Por Lincoln Diaz-Balart
Entre los libros de mi padre he
encontrado otro que he comenzado a leer, “España inteligible. Razón histórica
de las Españas” (Alianza Editorial, S.A., Madrid, 1985), por el filósofo e historiador
español, Julián Marías.
Recuerdo como, en mi último año en
la “Escuela Americana de Madrid”, una joven profesora de literatura, inteligente
y elegante, llamada Pauline Pinto, trajo a nuestra clase a su amigo Julián Marías
para que nos hablara. Disfruté mucho la oportunidad de conocer al conocido filósofo
español que había estudiado con José Ortega y Gasset; nunca lo olvidé.
Al comenzar a leer “España
inteligible”, me encontré entre sus páginas un recorte de un artículo de mi
padre publicado en “Diario las Américas”, titulado “La Resurrección de Cuba”.
No contiene la fecha de su publicación, pero por su contenido creo que probablemente
fue en 1995. A continuación, reproduzco “La Resurrección de Cuba”, por Rafael
Diaz-Balart:
Ha escrito
lucidamente el historiador y filósofo Julián Marías (en “España inteligible.
Razón histórica de las Españas”) que “el nacimiento de España a lo largo de la
Edad Media fue más bien una resurrección. Y no se olvide -añade- que la resurrección
no es siempre, quizás nunca, idéntica a aquello que resucita, sino,
rigurosamente, algo nuevo”.
Desde la
derrota del Rey Rodrigo en la batalla de Guadalete (año 711) hasta la culminación
de la Reconquista por los Reyes Católicos, en 1492, España vivió más de siete
siglos bajo la dominación árabe. Pero en el proceso, surgió como verdadera
nación -“proyecto sugestivo de Vida en Común” al decir de Ortega y Gasset--,
mientras en la época visigoda y en la musulmana había sido un conjunto de
reinos sin definitiva homogeneidad ni cohesión.
Afortunadamente
no han sido siglos sino décadas -décadas horribles- , las que nuestra patria ha
sufrido y aún sufre bajo la férula castrocomunista, pero la ocupación armada
que estableció el terror desde 1959 no ha sido aceptada nunca. La importancia,
-entre otros factores- de las primeras organizaciones militantes como La Rosa
Blanca, Alpha 66, la lucha en El
Escambray, etc.es
haber dejado evidencia desde el primer momento del repudio a la barbarie. En el
caso de La Rosa Blanca, su voz se alzó desde el 28 de enero de 1959 en defensa
de todos los que eran asesinados en el paredón, o metidos muertos o medio
muertos en zanjas comunes (como en Santiago de Cuba, el 12 de enero de 1959) o
torturados y lanzados a las ergástulas contra toda norma civilizada, y nunca
hicimos distinción entre batistianos, revolucionarios o cualesquiera otros
cubanos, rechazando ciudadanías de Primera o de Segunda. “Ver con indiferencia
cometer un crimen es cometerlo”, nos enseñó el Apóstol.
LAS
GENERACIONES
La
tesis orteguiana de periodos aproximados de quince años en la formación de
generaciones, nos da un punto de referencia valido para enfatizar el rechazo
intemporal del pueblo cubano a la destrucción del Estado de Derecho, la civilización
y el acervo espiritual, cultural, político, económico y social de la nación por el rufián enloquecido y endemoniado que
se encaramó en el Poder total y está empecinado en mantenerlo hasta que no
quede piedra sobre piedra en la isla ni carne sobre los huesos de nuestro
pueblo.
Mientras
en el destierro las nuevas generaciones que nacen en suelo ajeno mantienen la devoción
por la patria, lo mismo hacen las que nacen en la isla encadenada. En 1980,
formada ya la primera generación nacida bajo el Reino de la Barbarie, el éxodo
masivo del Mariel y la invasión de la embajada del Perú en La Habana,
expresaron con rotunda claridad el sentir, el alma y el anhelo de esa
generación.
Ahora,
tres lustros después, continúan llegando hombres y mujeres de la segunda
generación nacida en cadenas, se lanzan al Mar Caribe en balsas frágiles,
prefiriendo morir ahogados o devorados por los tiburones antes que continuar
bajo el imperio de la Vesania destructiva y criminal del Loco Endemoniado. El
alma cubana sigue libre, las cadenas sólo pueden encadenar al cuerpo, pero llegará
el día en que se romperán en mil pedazos y el cuerpo de la patria pueda también
disfrutar libertad.
LAS TRADICIONES
Lo primero
que hizo el déspota enloquecido fue establecer el reino del terror como instrumento
para asegurarse el poder total sine die.
Comenzó clasificando cubanos para fusilar o encarcelar a unos con la aprobación
y la indiferencia de los otros y para confiscar y robar con el mismo método y
terminar fusilando, encarcelando, confiscando y encadenando a todos por igual.
Para ello, quiso asesinar también las mejores tradiciones maceicas, martianas,
cristianas y cubanas de fraternidad por encima de diferencias de partidos
políticos, creencias religiosas u orígenes étnicos. No se puede “tirar la
toalla” a nadie, ordenaron los rufianes del odio, al tiempo que enlodaban y
falsificaban la historia para inventar una Cuba que nunca existió y justificar
su destrucción mientras ocultan o disfrazan la Cuba miserable que han creado.
PREVALECERÁ EL AMOR
No es mi
propósito extenderme en pormenores de un diagnóstico que conoce todo buen
cubano y todo hombre y mujer de buena fe medianamente informado, a lo largo y
ancho del planeta.
Lo que sí
me interesa es transmitir la convicción y la fe inquebrantable en la
Resurrección de Cuba y en su reconstrucción económica y espiritual en el Estado
de Derecho que inexorablemente llegará. Para ello es indispensable rescatar la
verdadera historia de nuestra patria y el balance positivo de nuestra Primera
República en sólo 56 años de vida (1902-1958). Haciéndolo, no estaremos mirando
hacia atrás sino auscultando nuestras raíces, mirando hacia dentro, hacia lo
hondo del alma cubana, invencible, fraterna e ilusionada. Estaremos
contribuyendo a la Resurrección de Cuba, “que no será idéntica a aquello que
resucita, sino, rigurosamente, algo nuevo”. Prevalecerá el amor.
Los grandes pensadores cubanos, como Rafael Díaz-Balart, expresan verdades eternas. Es una pena que los pueblos no escuchen a su debido tiempo sus claros mensajes e hicieran caso omiso a sus palabras el los tiempos de Fulgencio Batista, cuando se dirigió al congreso y habló de quien era Fidel Castro que tanto conocía y el futuro que le esperaba a Cuba, si le daban admitías, condonando sus crímenes.
ReplyDeleteLos grandes pensadores cubanos, como Rafael Díaz-Balart, expresan verdades eternas. Es una pena que los pueblos no escuchen a su debido tiempo sus claros mensajes e hicieran caso omiso a sus palabras el los tiempos de Fulgencio Batista, cuando se dirigió al congreso y habló de quien era Fidel Castro que tanto conocía y el futuro que le esperaba a Cuba, si le daban admitías, condonando sus crímenes.
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