Por: Yoaxis Marcheco Suárez
Por estos días recuerdo el cuento que mi abuelo paterno me contaba cuando era niña: Había un país habitado por ratoncitos grises, eran felices hasta que comenzó a gobernar el rey de las ratas. Este era temido, lucía grande y poderoso encasquetado en su uniforme militar lleno de estrellas y galones, dos enormes pistolas colgaban de un cinto lleno de balas que amarraba su cintura, su voz era alta y grotesca, todos temían al poderoso rey, y obedecían su mandato sin titubear. Pero un día al rey de las ratas alguien le escondió su sofisticado traje de militar invicto, comenzó a chillar pues debía enfrentarse al pueblo, no le quedó más remedio que hablarles tal y como había venido al mundo, que decepción para todos, incluso para los soldados del ejército que dirigía, el rey no era más que un ratoncito indefenso, con una vocecita de damicela, enclenque y tembloroso. No había gran moral, ni principios sólidos, solo un uniforme lleno de estrellas inventadas por sí mismo y el poder que otorgan las armas, la amenaza y el autoritarismo, en el fondo solo había un infeliz ratón, al que definitivamente todos los ratones unidos podrían remover de su puesto.
Así vi el domingo a los policías que rodearon nuestra iglesia, temerosos porque haríamos una fiesta de reyes magos, donde como es tradicional, daríamos golosinas y juguetes a los niños asistentes. La tradición de desarrollar en la iglesia esta fiesta religiosa es más antigua que cualquier institución que dirige el desgobierno en Cuba, es una tradición que tanto la iglesia católica como muchas evangélicas siguen cada año dando culminación a la etapa navideña. La iglesia bautista de Taguayabón se fundó en el año 1939, desde entonces celebra el Día de Reyes Magos, invita a los niños del pueblo y los agasaja con alegría y con regalos, esa es la tradición. Pero este año a los que se sienten poderosos tras las armas y el uniforme, a los que usan métodos de prepotencia y autoritarismo, les molestó, o les intimidó nuestra fiesta con niños, payasos y globos. Un ejército encasquetado en uniformes llenos de estrellas y galones inventados por ellos mismos, con amenazadoras pistolas y tonfas colgando de sus cinturas, contra un sencillo ejército de juguetes. Dos símbolos impresionantes: el primero representa el poder de la fuerza (abuso de poder), el segundo el poder del amor de Dios, que estará en todo tiempo y se expresará siempre de manera especial hacia los niños. A pesar de las amenazantes patrullas policiales, que decidieron esa mañana de domingo abandonar el terreno cada vez más fértil de la delincuencia para vigilar nuestra fiesta de niños (gran pérdida de tiempo y recursos materiales). Nosotros, como los ratoncitos grises del cuento, disfrutamos de una hermosa fiesta, donde las sonrisas infantiles fueron nuestra gran recompensa y la satisfacción de sabernos fuertes, no por nosotros mismos, sino porque nuestro jefe soberano Dios, nos fortalece. No nos queda más que buscar a esos ratones que se creen indestructibles mientras se esconden tras el uniforme, solo vemos a seres humanos indefensos, no saben lo que hacen cuando deciden luchar contra Dios y contra su iglesia, infelices quienes en vez de buscar y defender la tranquilidad y la decencia ciudadanas, pierden el tiempo reprimiendo la libertad de otros. No me queda más que recordar que en esta vida real nuestra historia tendría un mejor término, si todo el pueblo se percatara de quiénes se esconden detrás de esas máscaras amenazadoras, llenas de prepotencia y poder mal empleado. Por lo demás anuncio desde ya que la Iglesia Bautista de Taguayabón y de Rosalía festejarán como siempre y con la ayuda de Dios, el Día de Reyes Magos en el 2016, aun cuando nos rodeen uniformes, estrellas y galones, patrullas, armas y tonfas. Ya sabemos que somos más que victoriosos en Cristo Jesús.