Sunday, July 14, 2013

Orestes Ferrara




Por Lincoln Diaz-Balart

Me alegró mucho saber que mi amigo Orestes Matacena preparaba una página electrónica sobre su tío-abuelo, el gran estadista cubano Orestes Ferrara.


Yo admiro la figura histórica de Orestes Ferrara. Soy uno de sus “favorables amigos del mañana” a los que él hace referencia al final de su autobiografía, que tituló “Memorias – Una Mirada Sobre Tres Siglos”. (“El siglo 19 me dio un vigoroso empuje hacia el gran paso que existe entre la esperanza y el hecho; el 20 me ha formado en la batalla establecida entre el bien y el mal; y los nuevos aires que se entrevén del siglo 21 me están dando el somnífero para gozar de una tranquilidad sin aspiraciones” escribió en 1968, a los 92 años de edad.)



Recomendar la lectura de las memorias de Ferrara es sugerir el reencuentro constante con la sabiduría a través de las experiencias de una vida excepcional, de un hombre genial, motivado por el amor a Cuba y a la libertad. Orestes Ferrara nació en Nápoles, Italia, en 1876. Su abuelo había luchado por la unidad italiana. Su padre, Eduardo Ferrara, había peleado junto a Garibaldi. Orestes Ferrara estudiaba la carrera de derecho en Nápoles cuando decidió irse a Cuba a luchar por su independencia tras enterarse del comienzo de la guerra organizada por el apóstol de la libertad cubana, José Martí. El joven enamorado de la libertad llegó a Cuba en 1896. Pronto conoció a Salvador Cisneros Betancourt, que presidía la República en Armas. En la manigua libertaria, por su brillantez y su heroísmo, Ferrara llegó a ser Coronel del ejército Mambí, y se desempeñó como ayudante del Mayor General (más tarde el segundo presidente de la República) José Miguel Gómez.



Terminó sus estudios de derecho en La Habana. Asumió, muy joven aun, la cátedra de derecho político de la Universidad de La Habana. En las elecciones de 1908, en las que fue electo presidente José Miguel Gómez, Ferrara fue electo Representante a la Cámara, y sus compañeros lo eligieron Presidente de la Cámara de Representantes.



El estudio de la vida de Ferrara está repleto de lecciones. Tras el comienzo mismo de la República, los antiguos “autonomistas”, que junto con “guerrilleros” y “voluntarios” habían combatido ferozmente a los independentistas, disfrutaban de ministerios y embajadas en los gobiernos de la República. Muchos de los ex-mambises, en cambio, se sentían marginados en su propia patria. Los pocos líderes independentistas que habían poseído fortunas las habían perdido por expropiaciones del gobierno español. Dichas fortunas nunca les fueron devueltas a ellos ni a sus descendientes. La República comenzó con el poder económico en manos de los que más la habían combatido, y con los libertadores en la pobreza. Los negros y mulatos, que habían constituido un porcentaje probablemente mayoritario del ejército libertador (Manuel Maza Miquel, en su importante libro, “Entre la Ideología y la Compasión” (1997), relata como en muchos casos los negros y mulatos constituían hasta el 85% de las tropas insurrectas en las dos guerras), sentían más que nadie la alineación dentro de su propia patria. Como explica Gastón Baquero en su magistral ensayo “El Negro en Cuba” (1974), solo a través de la política pudieron comenzar a obtener fuerza dentro de su patria muchos de los ex-mambises.



