En la foto, primera a la izquierda, Lía Villares, sirve de intérprete entre Raúl Borges y un turista extranjero.
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Este domingo, tres de agosto,
pude hacer realidad mi sueño de ser testigo de la caminata que efectúan
semanalmente esas gloriosas mujeres armadas con gladiolos: las Damas de Blanco;
sí, porque ya tienen nombre propio y están en la historia furtiva de esta
tiranía.
Fue hermoso presenciar la
caminata de las féminas por la 5ta Avenida y su regreso al parque Mahatma
Gandhi. Compartimos con familiares de presos políticos, como Raúl Borges, padre
del emblemático preso político Ernesto Borges y la abuela de Danilo Maldonado
(El Sexto), entre otros.
Pero el extracto de valentía es
más puro cuanto más férrea es la tiranía, lo que podemos constatar todos los
domingos cuando estas mujeres antes de partir para la 3ra Avenida comienzan a
despojarse de todos sus atuendos: las banderas cubanas que llevan con orgullo,
sus aretes, anillos, y algunas, hasta sus espejuelos.
En esta avenida las esperan las
turbas castristas armadas con palos, los ojos inyectados de sangre y las fauces
abiertas, propias de los más feroces depredadores de la prehistoria, pues hasta
muerden a los opositores. Estos especímenes no razonan, son maquinarias
manejadas por los estrategas de la Seguridad del Estado (S.E) y no es de dudar
que estén depositando sustancias estimulantes en los alimentos, única razón que
justifica este comportamiento irracional e inhumano.
Al llegar a la citada calle 3ra
las mujeres son empujadas al interior de los ómnibus; mientras, Raúl Borges,
solo, fue escoltado por varios policías para que la turba le gritara
improperios, ofensas y amenazas; una mujer trató de golpearlo con un madero.
Él, por encima de esas bajezas, no sucumbió a la provocación y soportó
estoicamente la pretendida humillación; fue introducido en el carro patrulla y
abandonado a unas cuadras de la vivienda de Antonio González Rodiles, en donde
nos describió lo acontecido.
Hay hechos que nos marcan, este
domingo de agosto conocí personalmente a una joven que me impactó sobremanera:
Lía Villares, una linda muchacha, tierna, «frágil», con un valor y un arrojo
que me hace sentir asco de tantos fortachones vendidos al mejor postor y que
hacen alardes de valentía por doquier. Lía, me demostró una vez más que la
apariencias engañan cuando nos dijo: «Tomen estas tarjetas, sáquenlas de aquí,
llévenselas a Rodiles, yo voy para la 3ra». Recordé a Agramonte y el rescate de
Sanguily, fue el hecho más heroico de la guerra de independencia; pero Lía fue
contra los molinos, caminando, despacio, sin machetes y sin armas de fuego,
solo llevó una sonrisa tierna y un pecho menudo repleto de amor y como adarga
un gladiolo.
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