesinato de disidentes ajusticiamiento, el agente de la policía política que te vigila, el compañero que te atiende, la invasión a otras naciones, internacionalismo proletario, un ciego un invidente, un inválido, un discapacitado y el pequeño propietario que a duras penas sobrevive es nombrado maceta, merolico o cuentapropista.

Libertad de pensamiento bajo ataque en las universidades americanas

El fiscal general de EE.UU, Jeff Sessions, dijo en septiembre de 2017
que la libertad de pensamiento y expresión se encuentra bajo ataque en las universidades americanas y que las mismas se están convirtiendo en cajas de resonancia de la corrección política y el discurrir homogéneo, para agregar que el Gobierno intervendrá a favor de proteger la libertad de expresión de aquellos oradores de la derecha que han sido recientemente silenciados y atacados violentamente en diferentes universidades.

​En un discurso en la prestigiosa Universidad de Georgetown, Sessions dijo: "Los manifestantes están ahora de manera rutinaria impidiendo discursos y discusiones a través del país en un esfuerzo por silenciar voces que no están suficientemente de acuerdo con sus opiniones”.

El fiscal general narró lo ocurrido en marzo en Middlebury College, una universidad de Vermont donde cientos de estudiantes impidieron la intervención del polémico intelectual Charles Murray, cuyo libro The Bell Curve, publicado en 1994, ligaba el estatus socioeconómico con la raza y la inteligencia.

También citó lo ocurrido en febrero en la Universidad de California en Berkeley, donde fuertes protestas impidieron que interviniera el escritor greco-británico Milo Yiannopoulos.

"La libertad de pensamiento y de expresión en los campus universitarios de Estados Unidos están amenazados", concluyó Sessions, mientras fuera del auditorio, en los jardines de la universidad y los escalones de la facultad de Derecho, un centenar de estudiantes y profesores mostraban rechazo al Gobierno de Trump y sus ideas favorables a la libertad de expresión.

Manipulación semántica y teoría política

Sobre el peligro de la manipulación semántica y mediática, sería bueno detenerse en el hecho de que cada día pasan a ser aceptables palabras, acciones y conductas que hasta hace poco las teníamos por inaceptables. En ese sentido es conveniente detenerse en un artículo del columnista Evgueni Gorzhaltsán en el portal Adme, retomado por el sitio RT, quien pone el ejemplo extremo, pero ilustrativo, de cómo convertir en aceptable la idea de legalizar el canibalismo paso a paso, desde la fase en que se considera una acción repugnante e impensable, completamente ajena a la moral pública, hasta convertirse en una realidad aceptada por la conciencia de las masas y la ley.

Eso según apunta el articulista no se consigue mediante un lavado de cerebro directo, sino con medios más sutiles y efectivos debido a su aplicación gradual, coherente y sistemática sin que la sociedad se dé cuenta del proceso.

Para explicar el tema el periodista apela a los estudios de teoría política del estadounidense Joseph P. Overton, quien plantea cinco etapas para aceptar lo impensable en la actual sociedad de la tolerancia y el relativismo, despojada de ideales, sometida a lo materialista y meramente alimenticio, alejada de toda trascendencia y por lo mismo inmune a los efectos de la diferenciación entre el bien y el mal.

Etapas de Overton o cómo convertir al caníbal en no deplorable:

1.-De lo impensable a lo discutible: la legalización del canibalismo actualmente se encuentra en el nivel más bajo de aceptación, absurdo, impensable, tabú. Para cambiar esa percepción, se opta por trasladar la cuestión a la esfera científica, pues para los científicos normalmente no hay temas tabú. Así el tema inaceptable comienza a discutirse.

2.- De lo discutible a lo aceptable: es preciso inducir a la comunidad acerca de que, siguiendo a los científicos, uno no puede oponerse a tener conocimientos sobre canibalismo. Si una persona se niega a hablar de ello es considerado un hipócrita intolerante. Se crea un eufemismo para el propio fenómeno, para disociar la esencia de la cuestión de su denominación y separar la palabra de su significado. De modo que el canibalismo se convierte por arte de la manipulación mediática en antropofagia. Se crea un precedente de referencia, histórico, mitológico, aunque no sea cierto, para ser utilizado como prueba de que la antropofagia, hasta por ancestral tradición, puede ser legalizada.