Durante el gobierno de José Miguel Gómez, Orestes Ferrara fue enviado por el presidente cubano a Washington para evitar una segunda intervención americana en la República de Cuba, motivada esta vez por el temor al alzamiento que se había producido por el general Ivonet y el capitán Estenoz, ambos ex-oficiales del ejército libertador, y negros. El evitar esa ya -prácticamente – decidida intervención americana requirió toda la capacidad diplomática de Ferrara. El problema racial, la existencia tanto en la colonia como en la República de una inaceptable e injusta discriminación racial, la forma en que esta exacerbó aún más la marginación de los libertadores (y sus descendientes) dentro del país que ellos mismos habían creado, el poder económico de la República en manos de ex-autonomistas y otros elementos profundamente anti-República, y cómo incidieron estos factores en la llegada al poder absoluto de un hijo (blanco) de un soldado del ejército de ocupación español de Valeriano Weyler que odia y ha esclavizado a los cubanos, esto, hasta hoy, (con la excepción del ensayo ya mencionado de Gastón Baquero), ha sido muy poco estudiado.



Orestes Ferrara, como escribió su buen amigo, ex-compañero de la Cámara y más tarde presidente de la Asamblea Constituyente de 1940, otro gran cubano, Carlos Márquez Sterling, era, aun “más que político, un hombre de estudio. Su amor a la libertad, a la manera del liberal del siglo 19, era su doctrina. Talento, valor, audacia, tacto, prudencia, espíritu de aventura, ideales, realismo, romanticismo, destreza, habilidad. Sentido de límite. Conocimientos diversos. Una cultura inmensa. Hablaba varios idiomas, y poseía un “saber hacer las cosas”, que nunca le fue superado por sus contemporáneos.”



Ferrara fue abogado de importantes empresas multinacionales, autor de múltiples libros, Ministro de Relaciones Exteriores, Embajador de Cuba en Estados Unidos, Embajador de Cuba en España y en la UNESCO, miembro de la Asamblea Constituyente de 1940, donde su conducta nos da otra idea de su amor por Cuba. Ferrara había regresado a Cuba del exilio, al haber sido electo miembro de la asamblea que redactaría la Constitución de 1940. Sabía que su vida peligraba, pero su sentido del deber predominó como siempre en él. A los pocos días de haber regresado a Cuba, fue objeto de un atentado, en el que murió su chófer. Tras dos meses en el hospital seriamente herido, regresó a la convención “con el brazo y la espalda voluminosamente vendados”, ya redactada la Constitución prácticamente en su totalidad. Si hubiera podido participar en la mayoría de las sesiones, “me hubiera batido para cancelar, o por lo menos para disminuir la estadolatría del proyecto. Pero, el eterno pero, tuve que favorecer el proyecto en lugar de combatirlo. Aun opinando en contra del documento redactado, la necesidad me puso a su favor.”



La integridad y el carácter se evidencian a lo largo de la fascinante vida de Ferrara. Al entender que había errado, admitía sus errores. Explica, por ejemplo, como se había equivocado al haberse opuesto a las importantes obras públicas planificadas y llevadas a cabo por el Ministro de Obras Públicas del Presidente Machado en la década de los años 1920, Carlos Miguel de Céspedes.



Estudiar a Ferrara es no solo estudiar historia a lo profundo, sino aprender además de filosofía política, de, por ejemplo, “la unidad de la religión y de la política, por ser ambas expresiones espontáneas de la cooperación humana”, o de cómo “del reeleccionismo han venido todos nuestros males”.



Pero, sobre todo, estudiar a Ferrara es estudiar el amor por Cuba en acción. En sus memorias vemos como, al final de sus días, nuevamente exiliado, “me he mantenido fuera de Cuba. Hubiera podido recobrar la nacionalidad italiana, no lo he hecho ni lo haré. A los 92 años espero erguido y respetado que la victoria sonría a los que la merecen y que la incapacidad desaparezca, por fin, del gobierno de mi país. He quedado cubano, en la desgracia, como en los buenos tiempos. Tengo la misma fe en Cuba que tuve en los campos frondosos de la isla.”



La incapacidad, hoy manifestada en su forma más brutal e inhumana, desaparecerá del gobierno en Cuba. Y Cuba nunca olvidará a Orestes Ferrara.

1 comment:

  1. Lincoln, gracias, sabia poco de Ferrara, Me recuerda a mi padre, espanol, que me dijo que moria cubano.

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