Sobre
la crisis actual de la vivienda. La meta: una vivienda digna en propiedad
para cada familia cubana
Por Lincoln Diaz-Balart
@LincolnDBalart
@LincolnDBalart
Es importante que meditemos sobre la Cuba que se
merecen los cubanos. Se impone que pensemos en los modos y vías para la
reconstrucción de la nación tras el fin de la represión y la destrucción
castrista, que se acerca. En artículos anteriores nos hemos referido a las
propuestas de La Rosa Blanca para la reconstrucción económica de Cuba, una Cuba
en libertad y próspera. Hoy comenzamos a analizar algunas consideraciones sobre
aspectos, si se quiere, más “sociales” dentro del Programa, tales como la
Sanidad Pública, la Educación y la vivienda. Por cierto, estos temas han sido
tradicionales pilares de la propaganda del régimen, cuyos alabarderos en todo
el mundo insisten en presentar como “logros de la revolución”, cuando en la
vida cotidiana de los cubanos la realidad marca a la Sanidad Pública, la
Educación y la Vivienda como unos escandalosos desastres.
Comencemos hoy por el problema de la vivienda. Ya
sabemos que la tiranía, en su locura populista, robó literalmente sus
propiedades a todo aquel que las tuviera. Las propiedades, en manos de cubanos
o de extranjeros, desde un central azucarero, cualquier empresa o inmueble,
hasta el más humilde “sillón de limpiabotas”, fue “nacionalizado” (un eufemismo
de robo o confiscación). En el caso de la vivienda, arbitrariamente se
determinó que únicamente se podría poseer en propiedad la vivienda habitual. El
Estado sería, a partir de entonces, el constructor absoluto, así como el
propietario, dador y controlador absoluto. El resultado sería, no podía ser
otro, que la calamitosa situación actual del parque de viviendas en el país.
Planes y más planes fracasados, el propio régimen reconoce oficialmente un
déficit de un millón de viviendas. A todo lo anterior debe adicionarse el
estado ruinoso de las viviendas tras décadas de abandono. Pese a todo, el
régimen no ha dejado de propagar el infundio de que de producirse un cambio en
Cuba, los antiguos dueños vendrán a retomar sus propiedades y desalojarán a los
actuales inquilinos (la mayoría habitando en condiciones de verdadero
hacinamiento) despojándoles así de lo único que poseen. Intenta la tiranía
insuflar el miedo, un recurso que siempre ha utilizado para mantener el poder.
La “mafia de Miami” vendrá a quitarles las casas. Cuidado, que ahí viene el
lobo, le dicen a los cubanos, como si se tratara de niños. Por supuesto que no
es más que un despreciable ardid. Uno más.
Quienes han mantenido en el exilio, sin tregua, en
alto las banderas de la libertad y la dignidad de la nación, no abrigan ningún
propósito de revancha. En el tema de la vivienda, el Programa de La Rosa Blanca
es diáfano y enfático:
“La Rosa Blanca se opone radicalmente a cualquier tipo
de desalojo. Los legítimos dueños que así lo demuestren serán indemnizados y
los actuales residentes no podrán ser desalojados de las viviendas que habitan.
Se respetará el status que posean, es decir, si tienen título de propiedad o
contrato de arrendamiento. Los arrendatarios continuarán abonando la renta
hasta que alcancen el monto total de la vivienda y se conviertan en
propietarios. Un plan de viviendas sociales deberá implementarse como una
prioridad, a los efectos de conseguir una vivienda digna en propiedad para cada
familia cubana”.
El Programa de La Rosa Blanca nos permite avizorar una
Cuba distinta, nueva y libre. No perfecta, pero sí mejor y siempre perfectible.
Creemos que, sujeto al enriquecimiento y a los aportes de otros muchos cubanos,
el Programa de La Rosa Blanca puede contribuir de forma importante a la
Reconstrucción de Cuba.
No comments:
Post a Comment