3.-De lo aceptable a lo sensato: promover ideas como que el deseo de comer personas está genéticamente justificado, que a veces una persona puede recurrir a eso si se dan circunstancias apremiantes. En esta etapa, expertos y periodistas demuestran diligentes que durante la historia de la humanidad siempre hubo ocasiones en que las personas se comían alegremente las unas a las otras.

4.- Los medios de comunicación, con la ayuda de expertos, personas famosas, políticos, etc., hablan ya abiertamente de sus deseos reprimidos de zamparse al vecino y, alguno que otro, considerado valiente y honesto por la prensa, confesará algún acto de antropofagia oculto allá en su más tierna adolescencia. El tema de la comedera de gentes empieza de pronto a aparecer en películas, canciones populares, videos, Facebook, Twitter, blogs, etc., y comienza la promoción de personajes que practicaban el arte de la antropofagia. Lentamente se humaniza a los criminales que la practicaron mediante la creación de una imagen positiva, diciendo: “ellos son víctimas ya que la sociedad y la vida los llevó a practicar antropofagia” (no se menciona por supuesto comer humanos).

5.- Se preparan leyes para legalizar el fenómeno. Las encuestas dividen a la sociedad entre los partidarios del canibalismo y sus opositores. Aplicando estos cinco puntos a cualquier nueva conducta social antes reprobable, se constatará fácilmente que la misma fue artificialmente impuesta poco a poco, “sin prisa pero sin pausa”, como ha dicho el general Raúl Castro en abril de 2016 de su empeño improbable de reformar el comunismo cubano con recetas capitalistas.


​Por cierto, Cuba es un estupendo ejemplo de la aplicación de la metodología de Overton. La sociedad isleña detestaba el comunismo como ninguna otra en este hemisferio, al punto de que en la isla se designaba a los partidarios de esa ideología con una de las palabras más despreciativas, en sonido y connotación, que imaginarse pueda: la palabra ñángara.

En 1959 la prensa de la isla empezó a divulgar una frase aparentemente desafiante, pero en el fondo sumisa, “Si Fidel es comunista que me pongan en la lista” y luego otra, que la ingenua gente ponía en una placa en la puerta de sus hogares “Fidel ésta es tu casa”.

El final de la historia ya lo conocemos, el pueblo visceralmente anticomunista y celoso de su propiedad, terminó dominado por el comunismo y con Fidel como dueño supremo de las casas.

De Gramsci a la Escuela de Frankfurt

¿Cómo se concatenan esas estrategias y esfuerzos, eficientes a no dudarlo, dirigidos contra la libertad en el mundo occidental?

Todo partiría de Gramsci y su apuesta por sustituir la lucha de clases de Marx por la lucha cultural, el salto del activismo en la fábrica al activismo en la opinión y la percepción, de la toma del poder político a la toma del poder en los estamentos ilustrados; triunfo ulterior del iluminismo del XVIII en las postrimerías del XX y en los inicios del XXI.
Pero Gramsci es sólo el filósofo que aporta la idea de la guerra por el control de las instituciones culturales, escuelas, universidades y medios de comunicación. La aplicación práctica estaría inicialmente a cargo de la tristemente célebre Escuela de Frankfurt que, basándose en las teorías de Marx, Freud y Darwin, van al socavamiento de los pilares de la sociedad occidental desde los centros de emisión de las ideas como antes preconizara el italiano.

Fundada por Georg Lukács y Felix Weil en la Universidad de Frankfurt en Alemania, en 1924, sus miembros fueron expulsados en 1933 tras arribar al poder el nacionalsocialismo, por lo que se establecen entonces en la Universidad de Columbia en EE.UU, diseminando, a través de autores como Theodor Adorno y Herbert Marcuse, su renombrada Teoría Crítica dada a cuestionar cada uno de los aspectos y tradiciones del mundo occidental, que buscan hacer disfuncional con el fin de que se derrumbe, mediante argumentaciones dirigidas a la disgregación de la sociedad, sobre todo estadounidense, apostando siempre a favor de los aspectos inferiores del hombre, exacerbándolos, e instaurando el pensamiento de lo políticamente correcto como unívoco e indiscutible de manera que quien se le oponga pasa a ser considerado retrógrado o fascista; que con la tolerancia liberal hemos topado.

Marxismo cultural

Después todo ese andamiaje teórico empieza a expandirse bajo el nebuloso (no por nebuloso menos efectivo, o efectivo precisamente por nebuloso) movimiento del marxismo cultural que, a diferencia de otros movimientos ideológicos, no se pronuncia respecto a cuestiones concretas de Estado, por ello se hace difícil identificarlo y definirlo como parte de un partido político.

