Monday, October 21, 2013

El Programa de La Rosa Blanca


Sobre la crisis actual de la vivienda. La meta: una vivienda digna en propiedad para cada familia cubana

Por Lincoln Diaz-Balart
@LincolnDBalart

Es importante que meditemos sobre la Cuba que se merecen los cubanos. Se impone que pensemos en los modos y vías para la reconstrucción de la nación tras el fin de la represión y la destrucción castrista, que se acerca. En artículos anteriores nos hemos referido a las propuestas de La Rosa Blanca para la reconstrucción económica de Cuba, una Cuba en libertad y próspera. Hoy comenzamos a analizar algunas consideraciones sobre aspectos, si se quiere, más “sociales” dentro del Programa, tales como la Sanidad Pública, la Educación y la vivienda. Por cierto, estos temas han sido tradicionales pilares de la propaganda del régimen, cuyos alabarderos en todo el mundo insisten en presentar como “logros de la revolución”, cuando en la vida cotidiana de los cubanos la realidad marca a la Sanidad Pública, la Educación y la Vivienda como unos escandalosos desastres.

Comencemos hoy por el problema de la vivienda. Ya sabemos que la tiranía, en su locura populista, robó literalmente sus propiedades a todo aquel que las tuviera. Las propiedades, en manos de cubanos o de extranjeros, desde un central azucarero, cualquier empresa o inmueble, hasta el más humilde “sillón de limpiabotas”, fue “nacionalizado” (un eufemismo de robo o confiscación). En el caso de la vivienda, arbitrariamente se determinó que únicamente se podría poseer en propiedad la vivienda habitual. El Estado sería, a partir de entonces, el constructor absoluto, así como el propietario, dador y controlador absoluto. El resultado sería, no podía ser otro, que la calamitosa situación actual del parque de viviendas en el país. Planes y más planes fracasados, el propio régimen reconoce oficialmente un déficit de un millón de viviendas. A todo lo anterior debe adicionarse el estado ruinoso de las viviendas tras décadas de abandono. Pese a todo, el régimen no ha dejado de propagar el infundio de que de producirse un cambio en Cuba, los antiguos dueños vendrán a retomar sus propiedades y desalojarán a los actuales inquilinos (la mayoría habitando en condiciones de verdadero hacinamiento) despojándoles así de lo único que poseen. Intenta la tiranía insuflar el miedo, un recurso que siempre ha utilizado para mantener el poder. La “mafia de Miami” vendrá a quitarles las casas. Cuidado, que ahí viene el lobo, le dicen a los cubanos, como si se tratara de niños. Por supuesto que no es más que un despreciable ardid. Uno más.

Quienes han mantenido en el exilio, sin tregua, en alto las banderas de la libertad y la dignidad de la nación, no abrigan ningún propósito de revancha. En el tema de la vivienda, el Programa de La Rosa Blanca es diáfano y enfático:

“La Rosa Blanca se opone radicalmente a cualquier tipo de desalojo. Los legítimos dueños que así lo demuestren serán indemnizados y los actuales residentes no podrán ser desalojados de las viviendas que habitan. Se respetará el status que posean, es decir, si tienen título de propiedad o contrato de arrendamiento. Los arrendatarios continuarán abonando la renta hasta que alcancen el monto total de la vivienda y se conviertan en propietarios. Un plan de viviendas sociales deberá implementarse como una prioridad, a los efectos de conseguir una vivienda digna en propiedad para cada familia cubana”.

El Programa de La Rosa Blanca nos permite avizorar una Cuba distinta, nueva y libre. No perfecta, pero sí mejor y siempre perfectible. Creemos que, sujeto al enriquecimiento y a los aportes de otros muchos cubanos, el Programa de La Rosa Blanca puede contribuir de forma importante a la Reconstrucción de Cuba.
  

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