Subirse al
carro de los espejismos significa, en el caso cubano, confundir el deseo con la
realidad: pretender que la nomenclatura castrista nada a favor de la corriente
de la transición y que, gracias al restablecimiento de relaciones con Estados
Unidos, la llegada de la libertad a Cuba es sólo cuestión de tiempo. Del tiempo
que demore Raúl Castro en instrumentar el cambio sin cambio, previo tránsito
fulminante por el modelo chino, o Washington en levantar el embargo. Hay que
volver una y otra vez sobre el tema dado que, lamentablemente, a ese carro de
los espejismos se suben cada vez más pasajeros.
Como han
observado varios analistas, la intención obamista con el restablecimiento de
relaciones del 17 de diciembre de 2014 seguramente no pasaba por querer liberar
a los cubanos, sino por garantizar la estabilidad del neocastrismo evitando así
estallidos sociales o éxodos masivos desde Cuba que pudieran afectar a Estados
Unidos (además del afán egotista de querer trascender, pasar a la historia por
decisiones puntuales, por supuesto). Más de un año después, más de ocho mil
cubanos varados en Costa Rica y otros muchos en varios países latinoamericanos,
en tránsito hacia Norteamérica, insinúan que al primer presidente negro de la
historia americana el tiro le está saliendo por la culata. Hay silencios
elocuentes.
En cualquier
caso, dado que el castrismo se las ha arreglado para convertir su mitología del
desastre en un producto exportable, y dado que los subsidios de la abastecedora
de turno, Venezuela, comienzan a ser sustituidos por las inversiones, remesas y
créditos que propicia el acercamiento de Obama, la oligarquía cubana parece
estar en condiciones de trascender sin riesgos los estertores de Fidel Castro.
Ni una sola de las decisiones o medidas tomadas por el interinato de Raúl
durante este último año de restablecimiento de relaciones puede ser catalogada
de reformista, ni siquiera de novedosa. El hermano menor podía haber comenzado
a dar los primeros pasos hacia una transición económica en vida del hermano
mayor, sin renunciar por ello a su discurso demagógico y manteniendo aceitados
los mecanismos de control social indispensables para la supervivencia de la
clase dirigente, pero ni eso. Y como ya se ha dicho, el tan llevado y traído
llamamiento a que la ciudadanía cubana se exprese, del que ha blasonado el
raulismo en el último lustro, es más viejo que andar a pie: procede de los
tempranos años sesenta, cuando ya era posible debatir sobre todo “dentro de la
revolución”, sobre absolutamente nada “fuera de la revolución”.
Entretanto, los
presos políticos siguen presos, los ciudadanos sin derechos, sin derechos, la
economía sumergida, sumergida, el éxodo aumentando, interminable. De manera que
el proyecto de nación, hundido en el mar del abandono del que supuestamente
pretendían rescatarlo Obama y la comunidad internacional –con estos amigos
quién necesita enemigos--, se resiste a abordar el carro de los espejismos.
Tiene bien aprendida la lección, y sólo reacciona reproduciendo aquello de
“paticas pa’ qué te quiero”, esto es, votando con los pies. Es la premisa a la
que se aferra la inmensa mayoría de la población cubana. El nuevo éxodo por
Centroamérica lo demuestra contundentemente.
Son tiempos
difíciles para Cuba, es decir, para su pueblo en ambas orillas, pero no cabe
perder la esperanza. Parafraseando el lugar común, todo es oprobio hasta un
día.
Excelente. Claro como el agua. Si la gran mayoría de los cubanos tuvieran esta sencilla iluminación de pensamiento, todo desde hace mucho tiempo hubiera muy diferente, a favor del exilio, y no de los Castro. Pero tanto en el exilio como en la isla han fallado muchas cosas, como por ejemplo, la proyección de la cultura. Si en el exilio muchos, o unos cuantos, empresarios de poder se dieran cuenta siquiera un tanto, de que la importancia de la cultura para cambiar y desarrollar las mentes del público cubano en Estados Unidos y en los demás lugares del orbe donde se han asentado muchos isleños, el exilio contaría con una estrategia inteligente, persuasiva, convincente frente a la opinión pública internacional. Por otra parte, si los intelectuales y las fuerzas "vivas" que han quedado en la isla hubieran dejado el miedo, o se hubieran ido definitivamente para unirse (y digo unirse en realidad como conjunto social, político y, en general, cultural) la situación del pueblo cubano fuera muy distinta, a favor de los isleños y no del régimen, que siempre ha sabido trampear la cultura y, por imposición del miedo o por lo que sea, ha logrado crear una imagen, en el fondo estúpida, pero que funciona ante el mundo, que está lleno de asesores como los ha debido tener Obama, que nunca se darán cuenta de cuál es la verdadera realidad, la realidad concreta, corpórea, objetiva, y no se dejarían arrastrar por ese espejismo que han creado los Castro para los delincuentes, los oportunistas y, principalmente, para los zonzos. Gracias a Armando Añel por tener el poder de la elocuencia para irle despejando el camino mental a mucha gente.
ReplyDeleteExcelente. Claro como el agua. Si la gran mayoría de los cubanos tuvieran esta sencilla iluminación de pensamiento, todo desde hace mucho tiempo hubiera sido muy diferente, a favor del exilio, y no de los Castro, por supuesto. Pero tanto en el exilio como en la isla han fallado muchas cosas, como por ejemplo, la proyección de la cultura. Si en el exilio muchos, o unos cuantos, empresarios de poder se dieran cuenta siquiera un tanto, de que la importancia de la cultura para cambiar y desarrollar las mentes del público cubano en Estados Unidos y en los demás lugares del orbe donde se han asentado muchos isleños, el exilio contaría con una estrategia inteligente, persuasiva, convincente frente a la opinión pública internacional. Por otra parte, si los intelectuales y las fuerzas "vivas" que han quedado en la isla hubieran dejado el miedo, o se hubieran ido definitivamente para unirse (y digo unirse en realidad como conjunto social, político y, en general, cultural) la situación del pueblo cubano fuera muy distinta, a favor de los isleños y no del régimen, que siempre ha sabido trampear la cultura y, por imposición del miedo o por lo que sea, ha logrado crear una imagen, en el fondo estúpida, pero que funciona ante el mundo, que está lleno de asesores como los ha debido tener Obama, que nunca se darán cuenta de cuál es la verdadera realidad, la realidad concreta, corpórea, objetiva, y no se dejarían arrastrar por ese espejismo que han creado los Castro para los delincuentes, los oportunistas y, principalmente, para los zonzos. Gracias a Armando Añel por tener el poder de la elocuencia para irle despejando el camino mental a mucha gente.
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