Las agrupaciones de izquierda están permeadas conscientemente de sus puntos de vista y paradójicamente, las de derecha no lo están menos, con la agravante de que ni siquiera son conscientes de ello: de cuán izquierdistas son a pesar de pensarse de derecha.

Así, los activistas del marxismo cultural no ven sus ideas como parte de una doctrina, ni siquiera se reconocen como parte de un movimiento. Esgrimen sus ideas como dogmas universales que, a fuerza de machacar por todos los medios a su alcance, el común de las personas, incluidas las que se piensan conservadoras, terminan por aceptar e incorporar como parte de un presunto progreso.

El marxismo cultural con su arma predilecta de la corrección política se ha difundido por Occidente, convertido en una suerte de nueva dictadura del pensamiento, previo a la instauración del marxismo como ya lo viera el filósofo Gramsci, enquistándose en el discurso público y adoctrinando a las masas en el lenguaje inclusivo de Overton, el canibalismo solidario, el Fidel ésta es tu casa y las leyes promotoras del libertinaje pero cercenadoras de la libertad.


​Socialismo en EEUU

Un ejemplo de variante y concreción del marxismo cultural se da en la obra y el accionar del escritor y activista comunitario estadounidense, Saul Alinsky, especialmente en su libro Reglas para los Radicales, 1971, en que propone una metodología para imponer un régimen socialista en EE.UU mediante niveles paulatinos de dominio de la población: controlar el sistema de salud para controlar al pueblo; incrementar los niveles de pobreza tan alto como sea posible, pues la gente pobre es más fácil de esclavizar; incrementar la deuda a niveles insostenibles, para así poder incrementar los impuestos y en consecuencia la pobreza; eliminar el derecho de las personas a portar armas y su capacidad de defenderse del Gobierno para así crear un estado policial; estatizar cada aspecto de la vida cotidiana; reglamentar lo que se puede leer, ver, escuchar; excluir a Dios del Gobierno y el sistema de enseñanza; dividir a la gente en ricos y pobres para provocar más descontento y poder apropiarse de la riqueza producida por los empresarios con el apoyo de los pobres; permitir robar a militares y políticos influyentes, para crear expedientes y tenerlos chantajeados y sometidos; y por último, tener siempre a mano un chivo expiatorio en caso de que las cosas salgan mal.

Muchos aspectos de esa metodología de dominio, con más o menos obviedad y ferocidad, son comunes no sólo a los regímenes de Vladimir Lenin, Fidel Castro y Hugo Chávez sino también al flamante Gobierno del demócrata Barack Obama; no olvidemos el Obamacare que, como muchos analistas apuntaron oportunamente, era más una manera de socializar a los estadounidenses que de darles acceso fácil y eficiente a los cuidados de salud.

A 28 años de la caída del Muro de Berlín, La Habana como futuro de Nueva York o París

Este nueve de noviembre de 2017 se cumplen 28 años de la caída del Muro de Berlín en 1989 y el comienzo del fin del Bloque del Este.

Sin dudas una ocasión para celebrar por todo lo alto, pero siempre que se tenga presente que el comunismo como tal no ha muerto, ha mutado en nuevas e inusitadas estrategias en que la guerra no se librará mediante fieros soldados armados hasta los dientes sino mediante una difuminada masa de estrellas del espectáculo con abultadas cuentas bancarias, fieros financistas, entes enfebrecidos que exigen se legisle a golpe de los deseos de su entrepierna y complejos freudianos, amantes de la legalización de los alucinógenos y la inmigración ilegal, destructores de monumentos históricos, apóstoles de la tolerancia y el multiculturalismo, buenistas a todo trance y a veces en trance, ecuménicos a todo dar, teólogos de la liberación, socialdemócratas multimillonarios, musulmanes amantes de la paz, papas revolucionarios, pacifistas de buen ver, intelectuales sin obra, científicos del cambio climático, escritores del intercambio cultural, contrahechos morales, futbolistas furibundos, artistas de la fealdad y un diligente ejército de hackers, youtubers, bloguers, twitteros y disímiles héroes del ciberespacio y el espectáculo.

Así, ante los asombrados ojos de Occidente, se aman y amalgaman en la noche de neón el hombre nuevo del Che y el hombre sin atributos de Musil, uno y el mismo esclavo negado a la trascendencia en su alegre camino hacia la nada; La Habana como futuro de Nueva York o París.





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